Mérida, Marzo Domingo 16, 2025, 06:59 pm
Ya en 2023 y pudiendo haber emigrado tranquilamente en 2017, una amiga
muy querida me dice que está desesperada por salir de Venezuela. En una
época, su belleza fue proverbial, pero con tantos años de dieta a base
de carbohidratos, exhibe una desproporcionalidad corporal propia de la
gente malnutrida. Obviamente la está pasando mal y su terquedad por no
haber migrado antes en realidad era solo temor a que no le fuese bien en
otra parte. Pero aun en los espíritus más conformes, el deseo de una
vida mejor en un mundo que es casi infinito puede emerger con la fuerza
de una explosión volcánica. Mi única recomendación, dado que ya tomó la
decisión de escapar de Venezuela, es que al menos se configure un plan y
que trate de que el destino al cual va a arribar sea lo menos hostil
posible. Emigrar es renacer, precisamente porque cuando migramos, una
parte de nosotros muere.
En caída libre
Hubo una
falsa fumarola de esperanza en relación con una supuesta mejoría de la
situación del que una vez se pensó que podía ser una potencia emergente.
Ni será potencia emergente ni mejorará en su sentido profundo. La
dimensión honda de una sociedad es aquella en la cual lo humano le da
sentido a lo valorativo. En el país donde nací eso se perdió y la
posibilidad de recuperarlo va a tardar tanto tiempo que probablemente se
nos vayan varias generaciones en el proceso. Ese país, que es mi país,
al cual conozco en su plenitud, actualmente pasa por un largo letargo de
falta de vitalidad lo cual se asemeja más a lo que subyace en el
subsuelo que lo que es capaz de desplazarse con la brisa del tiempo. En
la historia de la civilización ha habido varias sociedades suicidas.
Venezuela es una sociedad suicida, con muchas personas desalmadas que
lograron doblegar el mínimo sentido de justicia y las consecuencias
apenas las estamos viendo.
Corre, ardillita, corre
He vivido en casi una docena de
lugares durante mi vida. Ser trashumante me ha permitido conocer sitios y
situaciones que de alguna manera terminaron por forjar mi carácter y mi
manera de ser. Pero particularmente he podido adentrarme en el alma de
lo humano a más no poder y ver muy de cerca y de manera personal lo más
atroz y lo más sublime de aquello que somos. Tengo amigos que presumen
de ser mis amigos porque creen que no confío en nadie y precisamente es
lo contrario. Si soy una persona que vive y lucha es porque soy capaz de
creer en lo humano y por encima de todo, soy de los que deposita su
confianza en el otro. Porque si a ver vamos, si depositamos nuestra
confianza en una persona y la vulnera, más pierde esa persona que
nosotros mismos porque entendemos que la amistad es un milagro y como
tal solo puede ocurrir de manera muy excepcional. Por eso es por lo que
cuando alguien cercano me pregunta lo que pienso, sabe que por más que
intente dorarle la píldora, le voy a decir la verdad. La verdad es
redentora y las fantasías solo hacen que lo inevitable se posponga.
Libros, artículos, cuentos, relatos, ensayos, ciencia
Como
no se puede clasificar a una persona, forzamos el tener que ubicarlo en
algún lugar para sentirnos tranquilos y evitar que el otro parezca
amenazante. Cuando fui catedrático de la Universidad de Los Andes, en
Mérida, orgullosamente puedo decir que mis libros eran los textos que
usaban mis estudiantes. Desde temprana edad escribo en la prensa y el
artículo de aparición semanal me mantiene en forma para seguir
escribiendo, siendo una suerte de entrenamiento. Los ensayos han sido
parte de mi manera de exponer lo que creo sobre los asuntos que me
interesan y consciente de que hay cosas que sólo lo literario puede
abordar, he escrito cuentos y textos con claves totalmente narrativas.
Lo científico, ligado con mi quehacer literario ha aparecido en muchas
publicaciones de revistas reconocidas. En esas y otras experiencias en
las cuales he logrado exponer lo vivido he invertido gran esfuerzo y
energía. También en tratar de darle sentido a cuanto me ocurre y me
circunda y me hice filósofo. Tal vez esa hoja de ruta me satisfaga
cuando me detenga. Por lo pronto mantengo los motores a punto para
seguir la aventura.
El pequeño mundo
El mundo se
puede hacer chico si no somos capaces de precisar el exacto momento en
que debemos tomar decisiones. Tal vez no haya nada peor que no tomar una
decisión en su debido momento porque tiene que ver con la capacidad de
ser predictivos, lo cual es algo intuitivo, asunto que la experiencia va
perfeccionando. La quietud malsana y pusilánime es propia de quien se
niega a volar. Tal vez por eso, pese a cualquier sugerencia que le pueda
dar a mi amiga, todo camino va a terminar en el mismo adagio: Es mejor tarde que nunca.
Filósofo, psiquiatra y escritor venezolano.
@perezlopresti