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La migración venezolana contada 1.700 veces de su puño y letra

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Douglas Lyon, médico y veterano cooperante de Médicos sin Fronteras (MSF), empezó a ofrecer un cuaderno en blanco a los desplazados de Venezuela que llegaban a Colombia para que escribieran su historia. Ya ha recabado miles de ellas, un testimonio de la diáspora muy valioso y de gran valor terapéutico

¡Compro cabello! ¡Compro cabello! Este es uno de los gritos que se escuchan en el anárquico mercado informal con el que se encuentran los migrantes que acaban de cruzar el paso fronterizo entre Venezuela y Colombia. Ya sea por el Puente Internacional Simón Bolívar, si es que pueden pagarse las tasas y presentar los permisos adecuados, o por las diversas vías informales e ilegales (trochas), una tierra de nadie donde proliferan traficantes, coyotes y abusadores de toda índole.

¡Compro cabello! Una temblorosa muchacha venezolana, casi una adolescente, se acerca al intermediario y negocia la venta de su hermosa cabellera por 50.000 pesos colombianos (unos 13 dólares). Acaba de cruzar, acompañada por su madre enferma con la esperanza de encontrar tratamiento a este lado de la frontera, para luego seguir la ruta hacia el interior de Colombia, dejando un pedazo de su vida y su linda melena atrás.

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Esta podría ser una de las 1.700 historias humanas sobre la diáspora venezolana que ha venido recogiendo la ONG TodoSomos a lo largo de los 200 kilómetros de carretera que separan Cúcuta de Bucaramanga, una vía peligrosa que se adentra en las verdes y frías montañas del departamento colombiano de Norte de Santander. La joven migrante y su madre enferma seguramente encontrarán algo de alimento y descanso en alguno de los refugios, que han sido instalados para proporcionar asistencia humanitaria en el camino desde que estalló esta crisis. Y puede ser que ahí una de las voluntarias de TodoSomos se le acerque amablemente para invitarla a que escriba su historia en uno de los libros que recogen testimonios de algunos de los 6.000 de migrantes que pasan por ahí semanalmente.

Estos libros de recogida de testimonios escritos a mano son una iniciativa de Douglas Lyon, médico epidemiólogo originario de Oregón, veterano cooperante de Médicos sin Fronteras (MSF) en crisis humanitarias en África, Asia y ahora América Latina, y fundador de TodoSomos. “Los testimonios de las víctimas”, cuenta Lyon, “tienen el valor de documentar una tragedia que se va reproduciendo día a día frente a nuestros ojos. Para los refugiados, contar la propia historia, escribiéndola en un libro, tiene además un valor terapéutico”.

En su carrera en MSF, este epidemiólogo norteamericano aprendió el valor curativo que, para la víctima, tiene dar el testimonio de su tragedia. Hablar, contar en clave autobiográfica la angustiosa experiencia humana por la que se está atravesando tiene sin duda un efecto positivo para la salud mental de estos refugiados.

Más allá del valor documental, histórico y etnográfico sobre la crisis migratoria venezolana, Lyon señala la importancia que tiene para la víctima el sentirse escuchada y valorada, no solo a través del relato oral, sino a través del valor ritual que tiene la escritura a mano que, al fijarse en el papel para que pueda ser leída en múltiples ocasiones, trasciende la volatilidad instantánea de las palabras dichas. Además, cuenta Lyon, “la crisis venezolana ofrece una oportunidad que no existe en Sudán, la República del Congo o Myanmar: la gran mayoría de estos refugiados saben leer y escribir, puesto que fueron escolarizados en un país que fue rico hasta hace poco y donde la educación pública universal era una realidad”.


Para los refugiados, contar la propia historia, escribiéndola en un libro, tiene además un valor terapéutico
Douglas Lyo, impulsor de TodosSomos


Si bien probablemente muchos de ellos no hayan escrito sobre un papel desde hace años, el hecho de que la mayoría de los caminantes puedan plasmar por escrito su experiencia ofrece una oportunidad excepcional para capturar la realidad y la profundidad del drama venezolano. “Es importante que el mundo sepa”, afirma Lyon mostrando los siete volúmenes de testimonios que ya ha acumulado desde que el proyecto empezó a andar.

