Mérida, Noviembre Martes 12, 2024, 05:51 pm
Pirámides escondidas y enormes fortalezas en la
selva. Granjas y canales esparcidos en los pantanos. Autopistas que atraviesan
matorrales de la selva. Son parte de las más de 61.000 estructuras mayas
antiguas cubiertas por la vegetación en las tierras bajas tropicales de
Guatemala, que los arqueólogos finalmente han descubierto gracias a una
tecnología láser de mapeo llamada lídar.
Los descubrimientos, publicados el 27 de septiembre
en Science, ofrecen un panorama sobre cómo los antiguos mayas alteraron el
paisaje alrededor de ellos durante más de 2500 años —desde alrededor del 1000
a. C. hasta el 1500 d. C.—, y tal vez modificará lo que los arqueólogos piensan
que sabían sobre aspectos de la sociedad antigua, como el tamaño de la
población, las prácticas agrícolas y los conflictos entre dinastías que se
enfrentaban entre ellas.
Los antiguos mayas florecieron en lo que actualmente
es el sur de México, Guatemala, Belice y el oeste de Honduras. Cuando
desaparecieron, dejaron atrás una rica historia escrita pintada e inscrita en
madera, piedra y cerámica. Relatos de reyes, reinas y guerra están detallados
en complejos jeroglíficos.
“Estás viendo
a una serie de reinos todos involucrados en esta historia política al estilo de
Juego de tronos en la que se casaban, peleaban, se mataban entre ellos y se
traicionaban”, dijo Thomas Garrison, un arqueólogo en la Universidad de Ithaca
y uno de los autores del artículo. “El lídar revela el escenario en el que se
desarrollaron estos dramas registrados en los textos”.
El lídar es similar al sonar o al radar, pero usa
ráfagas de láseres para mapear un área.
En 2016, Juan Fernández-Díaz, un investigador sénior
en el Centro Nacional para Mapeo Láser Aerotransportado en la Universidad de
Houston, sobrevoló junto a su equipo más de 2000 kilómetros sobre las copas de
los árboles, y por cada segundo que volaron el lídar envió alrededor de medio
millón de pulsos láser.
“Estás viendo
a una serie de reinos todos involucrados en esta historia política al estilo de
Juego de tronos“.
“Básicamente
es como cortar el césped. Es ir para adelante y atrás, volando líneas muy paralelas
a lo largo de la selva”, dijo Fernández-Díaz.
El mapa 3D que realizaron reveló nuevos asentamientos con viviendas y templos, fortificaciones para la defensa como zanjas y fosos, así como terrazas agrícolas y caminos.
“Quedé asombrado muchas veces a medida que abría
estas imágenes”, dijo Francisco Estrada-Belli, un arqueólogo de la Universidad
de Tulane en Nueva Orleans.
Para él, la sorpresa más grande fue descubrir vastas
áreas de humedales llenas de canales. “Todos estos cientos de kilómetros cuadrados
de lo que pensamos que era pantano inutilizable realmente era parte de la
tierra agrícola más productiva”.
Dijo que cuando los mayas estaban ahí, sus granjas
probablemente se asemejaban a lo que vemos en la actualidad en el sureste de
Asia.
El equipo, cuya labor fue financiada por la Fundación
Patrimonio Cultural y Natural Maya (PACUNAM), anunció en febrero a través de
National Geographic de que habían descubierto las ruinas y ahora han completado
su análisis.
“Este es el
estudio más amplio de su tipo en Mesoamérica hasta la fecha”, dijo Marcello
Canuto, también arqueólogo de la Universidad de Tulane.
A partir de los datos, el equipo calcula que tal vez
había entre siete y once millones de personas viviendo en las tierras bajas
centrales de los mayas durante el que es conocido como el período clásico
tardío, que duró desde alrededor del 650 d. C. hasta alrededor del 800 d. C.
“Cuando hablas
de tres o cuatro veces más de personas de las que previamente habías pensado,
tienes que reconsiderar cómo se alimentaban, cómo se relacionaban y cómo
manejaban la sobrepoblación”, dijo Garrison.
Después de construir su mapa, los miembros del equipo
volvieron a visitar partes de la selva que habían estudiado previamente para
verificar que las estructuras que identificaron a través del lídar realmente
existieran. Canuto descubrió un camino que dijo que no podía creer que no
hubiesen visto previamente.
“Fui al lugar
inmediatamente y pensé: ‘¡Oh, dios mío, ahí está!’”, dijo. “Y después caminé
por él”.
A Garrison, el mapa lídar le reveló que a solo
treinta metros del lugar en el que alguna vez trabajó arduamente en la selva
durante su investigación, había una fortaleza oculta por el follaje.
“El poder del
lídar me impactó primero a través de las imágenes”, dijo. “Sin embargo,
llevarlo al mundo normal del trabajo de campo fue asombroso”.
Nicholas St. Fleur es un reportero de la sección de
Ciencia que escribe sobre arqueología, palentología, espacio y otros temas.
Comenzó a trabajar en The New York Times en 2015. Antes, fue editor asistente
en The Atlantic.
c.2018
New York Times News Service