Mérida, Marzo Sábado 22, 2025, 05:06 am
Orlando Oberto Urbina
A Ysabel González de Urbina y sus hijos
Era un médico venido de las más humildes clases sociales. Desprendido de
toda comodidad, Secundino Urbina era un galeno de ésos que amaba su carrera de
medicina; un ser sencillo y lleno de grandes ejemplos. Solidario, hombre de
alpargatas y de vestimenta sencilla. Cuando alguien así se anda por estas
calles solitarias de esta añorada y querida ciudad de ventanales coloniales con
una historia inmensa por dentro, uno se da cuenta que Coro es la raíz de
Venezuela, y sentimos la impronta de ilustres hombres y mujeres que hicieron de
esa ciudad la mejor y más agradable vivencia. La gente de Coro tiene la
particularidad de acoger en su seno al que llega de afuera, y lo hace coriano
de sentimiento y apego a sus costumbres.
Desde esa comarca, el doctor Secundino Urbina se hizo leyenda viviente
de haber hecho de la medicina la manera más sencilla y humilde de atender al
más necesitado. Recuerdo que enseñaba a sus discípulos de la escuela de
Medicina de la Universidad Experimental Francisco de Miranda (UNEFM) a practicar
la atención humana, la no prepotencia, y el respeto a los mayores del pueblo,
quienes usaban la medicina natural para curar a su gente. Secundino fue uno de
los tantos que lucharon para que Falcón tuviera una Universidad. Una vez lo fui
a visitar en donde quedaba el viejo hospital Antonio Smith, y recuerdo que le sugería
a sus médicos -que les tocaba cumplir con el artículo 8 del Ministerio de
Sanidad- que cumplieran con la rural. Les explicaba la manera de abordar la
comunidad y escuchar a las abuelas o abuelos en cuanto a algunas enfermedades,
y cómo abordarlos sin ninguna pedantería y escuchando la sabiduría popular para
que se pudieran corregir, y pudieran darle mayor confianza a la gente.
En mi pueblo, el Vínculo de Curaidebo, ubicado en el Municipio Falcón, en la medicatura o dispensario del pueblo, estos médicos se esmeraban en organizar las comunidades, daban charlas sobre enfermedades y enseñaban a la gente a dar primeros auxilios, ya que si por cierta circunstancia no estaba el galeno, se podía actuar en casos de emergencia, como un parto o un infartado. Todo eso era una brújula que muchos orientaban por esas enseñanzas de Secundino Urbina. Los domingos, nos reuníamos estudiantes y comunidad interesada en la lectura; nos reuníamos en un “café tertulia” en medicina, y allí compartíamos e intercambiábamos libros que no habíamos leído, ya que en la próxima sesión nos tocaría hablar de ese autor. Esas tertulias las organizaban, y se repartía el café que él mismo compraba. Uno se sentía bien agradado por esas lecturas y análisis que nos exigía exponer.
Secundino Urbina, el maestro que nos dio luz en aquellas charlas, nos
enseñaba la importancia de leer y escribir. Además de Secundino, también nos guiaban ilustres
maestros como el poeta Álvarez, Eudes Navas, Ibrahim López García, Olga Elena
de Curiel, Paúl González Palencia, Minerva Hurtado y Omar Hurtado en Coro. Nos
daban orientaciones -unos sobre literatura y otros de política- Polito Acosta
Blanco, Juan Orlando Aguilar (el Gavilán), Cruz Sierra Graterol, Freddy Eizaga,
Hugo Fernández Oviol y Carlos Martínez Bueno, entre otros. La vida estudiantil en el Tecnológico “Alonso
Gamero” de Coro fue una escuela de enseñanzas y preparación para la vida.
Secundino
Urbina era un hombre polifacético. Llegó a publicar una inmensa cantidad de
libros. Uno en particular que logramos analizar en grupos era aquel libro La Universidad de Caracas; debo decir que era un personaje como salido de
una película de Buñuel. Nunca lo vi de corbata y paltó; eso daba una sensación
de ser una persona parecido a todos nosotros. Cuando me tocó liderar la huelga
de hambre por los sin cupos en el Tecnológico con el compañero Eddy Timaure y
otros estudiantes del “Alonso Gamero”, fui a visitar a Secundino en el barrio
Bobare, donde siempre residió, y fui a preguntarle su opinión sobre mi incorporación
a la huelga de hambre. Me respondió: “Cónchale tú siempre has estado en huelga
de hambre, échale bolas, pero debes tener mucho cuidado con una úlcera”.