Quizás por su formación científica, Doug ―como es conocido entre los suyos― da una importancia fundamental a la metodología de recogida y procesamiento de la información. “Nuestra metodología garantizará que quienes elijan escribir confíen en nuestro respeto por el anonimato (si así lo desean), el valor de los testimonios manuscritos y el propósito principal de nuestro trabajo en la defensa y creación de un archivo permanente”.

Desde su cuartel general, instalado en una casa de alquiler en el pueblo de Chinácota, a unos 40 kilómetros de la frontera, este médico coordina la recogida de testimonios cada semana. Organiza a los distintos voluntarios, que despacha cada mañana hacia algunos de los refugios de asistencia humanitaria para los migrantes que existen en la ruta hacia Bucaramanga.

Según las Naciones Unidas, en octubre de 2021 ya había más de 5,9 millones de personas refugiadas y migrantes de Venezuela en el mundo. De ellas, más el 80% se encuentran en América Latina y el Caribe. Si a raíz de la revolución chavista, salieron primero del país las élites económicas, que volaron hacia Miami, Nueva York o Madrid, luego fueron opositores políticos o profesionales liberales de las clases medias que pudieron costearse los vuelos. Pero el agravamiento de la situación en el interior, sobre todo a partir de 2018 ―con el estallido de la violencia en la calle, el continuo cierre del espacio cívico y la dura represión― fue lo que, junto a la hiperinflación, la escasez de suministros básicos y el desabastecimiento, empujó a millones de venezolanos al destino incierto de la migración.

El éxodo venezolano es el más grande que ha visto América Latina en la época moderna
Filippo Grandi, Acnur

“El éxodo venezolano es el más grande que ha visto América Latina en la época moderna”, dijo en Bogotá Filippo Grandi, máximo responsable de la Agencia de Naciones Unidas para las Migraciones (Acnur). Se trata de una de las mayores crisis migratorias del mundo, junto con las de Ucrania y de Siria. De los más de cinco millones que están ahora repartidos por América Latina, 1,7 están en Colombia. Una gran parte de estos migrantes cruzan, muchos de ellos a pie, por la Cordillera Oriental de los Andes colombianos, cuyos pasos alcanza cotas de más de 3.500 metros sobre el nivel del mar.

Para Lyon, el trabajo de TodoSomos no tiene precedentes. Nadie ha podido recoger hasta la fecha tantas experiencias personales y familiares escritas a mano sobre una diáspora tan larga, que en su opinión cumple con una doble función: proporcionar a los migrantes un espacio de empatía en medio de la dureza del camino, y documentar para la historia la tragedia humanitaria de una hemorragia que no para.

Sabiendo que tiene una gran misión entre las manos, Lyon ha conseguido crear una pequeña comunidad de voluntarios venezolanos y colombianos o incluso llegados del lejano Oregón, que se reúnen alrededor de la mesa de su casa al final de la jornada para compartir sus experiencias del día. Con cierta regularidad, cuando los testimonios acumulados se acercan a los 300, se realizan talleres consistentes en lecturas en voz alta en pequeños grupos, donde se identifican las ideas clave y las frases relevantes de cada testimonio, se recogen las observaciones de los lectores, y todo ello es introducido en una base de datos.

El muestreo que efectúan es semi-aleatorio, puesto que los voluntarios buscan, entre los aproximadamente 6.000 migrantes que transitan cada semana por esta peligrosa carretera, caminantes dispuestos a escribir, acercándose a ellos durante sus descansos en los refugios para pasarles los “libros de recopilación de testimonios”. Lyon está convencido de que, con esta iniciativa inédita, se consigue reflejar fielmente la situación y la experiencia de esta población vulnerable, que en esta fase avanzada de la crisis ya abandona su país a causa del hambre, la pobreza extrema y la falta de oportunidades, a menudo cargando con niños de corta edad.

Con una sonrisa empática, los voluntarios piden abiertamente a los migrantes que les cuenten “la historia que le contarías a tu amigo, a tu madre, a tu padre, a tu hermano o a tu hermana”. Y les dicen: “Es importante que el mundo se entere de lo que está pasando, que tu historia no se pierda… que no se olvide”.

Es imposible anticipar si la muchacha que vendió su cabello en la frontera escribirá algún día su traumática experiencia, pero sí sabemos que los libros de Lyon contienen historias de un valor incalculable para documentar la dimensión de esta tragedia.

EL PAÍS







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