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En algún lugar de Coro añoramos a Secundino Urbina por Orlando Oberto Urbina

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En algún lugar de Coro añoramos a Secundino Urbina por Orlando Oberto Urbina


Orlando Oberto Urbina

bajarigua@gmail.com

 

 A Ysabel González de Urbina y sus hijos

  Era un médico venido de las más humildes clases sociales. Desprendido de toda comodidad, Secundino Urbina era un galeno de ésos que amaba su carrera de medicina; un ser sencillo y lleno de grandes ejemplos. Solidario, hombre de alpargatas y de vestimenta sencilla. Cuando alguien así se anda por estas calles solitarias de esta añorada y querida ciudad de ventanales coloniales con una historia inmensa por dentro, uno se da cuenta que Coro es la raíz de Venezuela, y sentimos la impronta de ilustres hombres y mujeres que hicieron de esa ciudad la mejor y más agradable vivencia. La gente de Coro tiene la particularidad de acoger en su seno al que llega de afuera, y lo hace coriano de sentimiento y apego a sus costumbres.

  Desde esa comarca, el doctor Secundino Urbina se hizo leyenda viviente de haber hecho de la medicina la manera más sencilla y humilde de atender al más necesitado. Recuerdo que enseñaba a sus discípulos de la escuela de Medicina de la Universidad Experimental Francisco de Miranda (UNEFM) a practicar la atención humana, la no prepotencia, y el respeto a los mayores del pueblo, quienes usaban la medicina natural para curar a su gente. Secundino fue uno de los tantos que lucharon para que Falcón tuviera una Universidad. Una vez lo fui a visitar en donde quedaba el viejo hospital Antonio Smith, y recuerdo que le sugería a sus médicos -que les tocaba cumplir con el artículo 8 del Ministerio de Sanidad- que cumplieran con la rural. Les explicaba la manera de abordar la comunidad y escuchar a las abuelas o abuelos en cuanto a algunas enfermedades, y cómo abordarlos sin ninguna pedantería y escuchando la sabiduría popular para que se pudieran corregir, y pudieran darle mayor confianza a la gente.

   En mi pueblo, el Vínculo de Curaidebo, ubicado en el Municipio Falcón, en la medicatura o dispensario del pueblo, estos médicos se esmeraban en organizar las comunidades, daban charlas sobre enfermedades y enseñaban a la gente a dar primeros auxilios, ya que si por cierta circunstancia no estaba el galeno, se podía actuar en casos de emergencia, como un parto o un infartado. Todo eso era una brújula que muchos orientaban por esas enseñanzas de Secundino Urbina. Los domingos, nos reuníamos estudiantes y comunidad interesada en la lectura; nos reuníamos en un “café tertulia” en medicina, y allí compartíamos e intercambiábamos libros que no habíamos leído, ya que en la próxima sesión nos tocaría hablar de ese autor. Esas tertulias las organizaban, y se repartía el café que él mismo compraba. Uno se sentía bien agradado por esas lecturas y análisis que nos exigía exponer.

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  Secundino Urbina, el maestro que nos dio luz en aquellas charlas, nos enseñaba la importancia de leer y escribir. Además de  Secundino, también nos guiaban ilustres maestros como el poeta Álvarez, Eudes Navas, Ibrahim López García, Olga Elena de Curiel, Paúl González Palencia, Minerva Hurtado y Omar Hurtado en Coro. Nos daban orientaciones -unos sobre literatura y otros de política- Polito Acosta Blanco, Juan Orlando Aguilar (el Gavilán), Cruz Sierra Graterol, Freddy Eizaga, Hugo Fernández Oviol y Carlos Martínez Bueno, entre otros.  La vida estudiantil en el Tecnológico “Alonso Gamero” de Coro fue una escuela de enseñanzas y preparación para la vida.

   Secundino Urbina era un hombre polifacético. Llegó a publicar una inmensa cantidad de libros. Uno en particular que logramos analizar en grupos era aquel libro La Universidad de Caracas;  debo decir que era un personaje como salido de una película de Buñuel. Nunca lo vi de corbata y paltó; eso daba una sensación de ser una persona parecido a todos nosotros. Cuando me tocó liderar la huelga de hambre por los sin cupos en el Tecnológico con el compañero Eddy Timaure y otros estudiantes del “Alonso Gamero”, fui a visitar a Secundino en el barrio Bobare, donde siempre residió, y fui a preguntarle su opinión sobre mi incorporación a la huelga de hambre. Me respondió: “Cónchale tú siempre has estado en huelga de hambre, échale bolas, pero debes tener mucho cuidado con una úlcera”.