Se ganaba el cariño de sus estudiantes de la escuela de medicina, así
como de su gente que lo conocía: la gente del barrio más populoso de Coro, el
barrio Bobare. También lo querían los campesinos de Curimagua, de Dabajuro, de
Mirimire, o mejor dicho, de los cuatro puntos cardinales de la geografía
falconiana. Secundino era un docente con un acervo de conocimientos no solo de
medicina, sino también de historia, crónica, cine, y sabía de la lucha del
pueblo por la defensa de sus derechos. Estuvo ligado al Partido Comunista de
Venezuela. En Coro trabajó en la campaña para ser Concejal por el Municipio
Miranda de la capital de Coro.
Este gran personaje logró ganarse
la simpatía de toda la sociedad coriana, fue amigo de gobernadores de Copei y
de Acción Democrática; y pese a esto siempre lo distinguió como un médico
rebelde de izquierda. Coro le debe mucho a este hombre que dejó huellas
imborrables en cada una de las instituciones del estado Falcón. Compartimos
unos talleres con Luis Abad sobre décimas en una escuela en Curimagua, en la
Sierra de Coro, y en Paraguaná en medio de un festival de la décima
paraguanera, durante la presentación de un libro del doctor German Coronel, quien
era muy amigo de Secundino Urbina.
Era un
intelectual venido de grandes escuela de la vida. Un escritor que dejó una obra
histórica, social y política que no debe quedarse en las bibliotecas, sino que deben
estar disponibles para que el pueblo las lea y sepa que su memoria vive en las
conciencia de su gente, y de su Coro que siempre lo apoyó. Es muy importante
divulgar los aportes que hizo este gran médico venezolano.
Sobre
la ciencia médica, dejó unos aportes sobre una variedad de temas sobre la salud
en la ilustre Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Secundino
Urbina fue uno de los fundadores de la carrera de medicina, de su pénsum de
estudios, junto a otro grupo de médicos en la de gran prestigio egresados de esa
casa de estudios.
Escribió una cantidad de libros sobre el área de la salud, ya que ejercía
como epidemiólogo, pero además era un hombre interesado por la salud pública de
los pueblos. Era un escritor al que también le gustaba la historia; por lo cual
llegó a publicar excelentes obras sobre Bolívar, y sobre el Generalísimo Don
Francisco de Miranda. Creo, sin temor a equivocarme, que fue uno de los
estudiosos de la vida y obra de Miranda: ese gran guerrero e internacionalista.
A
veces llego a creer que Miranda era falconiano. Aunque haya nacido en Caracas,
llegó a buen puerto a la Vela de Coro. Pudo haber arribado por otros puertos como
Puerto Cabello, el puerto de Altagracia en el Zulia, Anzoátegui, Cumaná, o
Nueva Esparta; pero escogió la tierra prometida. Por eso mismo, Secundino
profundizó en la vida y obra de este Ilustre Don Francisco de la Mancha,
como titula uno de sus libros. Abordó temas sobre la Universidad, hasta que fue
parte de su fundación. Con notables falconianos logró ese sueño de que la
Ciudad de Coro tuviese su Universidad. Recordemos a Alonso Gamero, Tulio Arends
y a otros grandes seres que pusieron su granito de arena para concretar esa
propuesta ante el Presidente de la República -en aquel entonces Carlos Andrés Pérez-
como regalo para conmemorar los 450 años de la fundación de Coro. Esto ocurrió
el 26 de Julio de 1977. El orador de orden de ese día fue el doctor Braulio
Jatar Dotti.
Durante años mantuvo una columna en varios
diarios de Falcón como El Diario La Mañana, El Falconiano, Diario Médano y
Nuevo Día, con diferentes nombres como la hojilla Volandera, Hebdomadaria, Sida
Hebdomadario, Clarín Universitario, Desde Falcón Adentro, Salud para Todos, La
Sal de la Vida.
Ése era el doctor Secundino Urbina, muy particular con sus alpargatas de
suela. Una vez me dijo: “Tengo que agarrarme de las paredes porque ese piso
está como un espejo, resbaladizo allá en la escuela de medicina”. Era todo un
personaje, la gente lo buscaba para algunas orientaciones. Sus consejos eran
muy útiles. Era un lector, además de escritor. Reivindico al gran poeta de la
Vela que murió por un amor no correspondido, como fue el gran Rafuche. A Secundino
Urbina le gustaba dibujar caricaturas, era un personaje lleno de ideas las
cuales puso en práctica, como su propio programa de radio y televisión. Tenía
conocimientos sobre el cine y la fotografía, ya que había hechos estudios en
París.
Con sus hijos, tuve la oportunidad de conocer la confianza por la que
era amigo y padre de sus hijos. Quienes lo llamaban por su nombre Secundino eran muy educados y
respetuosos. De ellos supe como amaban y querían a su papá, por supuesto que su
madre también, Doña Ysabel González de Urbina. Me acuerdo de haberlos visitado
varias veces en su casa, en la hermosa “placita de los amigos”, siempre con sus
plantas muy cuidadas por su esposa Ysabel, quien era muy callada y con un
carácter fuerte. Mujer extraordinaria junto a sus cuatro hijos: Carmen, Pedro, Oscar
y Juan; todos profesionales y muy queridos en el barrio Bobare.
