Mérida, Marzo Miércoles 26, 2025, 10:30 am
El pasado 11 de
febrero la Iglesia celebró la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, con tal
ocasión se realiza en la Iglesia Universal la Campaña del Enfermo, que se cierra el 5 de mayo, con la Pascua del enfermo. Este año llegamos a la
XXXII Jornada Mundial del Enfermo. Para reflexionar en torno a este
acontecimiento el Papa Francisco ha hecho público su mensaje para esta Jornada que encabeza con el título, “No
conviene que el hombre esté solo”. Cuidar al enfermo cuidando las relaciones.
El Santo Padre nos recuerda
a los cristianos que estamos especialmente llamados a
hacer nuestra la mirada compasiva de Jesús. Estamos ante un mundo que pide
compasión a tantos que sufren y están solos, e incluso marginados y
descartados. Nos dice el mensaje que
contamos con el amor recíproco que Cristo Señor nos da en la oración, sobre
todo en la Eucaristía. El llamado por
tanto es a que sanemos las heridas de la soledad y del aislamiento. Insiste el
Bergolio sobre el gran desafío a todos los “hombres de buena voluntad” para que
cooperemos
a contrarrestar la cultura del individualismo, de la indiferencia, del
descarte, y hagamos crecer la cultura de la ternura y de la compasión. Los enfermos,
los frágiles, los pobres, señala el papa Francisco, están en el corazón de la
Iglesia y deben estar también en el centro de nuestra atención humana y
solicitud pastoral.
El tema de este año es
“No conviene que el hombre esté solo”,
tomado del Libro del Génesis (2,18). Iluminación bíblica que nos permite tomar
conciencia de tantos ancianos, minusválidos, hermanos de condición especial que
hoy son excluidos de la máquina social y causan al mundo malestar y carga,
hasta el punto de promover campañas contra el don de la vida como la eutanasia.
Todo esto como resultado de la cultura del descarte que tanto denuncia el Papa
Francisco. Los enfermos son a menudo, por desgracia, los descartados.
"Intentar salir de esta cultura del descarte requiere ante todo una conversión
del corazón y de la mente que nos permita mirar con ojos nuevos la realidad de
la enfermedad y, sobre todo, la persona del enfermo.
El Papa nos invita a
dirigir nuestra mirada más allá de las simples apariencias del simple hecho
biológico de una patología o dolencia, es tener la capacidad de discernir el
sentido profundo que esconde el misterio del dolor y que nos interpela a todos,
desde los médicos, los agentes sanitarios, los familiares y a las mismas
comunidades cristianas, para hacernos más humanos, más cercanos y sentir en
nuestra propia carne el dolor de cada hermano.
Es hora de reflexionar
sobre la mentalidad imperante de ver a los ancianos y a los enfermos como
descartados, marcados por la experiencia del abandono y de la soledad, tan
dolorosa e inhumana tantas veces. Y pasar a valorar la riqueza de sus
experiencias y sabiduría que son camino maduro de fe.
Desgraciadamente, esta
lógica también prevalece en determinadas opciones políticas, que no son capaces
de poner en el centro la dignidad de la persona humana y sus necesidades, y no
siempre favorecen las estrategias y los medios necesarios para garantizar el
derecho fundamental a la salud y el acceso a los cuidados médicos a todo ser
humano. Al mismo tiempo, el abandono de las personas frágiles y su soledad
también se agravan por el hecho de reducir los cuidados únicamente a servicios
de salud, sin que éstos vayan sabiamente acompañados por una “alianza
terapéutica” entre médico, paciente y familiares. Nos hace bien volver a
escuchar esa palabra bíblica: ¡no conviene que el hombre esté solo!
Por último, el mensaje nos recuerda que el primer cuidado del que tenemos
necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y de
ternura. Por eso, cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar sus
relaciones, Es tiempo de rescatar el proyecto de comunión original de Dios, hemos
sido creados para estar juntos, no solos.
Necesitamos hombres y mujeres con la actitud de la ternura que alivia las
heridas del hermano que sufre. Hemos sido hechos para el amor, estamos llamados
a la comunión y a la fraternidad.
Encomendémonos a María Santísima, Salud de los Enfermos, para que interceda
por nosotros y nos ayude a ser artífices de cercanía y de relaciones fraternas.
Mérida, 25 de febrero de
2024