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Míster Sanín: un símbolo de democracia por Orlando Oberto Urbina

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Alfredo Tarre Murzi, mejor conocido como Sanín


Orlando Oberto Urbina

bajarigua@gmail.com

 

En la Venezuela democrática, aquella que perdimos y no supimos cuándo, había hombres y mujeres de gran peso político y filosófico que entendían    -en tiempos de crisis y de malos gobiernos- cómo hacer política contra quienes manipulaban y jugaban al escondido; o, mejor dicho, contra quienes actuaban tal como decía la canción del tamunangue: que usté es corrupto, usté también; que usté es un falso, usté también; que usté es bien feo, usté también…

Así parece uno escuchar ese contrapunteo de un lado y otro, y poco se hace por ejercer una política responsable que detenga los graves problemas que padece nuestra sociedad.

Si viviera aquel hombre intelectual apodado Míster Sanín, ese personaje dueño de un verbo tenaz e irónico que sumaba igual amigos que enemigos. Desde el teclado de una máquina de escribir, o un teclado de computadora, sus escritos ponían a pensar al país; y aquellos que andaban desorientados o fuera del carril político buscaban siempre orientación sobre cuál debía ser la postura ante los acontecimientos.

Fue destacado abogado, escritor, diplomático, político, y periodista de vocación aquel parlamentario venezolano llamado Alfredo Tarre Murzi, mejor conocido como Sanín.

 Nació en Maracaibo el 25 de diciembre de 1919. Su seudónimo fue sacado de aquel personaje creado por Mijail P. Artzibashev creado en la novela Sanín. Una novela macabra y erótica. Tarre Murzi firmaba bajo el nombre de Sanín sus artículos de opinión y sus ensayos políticos en el semanario del partido Unión Republicana Democrática. Comenzó a ser conocido por sus escritos desde 1945. A menudo comentaba que había quedado impresionado por aquel personaje ruso. Además, señalaba que era un periodista frustrado, pero lo trabajaba en la opinión por vocación, y contaba con muy buena pluma por crítica y severa, como era usual en ese periodismo de ayer que ejercían aquellos maestros de la comunicación social en Venezuela.

Este era un hombre con vocación democrática y muy clara en su vida política. Llegó a ejercer varios cargos con mucha dignidad y pulcritud, como debía ser en el ejercicio de la función pública. Tarre Murzi estudió derecho en la Universidad Central de Venezuela; luego fue a Nueva York a hacer cursos de posgrado en la Universidad de Columbia. En 1953 estuvo en Suiza, en la Universidad de Ginebra, completando sus estudios de Derecho Social. Este personaje era un atrevido a todo, porque era inquieto, y se ponía en sintonía con todo lo que debía informarse. Tenía una gran pasión por la información, y estaba siempre al día. Por eso, nadie le metía cuentos al gran Sanín.

Sanín llego a ser electo funcionario para la Organización Internacional del Trabajo entre los años 1952 y 1957. Ejerció con dignidad esa alta distinción que después le permitió llegar a ser Ministro del Trabajo en 1969 durante el primer gobierno del doctor Rafael Caldera. También ejerció la docencia universitaria en la UCV y la UCAB. Sanín era un pertinaz articulista de crónica periodística en el diario El Nacional, conocida como “Palco de Sombra”, y fue autor de varios libros de ensayo que abordaban el entorno político venezolano, además de publicar biografías de personajes relevantes de la historia política y social del país.

Entre  1959 y 1963 fue embajador de Venezuela ante la Organización  de las Naciones Unidas en Ginebra. Su vocación para el trabajo era la característica fundamental de este diplomático que daba a conocer todo lo que se ejercía desde ese importante cargo diplomático para enaltecer la venezolanidad. Con trabajo y sin show mediático, fue director de la revista Signo entre los años 1950 y 1951, junto a Juan Liscano. Fue corresponsal de Venezuela en Ginebra y estuvo presente en la conferencia de los cuatro grandes. Entrevistó a Nikita  Krusckev, que era el hombre detrás del trono, el secretario general del Partido Comunista de Rusia, con el cual consiguió  el trabajo reporteril más importante de su tiempo.

