DESARROLLO SOSTENIBLE EN VENEZUELA por Luis Loaiza Rincón
Impulsar un desarrollo sostenible en Venezuela no parece
estar en la agenda de prioridades del gobierno. Por el contrario, el deterioro
se hace cada vez más evidente. No se trata de políticas puntuales y desconectadas,
sino de una filosofía de gobierno a partir de la cual se revierta el
subdesarrollo con un sistema de políticas de corto, mediano y largo plazo.
Hoy no podemos hablar de desarrollo si éste no es sostenible,
o sea, respetuoso con el planeta. Pero no se trata de anclarse en enunciados
abstractos, sino de avanzar con decisiones y políticas públicas coherentes y sujetas
a evaluación continua.
En esta materia hay compromisos internacionales suscritos
por la República que son poco menos que letra muerta. La Declaración de Río, la
Agenda 21, la Declaración de Doha, el Consenso de Monterrey y la Carta de la
Tierra, para nombrar algunos, establecen con claridad lo que se tiene que
hacer. No hay necesidad de improvisar cuando sólo queda cumplir lo acordado.
El desarrollo sostenible requiere promover el crecimiento
económico sostenible, apoyar la implementación de políticas públicas para
reducir la pobreza y la desigualdad social, la generación de empleo y la
promoción de un desarrollo con justicia, equidad e inclusión social.
Esto pasa por ejecutar medidas integradas en salud humana y
ambiente para asegurar que la salud y el bienestar de la población se expresen
en decisiones y políticas concretas. Se debe promover la responsabilidad social
y ambiental y crear los instrumentos económicos, fiscales y tributarios para la
promoción del desarrollo sostenible.
Debemos aumentar y proteger la diversidad biológica del
país, lo cual pasa necesariamente por aumentar la superficie boscosa y el manejo
sostenible de los recursos forestales, reduciendo significativamente las actuales
tasas de deforestación. Hay que incrementar significativamente la superficie
del territorio ambientalmente protegida y hacer respetar las existentes. Se
deben adoptar marcos de regulación para el acceso a los recursos genéticos así
como para la participación justa y equitativa en los beneficios derivados de su
utilización.
La gestión de los recursos hídricos no puede seguir
posponiéndose y esto incluye mejorar y fortalecer la institucionalidad para el
manejo integrado de cuencas y acuíferos. También es importante implementar planes
de acción ambiental para el manejo integrado de la zona costera. Hay que
mejorar la calidad de los efluentes y disminuir la descarga de contaminantes a
cuerpos de agua superficiales y subterráneos así como a la zona costera.
Debemos ocuparnos de la transformación del medio urbano
desde el enfoque de las ciudades sostenibles y ello implica volver a los planes
y políticas de ordenamiento territorial. Se deben incorporar instrumentos para
la gestión de riesgos en los planes de ordenamiento.
Si queremos avanzar nos toca reducir la superficie del
territorio sometida a erosión, salinización y otros procesos de deterioro del
suelo; así como enfrentar el problema de la concentración de emisiones
contaminantes en el aire y la contaminación del agua. De igual forma es
perentorio avanzar en la ampliación de la cobertura de los servicios de agua
potable y de tratamiento de aguas residuales.
El problema de los desechos sólidos se agrava en todas
partes y para ello hay que implementar urgentes medidas que reduzcan significativamente
la generación de desechos sólidos (domiciliarios, industriales y hospitalarios)
y promover, entre otros, el reciclaje y el reúso.
Hoy somos más vulnerables ante los desastres naturales y
esto nos obliga a fortalecer la gestión de riesgos, la formulación de un
sistema de alerta temprana y la formación de grupos de respuesta inmediata.
Por si fuera poco hay que implementar políticas y planes
para reducir riesgos ambientales causantes de daños a la salud, en especial las
de transmisión hídrica, por vectores, por contaminación atmosférica y por
exposición a sustancias químicas. Se deben ampliar los espacios saludables per
cápita y la puesta en marcha de proyectos y programas de desarrollo sostenible
que contribuyan a la generación de empleo y a evitar las migraciones y el
desarraigo.
Estamos obligados también a impulsar el uso de energías renovables.
Hay que establecer cuanto antes un sistema de incentivos económicos para
proyectos de transformación productiva e industrial que ahorren recursos
naturales y energía, y reduzcan la contaminación de aguas, suelo y aire.
Sin educación ambiental tampoco se producirán avances. Se
debe mejorar y fortalecer la incorporación de la dimensión ambiental en la
educación formal y no formal, en la economía y en la sociedad al tiempo que se
dedican recursos a la formación y capacitación de recursos humanos. En este
sentido se debe erradicar el analfabetismo y universalizar la matrícula de
enseñanza básica y secundaria y crear los mecanismos de participación en temas
de desarrollo sostenible, con representación gubernamental, no gubernamental y ciudadana.
Qué duda cabe, también en esta materia falta mucho por
hacer.