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Humillación por Eleazar Ontiveros Paolini

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ELEAZAR ONTIVEROS PAOLINI


En forma general, cuando se analizan los efectos del régimen y su deplorable administración, no se plantea con determinación, con el énfasis requerido, lo relacionado con la humillación, efecto indeseado que como tal daña, sin la menor duda, nuestra dignidad u orgullo.

Y si  la humillación disminuye u opaca  nuestra dignidad, quiere decir que afecta  nuestros derechos humanos esenciales, pues la dignidad es inherente al ser humano, que como tal es racional y dotado de libertad. La dignidad nos  hace poseedores de los mismos, permitiéndonos disfrutar de bienestar, igualdad y calidad de vida. Según esos criterios, quiere decir que no se trata de un privilegio o dádiva que alguien nos otorga sino de un algo  consustancial al hombre, lo que nos da a entender  a la vez que nadie puede estar condicionado a nadie sin su consentimiento.


Pero por desgracia, si bien la mayoría está convencida de que la dignidad es un derecho inalienable y por entenderlo así es en su vida  algo habitual, hay quienes no le dan importancia, aceptando, como si no pasara nada, ser humillados.

Si lo anterior es aceptable, no queda la menor duda de que la tortura de las colas para echarle gasolina al carro, las colas  y la necesidad de recurrir a los bachaqueros para conseguir periódicamente el gas, la imposibilidad de alimentarse adecuadamente, el aprieto para conseguir las medicinas indispensables, los sueldos irrisorios, la obligación de diseñar horarios especiales hasta en los hospitales por la carencia de un transporte público adecuado y con precios razonables, el entorpecimiento en las labores cotidianas en oficinas, industrias, comercios, restaurantes, escuelas, liceos y en las mismas universidades, son objetivamente formas de humillación, es decir, atentados contra la dignidad, que es lo mismo que decir, ya lo indicamos, contra los derechos humanos. Todo tiene el agravante de que quienes la  provocan, han tenido todas las posibilidades  del mundo, si es que de dinero se habla, para que Venezuela no hubiese sido  pisoteada por efecto de crudas carencias, debido al hecho de estar  sumidos sin rectificaciones de ninguna especie en una triste  alucinación ideológica obnubilante.  Pero,  sin ningún rubor siguen pregonando la excelsitud de sus ideas de manera tan reiterada y cacofónica, que uno llega a preguntarse ¿Cuándo trabaja el Presidente y los ministros? Y aunque sea rudo decirlo, permanecen inamovibles sin que se vislumbre a corto plazo el cambio requerido por efecto del proceso democrático y pacífico de medir su aceptación o no en las urnas electorales. Entonces, surge la incómoda pregunta ¿Será que solo mediante la fuerza pude doblegarse el régimen? Y si es así, ¿Cómo hacerlo con base en las disposiciones de organismos multilaterales que si bien las definen, parecen entretenerse en lo meramente declarativo, lo cual, si bien no deja de ser importante, no permite vislumbrar la concreción deseada?


Entretanto, el inefable señor Maduro, reta histéricamente a la oposición a que se mida en elecciones para conformar una nueva Asamblea Nacional, pero  no habla de los otros poderes. Esa particularidad no es aceptable. Las elecciones tienen que ser generales y coordinadas por un nuevo CNE. Sabe que el chavismo sería arrasado en las  elecciones que propone, pero también ya conoce las vías prácticas para neutralizar las potestades del organismo, hoy en día arrinconado hasta lo absurdo.


Ahora bien, y esto es importante plantearlo,  ¿Por qué todos los que despotrican en las colas interminables y hasta se atreven a sacarle a Maduro y a sus ministros el árbol genealógico, no participan en las protestas a que convida la oposición? La respuesta el simple y nos habla de un algo indeseable que no terminamos por superar: ¡Indiferencia! ¡Conformismo!. Y tales posiciones, quiérase o no, permiten la sustentación del régimen, aunque verbalmente y a diario, manifestemos nuestra oposición y hagamos los más depurados análisis sobre las sinrazones que determinan lo absurdo de quienes ejercen el gobierno.






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