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Rescatar la credibilidad de la política por Edgar Márquez C.

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Rescatar la credibilidad de la política por Edgar Márquez C.


Uno de los objetivos de los actores sociales y políticos de la vida nacional, en este momento de muchas definiciones, tiene que ser, necesariamente, el rescate de la credibilidad de los venezolanos en la acción política, en el desempeño como hecho positivo del devenir de la democracia.

Es muy corriente escuchar que la política es sucia, expresión que, en variados casos, ha partido de personas que estuvieron en partidos, movimientos y organizaciones, y que por variadas razones no continuaron, especialmente por fallas internas de participación, por fraudes en convenciones y hasta por pleitos personales.

La política es un oficio de servicio a toda la sociedad, su ejercicio tiene que partir de una vocación especial o convencimiento de que todos podemos ejercitarla y, siempre, en medio de una fraternidad. Por eso, el modelo de violencia del medio oriente nada tiene que ver con política, sino con la proyección hacia el exterior de resentimientos, odios y venganzas.

Hoy, la comunidad internacional sigue con vivo interés el desarrollo político venezolano por numerosas razones, que van desde lo social, cultural, político, económico, democrático y electoral. No en vano, son numerosas las agencias del exterior que se ocupan de hacerle seguimiento a nuestro acontecer para vender sus trabajos a empresarios y consorcios del mundo.

Nos ven como una sociedad disgregada en lo organizativo y confundida en los propósitos, simplemente porque aquí no hay un desenvolvimiento de la política por los cauces normales que se conocen en todos los países. No tenemos equilibrio de los poderes, es decir que no son controlables, entre sí, sino que están en un mismo e idéntico propósito divorciado de lo esencialmente democrático.

No tenemos una estructura partidista asociada ala actividad de las mayorías de población, sino que hoy la masa informe o desorganizada es una mayoría palpable. No hay grupos parlamentarios de gran cuantía que sean distintos, realmente, del sector gubernamental, con los cuales se podría entablar diálogos provechosos.

No tenemos medios de comunicación que sean canales de expresión de las ideas, que trabajen en pro de una mejor cultura política y que permitan proyectar los nuevos actores, que los hay, aunque muchos también subsisten sin pretensiones de arraigo, arrastre popular y servicio a la comunidad.

En Venezuela caben nuevos y mejores partidos, movimientos y organizaciones, y su aparición tiene que ser fruto de la dedicación sincera, honesta y pulcra de todos sus miembros, y que no se aprecien como grupos para aprovecharse de las bondades y beneficios del poder constituido.  Esos nuevos grupos o tiendas políticas, como se les decía en el pasado, deben congregar sectores de población en edad joven, especialmente profesionales, con visión y claridad de promover y buscar un país distinto, separados de los efectos contaminantes de la política reciente y, por supuesto, de los viejos males del pasado, que los hubo, aunque no en la dimensión que hoy estamos presenciando.

Una nueva política es posible.  El reto está ahí.  Alcanzar ese modo distinto de hacer las cosas de la vida pública nacional es una meta alcanzable.  Vamos a intentarlo. Mantener la libertad y la democracia convocan nuestra imaginación y nuestra capacidad humana.





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