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El Clandestino de los Perseguidos: Jesús Sanoja Hernández por Orlando Oberto Urbina

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El Clandestino de los Perseguidos: Jesús Sanoja Hernández por Orlando Oberto Urbina


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“Ando buscando las cuerdas con qué atar mi duelo”

 

Esta nota en uno de sus libros nos lleva a descubrir a ese hombre al cual el periodismo y la literatura le corrían por sus venas como el gran río Orinoco, de donde venía pleno del sentimiento de la tierra amada; la gran patria que había soñado, y que siempre estuvo presente en sus escritos tanto periodísticos como poéticos. Su ejercicio particular lo llevó a ser un perseguido de las dictaduras militares que siempre han odiado a la sociedad civil que no se para en sumisiones, sino que es desobediente como el cuero seco: que si lo pisas por un lado, por el otro se levanta. Sanoja fue un hombre que dio la sangre y la piel por su país, por lo cual merece gran respeto.

 

Su amigo, el periodista Simón Alberto Consalvi, prologó su último libro "Entre Golpe y revoluciones”.

 

Sanoja Hernández se vino a Caracas desde Tumeremo, estado Bolívar, el portal de la selva y de la minería. A la edad de 14 años, Jesús Sanoja Hernández era un muchacho lleno de muchas expectativas, pero muy claro en su trajinar de periodista y escritor. Cabalgando sobre su pluma de las letras se dio a conocer a nivel nacional. Se graduó en letras en la UCV y finalizó siendo periodista de opinión e investigación crítica desde las páginas de esa gran escuela que fue El Nacional. Fundó revistas, ejerció la docencia literaria y política en la Alma Mater de la UCV.

 

Jesús Sanoja Hernández es un personaje del periodismo investigativo y literario que ha quedado en el olvido; un luchador por la libertad de expresión y la democracia, un hombre que se atrincheró en su discreción. Uno de los personajes más importantes del siglo XX, como también ser uno de los más eminentes venezolanos. Su lucha le ganó el nombre de "el clandestino de los perseguidos". Fue un ilustre hombre de letras que militó en la utopía de los sueños, y se consagró entre sus seguidores y amigos de la democracia y la libertad de expresar a grandes vientos su poesía.

 

Jesús Sanoja Hernández trabajó como investigador a tiempo completo, dedicaba horas enteras a los archivos del diario El Nacional. El poeta manifestaba que los archivos eran espacios de indagatoria donde, principalmente, se podía tener una vivencia de encantamiento por las colecciones y propuestas que hay en esos materiales tan interesantes para una sociedad que debe interesarse más por saber lo que ha sucedido en el tiempo, sobre todo en un país como el nuestro que atesora semejante historia. Además, Sanoja recalcaba que no hay profesión sin archivo. Sus amigos lo colocan al lado de Enrique Bernardo Núñez, Antonio Arráiz y Ramón J. Velázquez, como periodistas de oficio que marcaron huellas imborrables en los periódicos de la Venezuela contemporánea.

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Este periodista y escritor realizó varios ensayos sobre Miguel Otero Silva, Rómulo Gallegos, Carlos Soublette, Rufino Blanco Fombona, Salustio González, así como de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Señalaba Simón Alberto Consalvi que Jesús Sanoja Hernández conocía a fondo la historia venezolana del siglo XX, la historia del periodismo y la historia contada por el periodismo. Igualmente, era testigo de los organismos y los periodistas de la resistencia dentro y fuera del país contra la hegemonía dictatorial andina.

 

También, con su sapiencia, nos indicaba que éramos como un país de conejillas, pues aún vivimos en un país sin rumbo dominado por el azar del petróleo y el oro. Ésa fue una de sus grandes crónicas del siglo XX, la cual nos deja una serie de lecciones no aprendida en el siglo XXI.

 

Este periodista tuvo que utilizar diferentes seudónimos para que la dictadura no lo ubicara: Edgar Hamilton, Marcos Gárban, Mastín Gárban, Juan Francisco Leiva, Eduardo Montes, Manuel Rojas Poleo, o Pablo Azuaje. Su obra es extensa, y cuenta la historia de medio siglo, con valoración y testimonios plurales. Vivió como observador crítico, militante, político, todo un venezolano integral.

