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Venezuela, el país se confiesa atormentado por Ángel Ciro Guerrero

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Ángel Ciro Guerrero


SERIE / imaginarias

Venezuela, el país se confiesa atormentado:

“De ustedes depende mi futuro. Si no hay paz,

Progreso y libertad, me fracturarán para siempre”

 

Por ÁNGEL CIRO GUERRERO

 

Fue él quien buscó al periodista. Muy molesto, quiso despejar de una vez por todas lo que de antemano denominó de total incertidumbre. Dijo que estaba definitivamente en contra del pesimismo con el cual muchos de sus habitantes, que no ciudadanos -y después de explicaría la enorme y fundamental diferencia entre unos y otros- observan  lo que le sucede, y al mismo tiempo criticó “la soberana estupidez de muchos”, así lo sentenció, que todavía andan creyendo que la situación a la problemática que lo tiene no sólo adolorido sino fracturado también, caerá del cielo, como maná que saciaría el hambre pero no el dolor del alma que es el que más duele, según reconoció. De verdad se le notaba seriamente alterado, que no de gestos, eso sí, pero adentro, muy adentro, se escuchaba rugir como león herido el corazón. Desquebrajado, dividido, humillado, ofendido, violentado, disminuido, chantajeado, atemorizado. Durante la entrevista, el país fue dejando ver que su desilusión es de tamaño gigantesco, al igual que profundo es el mal que lo atormenta.

 

Se analiza a sí mismo y reconoce no encontrar la respuesta adecuada porque, dice, hay innumerables mentiras, desde siempre, que al presente lo que han traído son puros desengaños. La culpa, desde luego, la reparte entre gobierno y gobernados. Los primeros, porque no han cumplido cabalmente lo ofrecido a la gente en sus campañas, aunque disimulan indicando que no pudieron por venir arrastrando graves deudas, sociales y económicas, provenientes del pasado. Y los segundos, a los que calificó de ingenuos, por dejar que se le burlen con planes y programas que, a la hora de la verdad, en su mayoría resultan un fracaso. Muy dura, pero en gran manera cierta su pensar, el país agrega que ha llegado el tiempo para decidirse: “De ustedes, los venezolanos, depende mi futuro. Si no hay paz, entendimiento y progreso, me fracturarán para siempre”.

 

El país se muestra inquieto. Frota sus manos sobre las rodillas y el periodista observa que la gente comienza a rodearnos. Se para y saluda, les agradece la presencia. Está cercano el mediodía. Les pregunta si van a almorzar. De las veinte personas presentes, apenas tres lo afirman. Los restantes callan, y se les nota en su silencio la vergüenza. “¿Se fija, amigo periodista? Igual pasa en todas partes. Hay hambre, mucha hambre, Hay gente buscándose en la basura qué comer. Y yo me pregunto: Si ayer produciamos miles y miles de barriles de petróleo, que vendíamos a buen precio;  en el campo se cosechaba toda clase de alimentos, y existían las zonas industriales en cada estado de la república. ¿qué ha pasado? ¿Por qué nos estamos empobreciendo’”. El país guarda silencio, quizás a la espera de que alguno de los que le escuchan ofrezca una respuesta. No la hay. Entonces retoma la palabra:

 

 ”Ese silencio, que puede calificarse de complicidad tanto como de desconocimiento de la realidad nacional, demuestra el poco interés que se tiene de la gravedad de la crisis que padezco. En mi opinión, se debe a la falta de información, con la verdad de las cifras, por delante y el planteamiento sincero de soluciones, que es una obligación del gobierno. Pero, y es muy importante, también es culpa de la gente que no reclama. Si por ley cada ciudadano debe cumplir con sus deberes, igual el Estado debe cumplir con los suyos. Pero realmente no siempre sucede de este modo.”

 

-¿Cuál la casa principal  de tantos males?, le pregunto.

