Mérida, Marzo Miércoles 26, 2025, 10:49 am
Uno de los objetivos de los actores
sociales y políticos de la vida nacional, en este momento de muchas
definiciones, tiene que ser, necesariamente, el rescate de la credibilidad de
los venezolanos en la acción política, en el desempeño como hecho positivo del
devenir de la democracia.
Es muy corriente escuchar que la
política es sucia, expresión que, en variados casos, ha partido de personas que
estuvieron en partidos, movimientos y organizaciones, y que por variadas
razones no continuaron, especialmente por fallas internas de participación, por
fraudes en convenciones y hasta por pleitos personales.
La política es un oficio de servicio
a toda la sociedad, su ejercicio tiene que partir de una vocación especial o
convencimiento de que todos podemos ejercitarla y, siempre, en medio de una
fraternidad. Por eso, el modelo de violencia del medio oriente nada tiene que
ver con política, sino con la proyección hacia el exterior de resentimientos,
odios y venganzas.
Hoy, la comunidad internacional sigue
con vivo interés el desarrollo político venezolano por numerosas razones, que
van desde lo social, cultural, político, económico, democrático y electoral. No
en vano, son numerosas las agencias del exterior que se ocupan de hacerle
seguimiento a nuestro acontecer para vender sus trabajos a empresarios y
consorcios del mundo.
Nos ven como una sociedad disgregada
en lo organizativo y confundida en los propósitos, simplemente porque aquí no
hay un desenvolvimiento de la política por los cauces normales que se conocen
en todos los países. No tenemos equilibrio de los poderes, es decir que no son
controlables, entre sí, sino que están en un mismo e idéntico propósito
divorciado de lo esencialmente democrático.
No tenemos una estructura partidista
asociada ala actividad de las mayorías de población, sino que hoy la masa
informe o desorganizada es una mayoría palpable. No hay grupos parlamentarios
de gran cuantía que sean distintos, realmente, del sector gubernamental, con
los cuales se podría entablar diálogos provechosos.
No tenemos medios de comunicación que
sean canales de expresión de las ideas, que trabajen en pro de una mejor
cultura política y que permitan proyectar los nuevos actores, que los hay,
aunque muchos también subsisten sin pretensiones de arraigo, arrastre popular y
servicio a la comunidad.
En Venezuela caben nuevos y mejores
partidos, movimientos y organizaciones, y su aparición tiene que ser fruto de
la dedicación sincera, honesta y pulcra de todos sus miembros, y que no se
aprecien como grupos para aprovecharse de las bondades y beneficios del poder
constituido. Esos nuevos grupos o
tiendas políticas, como se les decía en el pasado, deben congregar sectores de
población en edad joven, especialmente profesionales, con visión y claridad de
promover y buscar un país distinto, separados de los efectos contaminantes de
la política reciente y, por supuesto, de los viejos males del pasado, que los
hubo, aunque no en la dimensión que hoy estamos presenciando.
Una nueva política es posible. El reto está ahí. Alcanzar ese modo distinto de hacer las cosas
de la vida pública nacional es una meta alcanzable. Vamos a intentarlo. Mantener la libertad y la
democracia convocan nuestra imaginación y nuestra capacidad humana.