  Se ganaba el cariño de sus estudiantes de la escuela de medicina, así como de su gente que lo conocía: la gente del barrio más populoso de Coro, el barrio Bobare. También lo querían los campesinos de Curimagua, de Dabajuro, de Mirimire, o mejor dicho, de los cuatro puntos cardinales de la geografía falconiana. Secundino era un docente con un acervo de conocimientos no solo de medicina, sino también de historia, crónica, cine, y sabía de la lucha del pueblo por la defensa de sus derechos. Estuvo ligado al Partido Comunista de Venezuela. En Coro trabajó en la campaña para ser Concejal por el Municipio Miranda de la capital de Coro.

  Este gran personaje logró  ganarse la simpatía de toda la sociedad coriana, fue amigo de gobernadores de Copei y de Acción Democrática; y pese a esto siempre lo distinguió como un médico rebelde de izquierda. Coro le debe mucho a este hombre que dejó huellas imborrables en cada una de las instituciones del estado Falcón. Compartimos unos talleres con Luis Abad sobre décimas en una escuela en Curimagua, en la Sierra de Coro, y en Paraguaná en medio de un festival de la décima paraguanera, durante la presentación de un libro del doctor German Coronel, quien era muy amigo de Secundino Urbina.

   Era un intelectual venido de grandes escuela de la vida. Un escritor que dejó una obra histórica, social y política que no debe quedarse en las bibliotecas, sino que deben estar disponibles para que el pueblo las lea y sepa que su memoria vive en las conciencia de su gente, y de su Coro que siempre lo apoyó. Es muy importante divulgar los aportes que hizo este gran médico venezolano.

  Sobre la ciencia médica, dejó unos aportes sobre una variedad de temas sobre la salud en la ilustre Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda. Secundino Urbina fue uno de los fundadores de la carrera de medicina, de su pénsum de estudios, junto a otro grupo de médicos en la de gran prestigio egresados de esa casa de estudios.

   Escribió una cantidad de libros sobre el área de la salud, ya que ejercía como epidemiólogo, pero además era un hombre interesado por la salud pública de los pueblos. Era un escritor al que también le gustaba la historia; por lo cual llegó a publicar excelentes obras sobre Bolívar, y sobre el Generalísimo Don Francisco de Miranda. Creo, sin temor a equivocarme, que fue uno de los estudiosos de la vida y obra de Miranda: ese gran guerrero e internacionalista.

   A veces llego a creer que Miranda era falconiano. Aunque haya nacido en Caracas, llegó a buen puerto a la Vela de Coro. Pudo haber arribado por otros puertos como Puerto Cabello, el puerto de Altagracia en el Zulia, Anzoátegui, Cumaná, o Nueva Esparta; pero escogió la tierra prometida. Por eso mismo, Secundino profundizó en la vida y obra de este Ilustre Don Francisco de la Mancha, como titula uno de sus libros. Abordó temas sobre la Universidad, hasta que fue parte de su fundación. Con notables falconianos logró ese sueño de que la Ciudad de Coro tuviese su Universidad. Recordemos a Alonso Gamero, Tulio Arends y a otros grandes seres que pusieron su granito de arena para concretar esa propuesta ante el Presidente de la República -en aquel entonces Carlos Andrés Pérez- como regalo para conmemorar los 450 años de la fundación de Coro. Esto ocurrió el 26 de Julio de 1977. El orador de orden de ese día fue el doctor Braulio Jatar Dotti.

 Durante años mantuvo una columna en varios diarios de Falcón como El Diario La Mañana, El Falconiano, Diario Médano y Nuevo Día, con diferentes nombres como la hojilla Volandera, Hebdomadaria, Sida Hebdomadario, Clarín Universitario, Desde Falcón Adentro, Salud para Todos, La Sal de la Vida.

   Ése era el doctor Secundino Urbina, muy particular con sus alpargatas de suela. Una vez me dijo: “Tengo que agarrarme de las paredes porque ese piso está como un espejo, resbaladizo allá en la escuela de medicina”. Era todo un personaje, la gente lo buscaba para algunas orientaciones. Sus consejos eran muy útiles. Era un lector, además de escritor. Reivindico al gran poeta de la Vela que murió por un amor no correspondido, como fue el gran Rafuche. A Secundino Urbina le gustaba dibujar caricaturas, era un personaje lleno de ideas las cuales puso en práctica, como su propio programa de radio y televisión. Tenía conocimientos sobre el cine y la fotografía, ya que había hechos estudios en París.

  Con sus hijos, tuve la oportunidad de conocer la confianza por la que era amigo y padre de sus hijos. Quienes lo llamaban por su nombre Secundino eran muy educados y respetuosos. De ellos supe como amaban y querían a su papá, por supuesto que su madre también, Doña Ysabel González de Urbina. Me acuerdo de haberlos visitado varias veces en su casa, en la hermosa “placita de los amigos”, siempre con sus plantas muy cuidadas por su esposa Ysabel, quien era muy callada y con un carácter fuerte. Mujer extraordinaria junto a sus cuatro hijos: Carmen, Pedro, Oscar y Juan; todos profesionales y muy queridos en el barrio Bobare.

