Mérida, Marzo Sábado 15, 2025, 07:28 pm
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“Ando buscando las cuerdas con
qué atar mi duelo”
Esta nota
en uno de sus libros nos lleva a descubrir a ese hombre al cual el periodismo y
la literatura le corrían por sus venas como el gran río Orinoco, de donde venía
pleno del sentimiento de la tierra amada; la gran patria que había soñado, y
que siempre estuvo presente en sus escritos tanto periodísticos como poéticos.
Su ejercicio particular lo llevó a ser un perseguido de las dictaduras
militares que siempre han odiado a la sociedad civil que no se para en
sumisiones, sino que es desobediente como el cuero seco: que si lo pisas por un
lado, por el otro se levanta. Sanoja fue un hombre que dio la sangre y la piel
por su país, por lo cual merece gran respeto.
Su
amigo, el periodista Simón Alberto Consalvi, prologó su último libro
"Entre Golpe y revoluciones”.
Sanoja
Hernández se vino a Caracas desde Tumeremo, estado Bolívar, el portal de la
selva y de la minería. A la edad de 14 años, Jesús Sanoja Hernández era un
muchacho lleno de muchas expectativas, pero muy claro en su trajinar de periodista
y escritor. Cabalgando sobre su pluma de las letras se dio a conocer a nivel
nacional. Se graduó en letras en la UCV y finalizó siendo periodista de opinión
e investigación crítica desde las páginas de esa gran escuela que fue El
Nacional. Fundó revistas, ejerció la docencia literaria y política en la Alma Mater de la UCV.
Jesús
Sanoja Hernández es un personaje del periodismo investigativo y literario que
ha quedado en el olvido; un luchador por la libertad de expresión y la
democracia, un hombre que se atrincheró en su discreción. Uno de los personajes
más importantes del siglo XX, como también ser uno de los más eminentes
venezolanos. Su lucha le ganó el nombre de "el clandestino de los
perseguidos". Fue un ilustre hombre de letras que militó en la utopía de
los sueños, y se consagró entre sus seguidores y amigos de la democracia y la
libertad de expresar a grandes vientos su poesía.
Jesús
Sanoja Hernández trabajó como investigador a tiempo completo, dedicaba horas enteras
a los archivos del diario El Nacional. El poeta manifestaba que los archivos
eran espacios de indagatoria donde, principalmente, se podía tener una vivencia
de encantamiento por las colecciones y propuestas que hay en esos materiales
tan interesantes para una sociedad que debe interesarse más por saber lo que ha
sucedido en el tiempo, sobre todo en un país como el nuestro que atesora
semejante historia. Además, Sanoja recalcaba que no hay profesión sin archivo.
Sus amigos lo colocan al lado de Enrique Bernardo Núñez, Antonio Arráiz y Ramón
J. Velázquez, como periodistas de oficio que marcaron huellas imborrables en
los periódicos de la Venezuela contemporánea.
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Este
periodista y escritor realizó varios ensayos sobre Miguel Otero Silva, Rómulo
Gallegos, Carlos Soublette, Rufino Blanco Fombona, Salustio González, así como
de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Señalaba Simón Alberto Consalvi que
Jesús Sanoja Hernández conocía a fondo la historia venezolana del siglo XX, la historia
del periodismo y la historia contada por
el periodismo. Igualmente, era testigo de los organismos y los periodistas
de la resistencia dentro y fuera del país contra la hegemonía dictatorial
andina.
También,
con su sapiencia, nos indicaba que éramos como un país de conejillas, pues aún vivimos
en un país sin rumbo dominado por el azar del petróleo y el oro. Ésa fue una de
sus grandes crónicas del siglo XX, la cual nos deja una serie de lecciones no
aprendida en el siglo XXI.
Este
periodista tuvo que utilizar diferentes seudónimos para que la dictadura no lo
ubicara: Edgar Hamilton, Marcos Gárban, Mastín Gárban, Juan Francisco Leiva,
Eduardo Montes, Manuel Rojas Poleo, o Pablo Azuaje. Su obra es extensa, y
cuenta la historia de medio siglo, con valoración y testimonios plurales. Vivió
como observador crítico, militante, político, todo un venezolano integral.
