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Voto de confianza por Antonio José Monagas

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ANTONIO JOSÉ MONAGAS



La confianza es el ámbito imperceptible sobre el cual fragua toda posibilidad de logro al momento de blandirse cualquier acción en medio del azaroso juego que sostiene con la incertidumbre. Por eso la confianza, se comprende desde la perspectiva que mejor resulte frente a todo valor que exalte la capacidad del hombre para adelantarse con la mayor seguridad a todo acontecimiento que pueda desafiarlo o conminarlo. 


 


Aunque definir tan preciada condición, no es fácil pues su concepción y comprensión están sujetos al enfoque que sobre el instante o la perpetuidad, puede detentarse. Es así que en palabras genéricas, la confianza podría entenderse como la convicción necesaria sobre la cual es posible impulsarse a fin de saltar las brechas que pululan a ras de cualquier sendero o camino de la vida. 


 


Sin embargo, operar al lado de la confianza en el regazo que alberga la política, es aún más engorroso. Pero no tanto por lo que concierne al mundo de la política el hecho de inmiscuirse entre prácticas sociales, económicas y, por supuesto, políticas, que al fin de todo se prestan para ganar el espacio necesario que mejor resulte. Siempre, a los fines de sumar los réditos que le infunden consistencia a la causa política en articulación y movimiento.


 


El problema persiste toda vez que la dinámica política busca comprometer actitudes,  recursos e ideas que aseguren la estabilidad de la propuesta política en ciernes. Sobre todo, cuando se halla motivada por problemas incitados a consecuencia de la pérdida de confianza que ha allanado instituciones y organizaciones de todo género. Especialmente, aquellas dominadas por intereses políticos. Más aún, por conveniencias político-partidistas devenidas en procesos de gobierno.


 


La afanosa actualidad, da cuenta de cuánta desconfianza ha irrumpido el discurrir de la política. Es el caso del caos que, infortunadamente, abate a la oposición venezolana como resultado de la absurda rivalidad que últimamente ha inundado las redes sociales en pos del liderazgo que -en apremio- debe abanderar la reconquista de la democracia en el país.


 


Por consiguiente, resulta improbable ocultar la brutalidad con la que, escribientes mediáticos, apoyándose en el furor de la Internet, tratan a Juan Guaidó, presidente interino de Venezuela. A desdén de las incorrecciones que haya podido cometer en medio del zarandeo que caracteriza el manejo de la política venezolana, la pugna que se ha desplegado en su contra, es profusamente indecente. 




A decir de Rafael Poleo, le han endosado acusaciones “como si fuera el jefe enemigo”. Y no, como quien ha dado la cara por tantos millones de venezolanos convencidos en recuperar la democracia extraviada. 


 


Así que ante tan gruesas inculpaciones, vale considerar no sólo el talante y talento de Guaidó en su condición de luchador de primera plana. Asimismo, la inquina de quienes sin mayores razones y exentos de la fuerza que ha motivado que más de sesenta países apoyen su estrategia aducida, se hayan convertido  en groseros verdugos sin capucha. Más, cuando lo acosan y apesadumbran políticamente sin entender que el ejercicio de la política es una labor multifactorial. O sea, de temeridad, imagen, postura, arrojo, capacidad de gerente político y planificador de situaciones. 




Carlos Matus habría dicho: “un hombre obsesionado por crear métodos y técnicas al servicio de los hechos (…) consciente de que su práctica de producción social habrá de darse en un mundo de múltiples recursos escasos, tanto como de múltiples criterios de eficacia”.


 


A decir de la crisis que padece Venezuela a consecuencia de la ofuscación del régimen usurpador por enquistarse impúdicamente en el poder, luce inminente actuar con base en la confianza. Particularmente en la confianza, visto el compromiso que representa Juan Guaidó. Pero entendiéndose dicha confianza, como la cualidad humana que permitiría al venezolano que actúa con libertad de conciencia, encauzar la necesidad de rescatar al país que por ahora se encuentra perdido entre la oscuridad de una gestión de gobierno roñosa. Además, realizada con la saña de quien busca en la envidia y el egoísmo, la ruta para usufructuarse del desorden de sus acciones. 



Por eso, bien merece girar en torno a la figura política de Juan Guiadó un necesario  e inminente voto de confianza.





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