Mérida, Marzo Viernes 29, 2024, 01:14 am
En la misa de clausura del Sínodo de Amazonia, el Papa Francisco
ha denunciado este domingo que «los errores del pasado no han bastado
para dejar de expoliar y causar heridas a nuestros hermanos y a nuestra
hermana tierra: lo hemos visto en el rostro desfigurado de la Amazonia». Comentando la parábola del fariseo y del publicano que
van al templo a orar, Francisco ha alertado en su homilía frente al
fariseísmo de algunos cristianos que se creen mejore que los demás: «La religión del ‘yo’ sigue, hipócrita, con sus ritos y ‘oraciones’, olvidando que el verdadero culto a Dios pasa a través del amor al prójimo». Igual
que en la misa de apertura del Sínodo, hace tres semanas, los indígenas
participantes en la asamblea estaban en primera fila de la basílica de
San Pedro, con sus tatuajes faciales y sus mejores coronas de plumas. Como
desde atrás no se les ve, el Papa lo ha comentado al margen del texto
escrito, añadiendo que «a su lado están también los más pobres, y los
enfermos de la Comunidad del Arca» en sus sillas de ruedas. Refiriéndose
a las intervenciones y testimonios de los 258 participantes en el
Sínodo -incluidas 35 mujeres, el número más alto hasta ahora, y 16 indígenas,
una presencia sin precedentes-, el Papa ha dado las gracias a todos por
enseñarnos “a mirar la realidad de otro modo, acogiéndola con las manos
abiertas como un don, habitando la creación no como un medio para
explotar sino como una casa que se debe proteger”. Pero, sobre
todo, el Papa se ha referido en primer lugar a las personas, lamentando
tantas resistencias, incluso entre los cristianos, a vivir el mandamiento del amor. En
tono dolorido ha comentado “cuántas veces, también en la Iglesia, las
voces de los pobres no se escuchan, e incluso son objeto de burlas o son
silenciadas por incómodas”. Así
como las tres semanas de trabajo del Sínodo se centraron en el modo de
impulsar la evangelización de Amazonia, ayudar a sus 33 millones de
habitantes y proteger su medio ambiente, la homilía final era una
invitación al examen de conciencia personal. Frente a la actitud
maniquea, Francisco ha comentando la parábola evangélica, haciendo notar
que «si nos miramos por dentro con sinceridad, vemos en nosotros a los
dos, al publicano y al fariseo. Somos un poco publicanos, por pecadores,
y un poco fariseos, por presuntuosos, capaces de justificarnos a
nosotros mismos, campeones en justificarnos deliberadamente. Con los
demás, a menudo funciona, pero con Dios no». El Papa ha hecho
notar que el fariseo de la parábola va al templo pero desprecia a los
demás y solo habla de sus propios méritos por lo que, «más que rezar se
elogia a símismo. De hecho, no le pide nada al Señor, porque no siente
que tiene necesidad o que debe algo, sino que, más bien, se le debe a
él. Estáen el templo de Dios, pero practica la religión del yo». Francisco
ha insistido vigorosamente en que «debemos sentirnos necesitados de
salvación. Todos. Es el primer paso de la religión de Dios, que es
misericordia hacia quien se reconoce miserable. En cambio, la raíz de
todo error espiritual, como enseñaban los monjes antiguos, es creerse
justos». Era una homilía intimista pero, al mismo tiempo, muy
exigente pues insistía en que «la religión del ‘yo’ sigue, hipócrita con
sus ritos y ‘oraciones’, olvidando que el verdadero culto a Dios pasa a
través del amor al prójimo». Y aconsejaba mucha prudencia pues
«también los cristianos que rezan y van a Misa el domingo están sujetos a
esta religión del ‘yo’. Podemos mirarnos dentro y ver si también
nosotros consideramos a alguien inferior, descartable, aunque sólo sea
con palabras. Recemos para pedir la gracia de no considerarnos
superiores, de creer que tenemos todo en orden, de no convertirnos en
cínicos y burlones». Su
mensaje final al Sínodo estaba claro. La solución de los problemas de
la Amazonia llegará mucho antes si los cristianos se comportan de modo
más coherente con su propia religión. El Papa había recibido el
sábado el documento final. Es un mero conjunto de sugerencias para
multiplicar la actividad misionera en ese territorio, que utilizará como
material de trabajo para escribir una exhortación apostólica al
respecto antes de fin de año. La ceremonia final en la basílica de
San Pedro clausuraba a la segunda fase del Sínodo, la asamblea,
continuadora de la primera, la extensa consulta a 80.000 personas en ese
territorio a lo largo de dos años. La tercera fase, la de aplicación,
es siempre la más importante, y comienza ahora. Aunque Francisco
tenía aspecto cansado, al término de la misa se ha acercado a los
enfermos de la primera fila, en buena parte discapacitados mentales, a
los que saludaba haciendo una caricia en la cabeza a quienes no
iniciaban el gesto de estrechar su mano. ABCConciencia personal
Una caricia en la cabeza