-Me vengo muriendo desde hace tiempo. Por culpa de los que no han terminado de entender que, como país, albergo no sólo gente sino sentimientos. Que ya no se puede seguir siendo escenario apenas para la intolerancia, entre otros de los tantos desarreglo.

 

-Entonces, ¿entenderse suena a utopía aquí en Venezuela?

-De acuerdo a lo que hoy en día se vive, así parece. Y resultará muy cuesta arriba alcanzar, por lo menos, el indispensable equilibrio para que, unos y otros, dejen de utilizarme como comodín, escenario o tribuna, para repartirme, de acuerdo a sus intereses.

 

-Eso, de modo muy directo, va contra los políticos, se supone.

-Contra todos.  Si es por los que ”a mí no me importa lo que suceda” y los “yo no voto”, así como “los culpables de todo son los políticos” y los que dicen “si yo no trabajo no como”, para mis males no tendré nunca soluciones. Ni las inmediatas, ni las de corto o de largo plazo, ya que en esa agente, que son millones, parecieran estar representada la desidia. Por su parte, los del partido de gobierno y los de la oposición, mientras persistan en utilizarme como brasas que arriman para asar mejor su sardina, continuarán representando la ambición. El gobierno, en el medio, conformando el retrato, fiel, de lo que es el totalitarismo, violentando todo, desde la Constitución hasta los Derechos Humanos, en alocada gestión, que su líder argumenta ser la salvación de mi crisis como país, y de los venezolanos sujetos a ser convertidos en “el hombre nuevo”, por obra y gracia de una revolución que, su último y más sonado éxito, es decretar alumbrarse con velas y bañarse usando totuma.

 

-Entonces, señor país, ¿qué argumentación recomienda, propone o exige usted?

-Tengo el más absoluto de los derechos a reclamar de cada uno de los sectores que dicen conformar la denominada sociedad civil, una urgente revisión de sus principios pues, estoy seguro, sus postulados ya no sólo están desfasado en su mayoría, sino que no se adecuan a la realidad que en estos tiempos se vive.

 

-Le falta incluir a un sector fundamental,

 ¿-Cuál, amigo periodista?

 -El de las Fuerzas Armadas.

-¡Correcto! Deben estar, lo dijo nuestro Padre de la Patria, en sus cuarteles, igual que los sacerdotes en su Iglesia, atentos  a mi defensa ante cualquier asomo de peligro. Esa es su mayor misión. El gobierno en democracia es de los civiles y, dentro del gobierno, están representadas en el Ministro de la Defensa y el Alto Mando.

 

-No deja usted rendija alguna por dónde escapar de sus recriminaciones.

-Sucede, amigo mío, que el tiempo del “pobrecito, el pueblo no tiene la culpa”, quedó atrás, muy atrás. Eso de justificar la irresponsabilidad, que se evidencia en negarme a mí, que soy el país en donde viven los que tienen la obligación de buscar la paz, la concordia, el entendimiento, la razón, la sindéresis, en fin, cualquier camino hacia el encuentro de una de esas situaciones que se hallan casi inseparables de un diálogo sincero, justo y nacional, desde luego con marcado acento democrático, ya es intolerable, inaceptable y condenable.

 

-¿Cómo forzar a quienes son los responsable de tal negativa?

-Enfrentándolos. Frontalizando sus posturas con una actitud unitaria, que reclame, si es posible, a gritos, para que la multitud escuche que yo, como país, estoy debilitándome en extremo; que a estas alturas la avalancha de tantos males avanza indetenible y que los remedios hasta ahora aplicados, han sido más dañinos que la propia enfermedad que me mantiene postrado

 

--Pañitos calientes, más que medidas, señor país?

-No se entiende que el gobierno, por ejemplo, mantenga como recetas más que, para complacer al líder, a su alumno para nada aventajado, el planificador que no planifica pero sí desordena, identifica como saludables para la economía nacional  -mientras hay coincidencias entre los economistas más avezados, por inteligentes y experimentados- que el pernicioso intento de sustituir el capitalismo por el socialismo comunista, nos conducirá hacia el abismo, en línea directa al más rotundo de los fracasos.