En uno de sus ensayos recogió el hecho cultural como expresión de una sociedad. Aseveró que la democracia había de promover la cultura como elemento fundamental, porque en cambio las dictaduras la cultura no era relevante, pues el arte y la cultura suponen y exigen libertad. En toda su obra nos sorprende por su relevancia y pertinencia, incluso para el siglo XXI.

Este personaje tan valiente se enfrentó a una situación que llevó adelante ante las denuncias de aquel caso de la General Motors en Venezuela, por lo que algunos medios de comunicación quisieron callar a este hombre. La General Motors de Venezuela había construido unos calabozos en su fábrica, donde castigaban y torturaban a los obreros por medio de un alto empleado yanqui y su lacayo, o jefe de relaciones públicas, que era puertorriqueño.

Este vergonzoso episodio fue denunciado por el ministro del trabajo, el doctor Alfredo Tarre Murzi, en aquella rueda de prensa y mediante boletines que, inexplicablemente, los medios de comunicación de masas llegaron a silenciar la noticia para desatender las voces de los periodistas que llevaban las denuncias a los diarios en esa época. Para aquel tiempo era una primicia -en lenguaje periodístico- la grave noticia de la General Motors que en aquellos tiempos fue una bomba que llegó a explotar. El gran Sanín logró convocar a más de cuatrocientos intelectuales, escritores, compositores, músicos, locutores, poetas, fotógrafos, pintores, escultores y periodistas, que acudieron al llamado de aquel ministro del trabajo que se atrevió a llamarlos el 25 de septiembre de 1969. Solamente el diario El Imparcial de Maracay se hizo eco de la denuncia sobre las prácticas policíacas represivas. Dicho diario publicó la noticia el 30 de septiembre de 1969.

Y el silencio, como él lo había dicho, volvió a hacerse cómplice del engranaje que mueven los grupos de presión sobre nuestra libertad de prensa. El ministro del gobierno había denunciado una agresión a que habían sido sometidos varios obreros venezolanos, por causa de personas extrañas a nuestra tierra, y algunas personas, guiadas por apetitos económicos, prefirieron acallar el ultraje que se le hizo a la patria por no perder los miles de bolívares que la Empresa General Motors pagaba diariamente en los avisos publicitarios de todos los diarios, así como el dinero que invertían en todas las emisoras de la capital.

La intolerancia del nefasto presidente Jaime Lusinchi despertó su odio y venganza contra Sanín. Un día, dos malhechores o cabilleros como se denominaban a los grupos parapoliciales, entraron al estacionamiento de su residencia en un apartamento de la urbanización Santa Rosa de Lima. Lo embistieron preguntándole: “¿Tú eres Sanín?”, a lo cual el periodista respondió que sí, y luego los hombres le dieron tremenda golpiza, y lo dejaron casi moribundo. Cuando los hombres lo vieron tendido en el piso, le insultaron diciéndole: “¡Esto es para que  aprendas a respetar!”. Los bandidos ya habían hecho su mandado, y al rato se presentaron algunos medios de comunicación. Incluso el director de la policía técnica judicial. Algunos canales de televisión transmitieron la noticia, pero poco después todo fue sacado del aire por órdenes superiores.

Los dólares preferenciales, en esa época, eran un arma de subyugación para algunos directores de medios de comunicación social.

 Alfredo Tarre Murzi falleció en Caracas en el 2002. Fue uno de aquellos hombres más dedicados al país. Estuvo preso por sus ideas, y nunca dejó de ser ese  hombre luchador por la esperanza democrática. Fue exiliado político y sufrió varios atentados. De él nos quedan sus enseñanzas, y ese pequeño vestigio de organización política, de valentía, de opinión, de asociación gremial. Hoy de él nos queda una bandera, una leyenda y un símbolo de combate por la vida. Su esposa Mercedes Pulido de Briceño, falleció en 1988. Era su compañera de codo a codo, y con su muerte sintió la soledad. Una vez escribió que “la vejez es un fardo cada día más pesado, todavía quedan cosas por escribir y unas cuántas vainas por echar”.





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