Mérida, Abril Jueves 18, 2024, 03:47 pm

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Güisqui 12 años con agua coco (II) por ALIRIO PÉREZ LO PRESTI

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ALIRIO PÉREZ LO PRESTI


Where are you frome? En muchas ocasiones, durante mis viajes, las personas muestran curiosidad por el país donde nací y hacen las preguntas más variadas y extrañas. En ocasiones también son interrogantes francamente desconcertantes. El neurocirujano no fue la excepción y comenzó a hacerme una gran cantidad de preguntas. “-Por televisión he visto unas máquinas taladrando el suelo en la parte de atrás de las viviendas de Venezuela. Entiendo que se llaman balancines petroleros. ¿Usted tiene una de estas máquinas? -Por supuesto, contesté ni corto ni perezoso. Hay tanto petróleo que allá tenemos de esos balancines en los patios de las casas.” El hombre se acomodó los anteojos y se mostró muy interesado en el asunto, por lo que siguió preguntando. “-¿Y cómo le ha ido con eso de tener un pozo petrolero en su solar? -A lo que le contesté: En realidad es un problema con los zapatos y la limpieza de la casa- ¿Los zapatos?, interrogó extrañado. -Sí, porque uno se llena de petróleo cada vez que sale al patio y la verdad es que es sumamente desagradable. Tengo que comprarme zapatos a cada rato porque se pega el petróleo en las suelas. Además, la casa siempre está sucia.” El neurocirujano estaba fascinado con mis respuestas, lo cual le abría aún más el apetito de su curiosidad y ya yo no podía dar marcha atrás en eso de generar interés por un lugar que es trascendente por su belleza, su cultura y sus excepcionales personalidades.


Historias de la vuelta al mundo: Siguió preguntando sobre esto y lo otro. Que si es cierto que el calor del petróleo calentaba tanto el suelo que se podía freír un huevo simplemente colocando un sartén en el piso, que si lo tequeños eran de mi tierra, que si es verdad que dormíamos en chinchorros, que si tomábamos el mejor de los Whisky de escocia con agua de coco, que si bailábamos al aire libre hasta el amanecer, que si las playas eran las mejores del mundo, que si celebrábamos la vida sin tener un motivo, que si alguien en mi familia había sido Miss Venezuela, en fin, cada pregunta tras otra era una puerta que invitaba a imaginarse una especie de paraíso de curiosidades que estaban ubicadas al norte del sur del continente americano, con el caribe a boca de jarro y la gasolina más barata que el agua de grifo. Así nos veía el inglés y no pude sino abonar para que su imaginación siguiese volando, poniéndole color al asunto, con un nivel de exageración que visto en el tiempo no era tanto. En fin, que el sujeto se entusiasmó de tal forma que me dijo que sus próximas vacaciones serían en mi país y nos despedimos con un fuerte apretón de manos no sin antes pedirme que me tomase una foto con él, para poder decirle a sus amigos que había conocido a un venezolano.






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