  Lo recuerdo junto a otro médico destacado en Coro: el doctor Pedro de Armas -quien llegó a ser director del Hospital Universitario Alfredo Van Grieken de Coro-, así como con otro destacado medico e investigador: el  doctor Yegres. Todos eran amigos de Secundino Urbina, quien nació el 21 de Mayo de 1935 en Santa Teresa del Tuy, estado Miranda.

  Fue hijo de María Urbina, la cual le puso por nombre Juan Antonio Urbina, y con ese nombre hizo la primera comunión. Nunca fue reconocido por su padre, quien era un policía de nombre Juan Antonio Navas. Luego nació un hermano quien lleva por nombre Pedro Rafael Urbina.

  En su biografía suministrada por su hijo Pedro Urbina González, señala que su abuela María Urbina falleció a los tres meses de haber nacido su tío Pedro Rafael Urbina, por lo que los niños fueron criados por sus dos tías maternas quienes nunca se casaron: Carmen y Luisa Urbina, quienes vivían con sus hermanos José Rufino Soto y Mahmud. Los tíos de Secundino Urbina ejercían varios oficios, desde la costura hasta el encuadernado y cosido de libros en una imprenta. Rufino era profesor de Química, y ejerció la docencia en el estado Trujillo y luego en el Pedagógico de Caracas. Hasta llegó a publicar algunos textos junto a Ignacio Burk, los cuales fueron asumidos por el Ministerio de Educación para la formación escolar de bachillerato en los años sesenta y setenta.

Secundino Urbina va a vivir su infancia y su juventud en el barrio Sarria en Caracas, después de pasar por una terrible tuberculosis. Luego ocurrió la muerte de su abuela Adela a causa de esto mismo, lo cual lo impulsó a estudiar medicina para curar a la gente pobre. Por eso, este gran personaje hizo de Coro su Casa, y se ganó la amistad de toda una ciudadanía y el querer de un médico que derrochaba sencillez y humildad con su población.

Secundino Urbina, se graduó de bachiller en Biología y Química, y al culminar sus estudios, le van a solicitar la partida de nacimiento o de bautizo. Cuando la solicitó en Santa Teresa del Tuy, no apareció ni en la prefectura del pueblo ni la fe de bautismo, y se fue al registro civil de Los Teques y allí no aparece ningún Juan Antonio Urbina nacido el 21 de mayo de 1935; pero van a encontrar que María Urbina presentó a un niño con el nombre de Secundino Urbina que había nacido el 21 de octubre de 1935; ante lo cual exclamó: “¡Listo, ese debo ser yo!” Y de esa manera quedó registrado como Secundino Urbina, aunque sus tías seguían llamándolo Juan Antonio.

  De este modo, celebraba las dos fechas de su nacimiento, una en mayo y otra en octubre. Debido a la situación política de aquellos años 50, ya Secundino militaba con los comunistas, y en contra de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. Sus parientes más cercanos, sus tías y tíos, conscientes de la situación que se vive en dictadura, deciden enviarlo a Europa a estudiar medicina haciendo un sacrificio económico. Se va a la Universidad de Valladolid en España, donde permaneció desde 1954 hasta 1963, cuando obtuvo el grado de licenciado en Medicina y Cirugía. Luego, interrumpe su carrera para trasladarse a París a estudiar Cine en la Escuela Cinematográfica, pero él no pudo culminar sus nuevos estudios porque el dinero que le enviaba su familia no le alcanzaba, y debe regresar a España a culminar los estudios de Medicina. Unas veces nos llegó a contar que su familia no le enviaría dinero si no terminaba su carrera de médico. Se casó con Ysabel González Alonso en España, y procrearon cuatro hijos: Carmencita Urbina, hoy médico y profesora de la Universidad Experimental “Francisco de Miranda”; Pedro Urbina, Ingeniero Agrónomo; Oscar Urbina, Ingeniero Civil y Juan Antonio Urbina, Médico Veterinario.

   Esta crónica sobre la vida y obra de este médico venezolano y hombre de ideas, Secundino Urbina, deja un legado profundo en sus familiares y amigos, como en sus exalumnos, ya que pudimos aprender a ser personas útiles al país. La solidaridad y la lucha viven en la causa justa de los hombres y mujeres a los que siempre nombramos como honor y gloria. Los mismos que lucharon y ayudaron a que Falcón fuera un emporio de desarrollo, ya que es una tierra de contrastes con una infraestructura de servicios públicos, con el cual el turismo sería uno de sus mayores pilares, así como la transformación que debe emprenderse en la Universidad.





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