El gobierno reconoce que tiene un elevado déficit
fiscal. Para corregir este desequilibrio puede financiar sus actividades
mediante una mayor recaudación de impuestos, emitiendo deuda, utilizando las
reservas internacionales o colocando nuevo dinero en circulación. Esta última
alternativa ha sido empleada de manera frecuente y a gran escala en todas las
economías del mundo durante épocas de guerra, ante la presencia de choques
externos con efectos presupuestarios del tipo abruptas subidas/caídas en el
precio de las materias primas, y en la gestión de autoridades incapaces de
emprender reformas tributarias por miedo a perder el poder. El uso recurrente
de esta estrategia termina en la degradación de la moneda local, el derrumbe
del sistema monetario y la aparición de crisis inflacionarias y cambiarias.
La degradación monetaria equivalía, en época del
dinero mercancía cuerpo representativo o dinero con respaldo, a la reducción
del 5% o más en el contenido metálico de las monedas en circulación; acción
realizada por los gobiernos con el propósito de colocar, con igual nivel de
reservas, más dinero en la economía. Pero en la actualidad, ante la vigencia
del dinero fiduciario, son las reformas monetarias a través de las cuales una
nueva moneda reemplaza a la anterior debido a su alto nivel de depreciación.
Dichas reformas se presentan como una opción para corregir los desequilibrios
macroeconómicos existentes, una alternativa de bajo costo para disminuir la
inflación e incentivar la producción. Su uso recurrente como política
gubernamental da cuenta de la devoción del gobierno al financiamiento
monetario, ya que en un contexto donde no se atienden las principales causas de
los problemas económicos mediante reformas estructurales que cambien la
institucionalidad vigente y modifiquen la manera como los agentes económicos se
relacionan con sus instituciones, estas reformas siempre finalizan aumentando
los problemas de la economía y generando la necesidad de sustituir nuevamente
una moneda por otra.
Cuando en Venezuela se presenta el petro como unidad
de cuenta alternativa al bolívar para las actividades más básicas de
intercambio comercial que se dan en la economía nacional, incluyendo pago de
impuestos, aranceles y tasas al sector público, registro de las actividades de
PDVSA, anclaje de sueldos y salarios, y valoración de fondos en cajas de
ahorro, se comprueba la intención del gobierno de degradar la moneda de curso
legal. Planteada de esta manera, la degradación del bolívar se identifica como
una estrategia para enfrentar los graves problemas económicos que tiene el
país, pero, sin una reforma presupuestaria del sector público que elimine los
incentivos a incurrir en déficit fiscal y a monetizar dicho déficit, la
degradación monetaria se puede convertir en la forma predilecta de impago del
gobierno nacional.
Así, se debe recordar que el principal aliado de todo gobierno para reducir sus deudas en moneda local es la inflación. En economías estancadas, la expansión monetaria termina generando pérdida del valor real del dinero, disminución del poder de compra de las monedas y billetes en manos de los ciudadanos, así como necesidad gubernamental de emitir más dinero para atender la alta demanda de moneda local por parte de la población. Por más nuevas que sean las tecnologías financieras que se utilicen para la degradación del signo monetario, el reemplazo de una moneda por otra es una dinámica que forma parte de cada episodio de hiperinflación, e incluso tienen lugar muy rápidamente, una luego de otra, debido a que no corrigen las causas del colapso del sistema de precios.
@ajhurtadob