Su obra
poética es poco conocida, pero nos traslada a una literatura que nos dibuja la
imagen de una Venezuela que sufrió y sufre todavía los embates de los designios
que vive la patria, construidos desde sus persecuciones y testimonios en su
libro “Gente del Orinoco”. Velia Bosch lo describe como un poeta crítico. Jesús
Sanoja Hernández fue cofundador de las
revistas literarias Cantaclaro y Tabla Redonda, además de ser colaborador de El
Venezolano, el quincenario Deslinde y el diario La Extra. Su libro de poesía La mágica enfermedad, perteneciente a la
colección Actual, serie poesía, editado en Mérida en 1969, conserva un texto de
Juan Liscano que lo define como un poeta de escritura hermética, ritual,
elusiva y exultante.
VIENDO EL BOSQUE
El bosque se ilumina en bejucos,
salen sus gritos
de transparentes gallos,
acumulados cristales
a ras de fuego arman escape al
igual que orquídeas
y zumban toros fantásticos en el
centro de la llama.
Sea el brillo. y su espanto
metido en clavo
sobre la tabla del espíritu. sea
el copete colorado,
el incendio en curvas, el
violáceo anuncio de sequía,
la sacudida de orejas en cada
animal que corre, la esmeralda
en la fiera sin lomos, el
papagayo dulce entre las lianas.
Antes de caer
el agua
en este turbulento huerto de los
dioses.
EL TIRANO
El pez vivo como un caballero
medieval, algo reluciente
en sus dedos de nave, ese pez que
nada en la historia
de aquí a allá, de acá a la
vagina caprichosa del amor,
ese pez no importa que muera y
quede, podrido, en su desgaste;
un pez así es breve escalofrío de
la existencia.
Más príncipe que el sol, ese pez
de siempre es ahora,
es escama, es tiempo sedicioso,
una marejada floral
sobre pardas rocas, la vanidad
bañada en aguas súbita.
El pez en la mudez obscena. el
tiempo con sus movimientos
en la cifra. Bate el mar y llega
a cúpula, a designio.
FENÓMENO CELESTE
Cambio de planos en las alturas,
joyas,
desahogo del espacio en una red.
La peripecia del rayo es triste
reino
diez mil años más tarde del
fulgor.
Virajes de neblinas, tumba y
huele la inmensa azucena
al envolver pupilas sin reposo:
llueve mucho:
llueve hasta quedar ciego el
ejercicio luminoso.
Desgránese el párpado
frente al celaje, corren cabras
como ante un cazador de miedos,
se comprime el cilindro, ya es un
flujo de sustancias
y una cirugía de sueños
y un trago.
Permanezco. En el techo se apaga
una gran máquina,
entra por los árboles una manga
de astro, toda la operación
es silenciosa, y lo hueco crece
para inflar sonidos
y seguir a oscuras dentro del
grano.
Lentísima palabra como un
lamento.
Entre
aquellas amistades aparece Alexis Márquez Rodríguez, quien expresaba que
conoció a Jesús Sanoja Hernández en el antiguo Instituto Pedagógico Nacional en
la ciudad de Caracas; además, comentaba que en ese tiempo le llamaban Sanojita
a ese hombre que provenía de una tierra lejana de Guayana, y que estudiaba en
la vieja sede de la UCV, en San Francisco. También decía que se reunían en el
bar La Peña de un portugués que estaba ubicado en la Caracas de aquellos
tiempos, de Bolsa a Pedrera. Prosigue Márquez Rodríguez recordando que él mismo
tenía una beca de 120 bolívares que le alcanzaba para pagar una residencia en
la Pastora con comida y ropa limpia, y que le sobraba dinero para beber
cervezas con Jesús Sanoja Hernández y otros amigos de aquella época de
estudiantes. Cuando no tenían, el portugués les fiaba.
Jesús
Sanoja Hernández, periodista especializado en opinión, fue uno de los más
completos, mejor informados y brillantes que hayamos tenido en Venezuela. Un
maestro en el artículo breve, ágil, sagaz. Durante largo tiempo, firmaba con
diferentes seudónimos, tan así que Joaquín Gabaldón Márquez lo llamaba el fugitivo en alusión a una serie de
televisión en que el protagonista usaba varios nombres, y vivía clandestinamente.
Así como el maestro del periodismo investigativo que fue Jesús Sanoja
Hernández.
Nació en
Tumeremo un 27 de junio de 1930 y vivió hasta los 77años de vida. Falleció en Caracas
el 9 de junio de 2007.