Mérida, Marzo Lunes 18, 2024, 09:26 pm
Twitter: @perezlopresti
Una noche merideña, caminando entre la neblina, un vientecito helado se colaba por los rincones y llevó hasta la bota de mi pantalón la noticia del día en un diario que no había tenido tiempo de leer. “Fellini en coma” era el titular de la reseña, la cual, me impresionó mucho, por la inmensa afición que tenía y tengo por el director de cine italiano y su inminente muerte. Éramos un buen grupo de amigos lectores, amantes del cine y de las grandes tertulias que solo pueden darse en sociedades sanas. Era el único de ese grupo que para la época no tenía obra editada en libro y mis aspiraciones juveniles estaban a flor de piel. Enamorado y tratando de construir la mejor biblioteca personal posible, no puedo sentir sino nostalgia por ese tiempo tan apacible en mi vida.
Sobre mis amigos diré que los quiero mucho y se encuentran desperdigados por el mundo, al cine suelo acudir como un muchacho cada vez que se anuncia una película que parezca que valga la pena. Enamorado sigo estando; obra escrita logré publicar en mi ciudad natal, convirtiéndome en un escritor universalmente local y desde ese tiempo hasta el presente he perdido tres bibliotecas. Los viajes y mudanzas han sido parte de lo que soy, porque el viaje, cambiarse de ciudad y/o país, lo asumimos como algo tan natural de la vida como lo es cualquier tensión propia de la existencia.
Mi esposa suele cuestionar mi afición por ver la saga cinematográfica estadounidense llamada Rápido(s) y furioso(s), -“¿Cómo puedes ver esas películas?”, me reprocha cada vez que enmudezco ante las imágenes de vehículos conduciendo y estrellándose a toda velocidad. Honestamente, la respuesta es que ver esos filmes me “embrutecen” y embrutecerse suele ser en ocasiones la única opción para sobrellevar la vida, lo cual me ubica en un sitial un tanto enmarañado de explicar, puesto que se trata de un embrutecimiento por necesidad. ¿Embrutecimiento por necesidad es una categoría intelectual? La respuesta es afirmativa, y tiene sus antecedentes remotos.
Desde los griegos, el embrutecido como postura frente a lo civilizatorio tiene referentes puntuales, como lo es el caso de Diógenes, quien pensaba que desde el cinismo se le podía hacer frente a una sociedad harto caprichosa con sus afanes por crear un falso orden. Cínicos y escépticos todavía resuenan en las dinámicas de nuestro tiempo.