 

Su obra poética es poco conocida, pero nos traslada a una literatura que nos dibuja la imagen de una Venezuela que sufrió y sufre todavía los embates de los designios que vive la patria, construidos desde sus persecuciones y testimonios en su libro “Gente del Orinoco”. Velia Bosch lo describe como un poeta crítico. Jesús Sanoja Hernández fue  cofundador de las revistas literarias Cantaclaro y Tabla Redonda, además de ser colaborador de El Venezolano, el quincenario Deslinde y el diario La Extra. Su libro de poesía La mágica enfermedad, perteneciente a la colección Actual, serie poesía, editado en Mérida en 1969, conserva un texto de Juan Liscano que lo define como un poeta de escritura hermética, ritual, elusiva y exultante.

 

 

VIENDO EL BOSQUE

 

El bosque se ilumina en bejucos, salen sus gritos

de transparentes gallos, acumulados cristales

a ras de fuego arman escape al igual que orquídeas

y zumban toros fantásticos en el centro de la llama.

 

Sea el brillo. y su espanto metido en clavo

sobre la tabla del espíritu. sea el copete colorado,

el incendio en curvas, el violáceo anuncio de sequía,

la sacudida de orejas en cada animal que corre, la esmeralda

en la fiera sin lomos, el papagayo dulce entre las lianas.

 

Antes de caer

el agua

en este turbulento huerto de los dioses.

 

 

 

EL TIRANO

 

El pez vivo como un caballero medieval, algo reluciente

en sus dedos de nave, ese pez que nada en la historia

de aquí a allá, de acá a la vagina caprichosa del amor,

ese pez no importa que muera y quede, podrido, en su desgaste;

un pez así es breve escalofrío de la existencia.

 

Más príncipe que el sol, ese pez de siempre es ahora,

es escama, es tiempo sedicioso, una marejada floral

sobre pardas rocas, la vanidad bañada en aguas súbita.

 

El pez en la mudez obscena. el tiempo con sus movimientos

en la cifra. Bate el mar y llega a cúpula, a designio.

 

 

FENÓMENO CELESTE

 

Cambio de planos en las alturas, joyas,

desahogo del espacio en una red.

La peripecia del rayo es triste reino

diez mil años más tarde del fulgor.

Virajes de neblinas, tumba y huele la inmensa azucena

al envolver pupilas sin reposo:

llueve mucho:

llueve hasta quedar ciego el ejercicio luminoso.

 

Desgránese el párpado

frente al celaje, corren cabras como ante un cazador de miedos,

se comprime el cilindro, ya es un flujo de sustancias

y una cirugía de sueños

y un trago.

 

Permanezco. En el techo se apaga una gran máquina,

entra por los árboles una manga de astro, toda la operación

es silenciosa, y lo hueco crece para inflar sonidos

y seguir a oscuras dentro del grano.

 

Lentísima palabra como un lamento.

 

Entre aquellas amistades aparece Alexis Márquez Rodríguez, quien expresaba que conoció a Jesús Sanoja Hernández en el antiguo Instituto Pedagógico Nacional en la ciudad de Caracas; además, comentaba que en ese tiempo le llamaban Sanojita a ese hombre que provenía de una tierra lejana de Guayana, y que estudiaba en la vieja sede de la UCV, en San Francisco. También decía que se reunían en el bar La Peña de un portugués que estaba ubicado en la Caracas de aquellos tiempos, de Bolsa a Pedrera. Prosigue Márquez Rodríguez recordando que él mismo tenía una beca de 120 bolívares que le alcanzaba para pagar una residencia en la Pastora con comida y ropa limpia, y que le sobraba dinero para beber cervezas con Jesús Sanoja Hernández y otros amigos de aquella época de estudiantes. Cuando no tenían, el portugués les fiaba.

 

Jesús Sanoja Hernández, periodista especializado en opinión, fue uno de los más completos, mejor informados y brillantes que hayamos tenido en Venezuela. Un maestro en el artículo breve, ágil, sagaz. Durante largo tiempo, firmaba con diferentes seudónimos, tan así que Joaquín Gabaldón Márquez lo llamaba el fugitivo en alusión a una serie de televisión en que el protagonista usaba varios nombres, y vivía clandestinamente. Así como el maestro del periodismo investigativo que fue Jesús Sanoja Hernández.

 

Nació en Tumeremo un 27 de junio de 1930 y vivió hasta los 77años de vida. Falleció en Caracas el 9 de junio de 2007.





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