Lo recuerdo junto a otro médico destacado en Coro: el doctor Pedro de
Armas -quien llegó a ser director del Hospital Universitario Alfredo Van Grieken
de Coro-, así como con otro destacado medico e investigador: el doctor Yegres. Todos eran amigos de Secundino
Urbina, quien nació el 21 de Mayo de 1935 en Santa Teresa del Tuy, estado
Miranda.
Fue hijo de María Urbina, la cual le puso por nombre Juan Antonio Urbina, y con ese nombre
hizo la primera comunión. Nunca fue reconocido por su padre, quien era un
policía de nombre Juan Antonio Navas. Luego nació un hermano quien lleva por
nombre Pedro Rafael Urbina.
En su biografía suministrada por su hijo Pedro Urbina González, señala
que su abuela María Urbina falleció a los tres meses de haber nacido su tío
Pedro Rafael Urbina, por lo que los niños fueron criados por sus dos tías
maternas quienes nunca se casaron: Carmen y Luisa Urbina, quienes vivían con
sus hermanos José Rufino Soto y Mahmud. Los tíos de Secundino Urbina ejercían
varios oficios, desde la costura hasta el encuadernado y cosido de libros en
una imprenta. Rufino era profesor de Química, y ejerció la docencia en el
estado Trujillo y luego en el Pedagógico de Caracas. Hasta llegó a publicar
algunos textos junto a Ignacio Burk, los cuales fueron asumidos por el
Ministerio de Educación para la formación escolar de bachillerato en los años
sesenta y setenta.
Secundino Urbina va a vivir su
infancia y su juventud en el barrio Sarria en Caracas, después de pasar por una
terrible tuberculosis. Luego ocurrió la muerte de su abuela Adela a causa de
esto mismo, lo cual lo impulsó a estudiar medicina para curar a la gente pobre.
Por eso, este gran personaje hizo de Coro su Casa, y se ganó la amistad de toda
una ciudadanía y el querer de un médico que derrochaba sencillez y humildad con
su población.
Secundino Urbina, se graduó de
bachiller en Biología y Química, y al culminar sus estudios, le van a solicitar
la partida de nacimiento o de bautizo. Cuando la solicitó en Santa Teresa del
Tuy, no apareció ni en la prefectura del pueblo ni la fe de bautismo, y se fue
al registro civil de Los Teques y allí no aparece ningún Juan Antonio Urbina nacido
el 21 de mayo de 1935; pero van a encontrar que María Urbina presentó a un niño
con el nombre de Secundino Urbina que había nacido el 21 de octubre de 1935;
ante lo cual exclamó: “¡Listo, ese debo ser yo!” Y de esa manera quedó
registrado como Secundino Urbina, aunque sus tías seguían llamándolo Juan Antonio.
De este modo, celebraba las dos fechas de su nacimiento, una en mayo y
otra en octubre. Debido a la situación política de aquellos años 50, ya
Secundino militaba con los comunistas, y en contra de la dictadura del general
Marcos Pérez Jiménez. Sus parientes más cercanos, sus tías y tíos, conscientes
de la situación que se vive en dictadura, deciden enviarlo a Europa a estudiar
medicina haciendo un sacrificio económico. Se va a la Universidad de Valladolid
en España, donde permaneció desde 1954 hasta 1963, cuando obtuvo el grado de
licenciado en Medicina y Cirugía. Luego, interrumpe su carrera para trasladarse
a París a estudiar Cine en la Escuela Cinematográfica, pero él no pudo culminar
sus nuevos estudios porque el dinero que le enviaba su familia no le alcanzaba,
y debe regresar a España a culminar los estudios de Medicina. Unas veces nos
llegó a contar que su familia no le enviaría dinero si no terminaba su carrera
de médico. Se casó con Ysabel González Alonso en España, y procrearon cuatro
hijos: Carmencita Urbina, hoy médico y profesora de la Universidad Experimental
“Francisco de Miranda”; Pedro Urbina, Ingeniero Agrónomo; Oscar Urbina,
Ingeniero Civil y Juan Antonio Urbina, Médico Veterinario.
Esta crónica sobre la vida y obra de este médico venezolano y hombre de
ideas, Secundino Urbina, deja un legado profundo en sus familiares y amigos,
como en sus exalumnos, ya que pudimos aprender a ser personas útiles al país. La
solidaridad y la lucha viven en la causa justa de los hombres y mujeres a los
que siempre nombramos como honor y gloria. Los mismos que lucharon y ayudaron a
que Falcón fuera un emporio de desarrollo, ya que es una tierra de contrastes con
una infraestructura de servicios públicos, con el cual el turismo sería uno de
sus mayores pilares, así como la transformación que debe emprenderse en la
Universidad.