“La Iglesia de
Roma nos invita hoy a celebrar el triunfo de San Lorenzo, que superó las
amenazas y seducciones del mundo, venciendo así la persecución diabólica”, dijo
una vez el Obispo San Agustín en uno de sus sermones.
San Lorenzo era uno de los diáconos que ayudaba al
Papa San Sixtus II, quien fue asesinado por la policía del emperador mientras
estaba celebrando Misa en un cementerio de Roma.
La antigua tradición cuenta que San Lorenzo, al ver
que iban a matar al Pontífice, le dijo: “Padre mío, ¿te vas sin llevarte a tu
diácono?” y el Santo Padre le respondió: “Hijo mío, dentro de pocos días me
seguirás”.
San Lorenzo se alegró muchísimo de saber que iría pronto al cielo y, viendo el peligro que se aproximaba, recogió todos los bienes que la Iglesia tenía en Roma, los vendió y repartió el dinero a los más necesitados.
El alcalde de
la ciudad, que era pagano y apegado al dinero, llamó a San Lorenzo y le
mandó que le lleve los tesoros de la Iglesia para costear una guerra que el
emperador iba a empezar. El Santo le pidió unos días de plazo para reunirlos.
El diácono entonces juntó a los pobres, lisiados, mendigos, huérfanos, viudas, ancianos, mutilados, ciegos y leprosos que él ayudaba con las limosnas. Mandó llamar al alcalde y le dijo que ellos eran los tesoros más preciados de la Iglesia de Cristo.
El alcalde, lleno de rabia, lo mandó matar lentamente, prendieron una parrilla de hierro y ahí acostaron a San Lorenzo. Los fieles vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor muy hermoso y sintieron un aroma agradable, mientras que los paganos no percibían nada de eso.
Tras un rato de estarse quemando por un lado en la
parrilla, el valiente mártir le dijo al juez que le dieran la vuelta para
quedar completamente quemado. Cuando ya se acercaba su hora y con una
tranquilidad impresionante, pidió a Dios por la difusión del cristianismo en el
mundo y partió a la Casa del Padre el 10 de agosto del 258.
Se dice que este martirio significó el declive de la
idolatría romana y que la Basílica de San Lorenzo en Roma es considerada la
quinta en importancia.
La devoción a este gran Santo se ha expandido por todo el mundo y muchos pueblos y ciudades llevan su nombre.
Incluso el nombre del equipo de fútbol favorito del Papa Francisco, el Club Atlético San Lorenzo de Almagro, es en honor al diácono mártir. Tal como fue el deseo del salesiano P. Lorenzo Massa, en los inicios de fundación del equipo. Prensa ACI