Mérida, Abril Jueves 18, 2024, 02:26 am
Hemos escuchado con atención, leído con detenimiento y hemos analizado
el tema del sensible fallecimiento de una profesora de la Universidad de Los Andes
(ULA) y, junto a ella, la situación de salud de su esposo, un connotado
académico de nuestra Casa de Estudios Superiores.
Al principio la información generada por los mismos cuerpos de seguridad
y prevención del Estado, luego la multiplicación del hecho noticioso -como es
normal-, después los familiares expresando lo que consideran prudente en un
hecho profundamente doloroso, convertido además en una noticia pública y
notoria, a la final una conclusión para algunos: La culpa es de los medios de
comunicación social y de los periodistas.
A ver. Aquí convergen dos problemas que van más allá de los medios y de
comunicación social y de los periodistas: 1) Una crisis universitaria sin
precedentes, apuntalada por una política nacional de exterminio de la
universidad venezolana, autónoma, espacio del debate plural, libre y democrático;
y 2) La situación de los jubilados, de las personas de la tercera y cuarta edad.
Ambos problemas se unen en la noticia que nos ocupa pues las personas
involucradas son profesores de la Universidad de los Andes, uno de ellos un
importante investigador, escritor, académico y catedrático que, a la par, son
víctimas de: 1) La destrucción de la universidad nacional; y 2) De la derruida acción
del Estado venezolano hacia los jubilados. Esos hechos convierten la noticia tímida
del fin de semana en un hecho que se catapulta en el horizonte informativo.
No es culpa de los medios, ni tampoco es culpa de los periodistas y más
allá de la culpa es la consecuencia de lo que vivimos en la Nación.
No se trata de dos profesores. Es la noticia que deja ver la profunda
desidia hacia la institución universitaria que a esta hora, por cierto, no se
ha manifestado de forma institucional; y es la acción impúdica del Estado
nacional hacia los jubilados que padecen, se deshidratan, no comen, no tienen
acceso a los servicio de salud pública -menos privada- y fallecen abandonados
en su apartamento de toda la vida, en su casa de siempre, en lo quedó de la
vida universitaria de entonces.
Es imprudente la repartición de culpas, la distribución de insultos y la
capacidad irresponsable de siempre de no asumir el problema por parte de
quienes lo han producido. A la final los verdaderos culpables logran zafarse de
la embarazosa situación, acusan a otros y la culpa es de los medios de
comunicación, de los periodistas y por que no de las sanciones y el bloqueo.
Mérida 26/01/22