 

-¿Cómo explicar esa actitud?

-La política estatizadora, la grosera negativa de dejar que la descentralización siguiese siendo modo abierto y directo para que la provincia se desarrollase sin la traba centralista por citar apenas dos de las muchas causales de lo que a mí me ocurre, identifica la tozudez de los que están en el gobierno. Asimismo, evidencia de qué manera, muy frágil, por cierto, está construido y cuán pobre es su mensaje .Mire, manejar lo económico, lo financiero y lo social, no puede ser tarea que se le entregue a inexpertos, o a los que, desde la Asamblea Nacional, apenas saben aplaudir lo enviado por Miraflores  para su inmediata aprobación.

 

-Usted arriba dijo haber diferencias muy notorias entre habitantes y ciudadanos.

¡Desde luego que las hay! El primero me habita y me expolia, No le importo, salvo para su absoluta conveniencia. Este individuo, sin proponérselo, resulta perjudicial, para su comunidad, para su ciudad, para su estado, para su región y para mí, como  país. Su indiferencia  le hace daño al cuerpo social todo, cuyo tejido está bastante deshilachado a consecuencia de la exclusión con la que actúa el gobierno. Es el venezolano que no entiende que yo debo dolerle porque soy la tierra donde nació, donde se ha desarrollado como gente, e, incluso, la que le permite su desvergonzado desarraigo. En cambio, el ciudadano es aquél que me siente suyo, que trabaja en mi fortalecimiento en todos los sentidos; está atento a mi discurrir en cualquier sector nacional, regional, estatal o municipal; que, bien desde un partido o siendo independiente, se preocupa por mí, lucha pop mí y quiere que yo sea de verdad su país amado.

 

-Lo apuntaba Borges, el poeta ciego que veía el alma de la gente, ¿verdad?

-Y también Monsiváis y Carlos Fuentes, mexicanos tan universales como el maestro argentino. Sí. Y agrego que no me quejo de quienes me agreden. Llámense partidos, organismos, instituciones, grupos, grupúsculos,  asambleas o cotos cerrados porque, si a ver vamos, allí en esos cenáculos y en otras partes, están los que en su afiebrada manera de creerme suyo, hacen y deshacen en mi nombre.

 

--¿Cree usted, señor país, que todo está corrompido?

 -Por el camino en que andamos, quizás sí, Lamentablemente.

 

-Hay reservas morales, todavía. La Iglesia, por ejemplo, la prensa. Existe, doy fe, gente buena, honorable, comprometida con usted, que es su país,. No todos podemos ser culpables

-¡Claro que sí! Buena reflexión, periodista. Pero mi aseveración tiene connotaciones diferentes. Una de ellas, principal, es que esas reservas morales también pueden agotarse, sino las apuntalamos con el esfuerzo de cada venezolano Llegará, ojalá no sea pronto, el momento en que debemos decidirnos. Y para hacerlo, habrá que emplear toda la fuerza moral que nos queda. De allí mi honda preocupación  porque, llegada esa ocasión, esa fuerza exista.

 

-Usted, mi país, ¿por cuánto tiempo?

-Por lo que ustedes, todos, quieran. Yo existo mientras ustedes existan. Yo avanzo si ustedes avanzan. Yo creceré si ustedes trabajan. Yo puedo vivir en paz si ustedes quieren vivir en paz.

 

-Y en libertad.

-¡Evidente! Hay que buscar, entonces, el equilibrio, el justo equilibrio que fije la balanza al medio, entre tirios y troyanos. Sólo así, todos podrán seguir siendo mis dueños. De otro modo, si insisten en jalarme para el lado que mejor les convenga, no sólo me estarán agrediendo e irrespetando, sino rasgando  mucho más, y peligrosamente, el tejido social, hasta romperlo. Entonces, vendría el desastre. Está en ustedes salvarme como  país, que salvarse ustedes.











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