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Unir es entenderse, lo contrario es perder, por Morel Rodríguez Ávila

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Morel Rodríguez Ávila



En numerosas ocasiones hemos insistido en la necesidad de concentrar toda clase de esfuerzo para alcanzar la indispensable unidad a favor del pronto encuentro de soluciones a la crisis nacional. 


Sostenemos, coincidiendo con la mayoría de los analistas en que, si a la fecha ni el gobierno ni la oposición han podido de verdad sentarse a dirimir el porqué de la inmensidad que los separa, en cualquier momento el país se precipitará al barranco. 


Ese peligro, inmediato, que está al frente, amenazante, pareciera no causarle susto alguno a cualquiera de los dos bandos, que sólo batallan por convertir, uno, al adversario en polvo cósmico y, el otro, obligarlo a abandonar el poder. 


El oficialismo, con todo a su favor, menos un alto porcentaje de la opinión pública, según las encuestas y lo que se escucha y palpa en la calle, y empleando todos los medios, además de los comunicacionales, sin limitación alguna, no importándole violar lo constitucionalmente regido, cada vez más gana terreno en su propósito de acorralar a la oposición que, muy debilitada -hay que decirlo- y del timbo al tambo su dirigencia, no gana una, a pesar del apoyo internacional que aún se mantiene. 


Sucede que su liderazgo pareciera no entender la urgencia del entendimiento y tampoco saber reflejar hacia lo interno una sola cara, una sola conducta, un solo mensaje, tan necesario como urgente. Además, ¿por qué no terminar de aceptar la invitación presidencial a dialogar? 


Esa invitación, ahora venida a menos por el propio señor presidente, después del amplio resultado rojo alcanzado en la Asamblea Nacional, para que el frente opositor se siente con el gobierno a examinar, frontalmente, es decir, sin vacilaciones y sin miedo, pero con el debido respeto al pluralismo -tanto que lo obligue públicamente a devolverle al bloque democrático el nivel de contraparte, lo que desune y destruye al pueblo y a la nación en lo político, lo económico y en lo social. 


Que esa decisión sea vista por la militancia democrática, dentro y fuera de los partidos, hoy en día la inmensa mayoría, como la más correcta y conveniente a la nación, y le brinde todo apoyo y toda confianza cuando compruebe que la dirigencia, más responsable que nunca, se dispone en esta última oportunidad a defender derechos y a plantear verdades. 


Buscando reactivar la posibilidad del diálogo, se podrá medir hasta dónde el grado de sinceridad gubernamental en aceptarlo o no y, documento de por medio, públicamente conocido de antemano por todos los sectores de la sociedad civil, como una agenda sólida en respaldo y ciertamente reflejando los temas fundamentales, presentarse, decididos, a la mesa de dialogantes. 


Hacerlo, desde luego implica unidad de criterios. Primero, para decidir que dialogar es lo procedente y, segundo, la temática. Dialogar, entonces, entendiéndolo como instrumento para una negociación trasparente y provechosa, tiene que ser asumida como obligación insoslayable y lo que deba decidirse, punto por punto de la parte opositora, resultado de un auténtico consenso. 


Insistir en lo último debe constituir el primer paso, por lo que se exhorta al liderazgo a iniciar cuanto antes el proceso de consultas y, sin pérdida de tiempo, construir la mejor estrategia para que el oficialismo finalmente demuestre su interés en la salvación de Venezuela. Lo que no logrará con su receta socialista visto está. 


El gobierno por su parte se encontrará frente a una disyuntiva: si decide o no dialogar, ahora que está por así decirlo, súper blindado, o pondrá en evidencia que el llamado, invitación o propuesta presidencial, no pasó de ser una demagógica jugada y otra muestra más de irresponsabilidad, que el pueblo sabrá aplicarle a la hora de las calificaciones. 


La oposición, si desoye lo que un sólido puntaje, muy alto, en todos los estudios de opinión, recomiendan como conveniente e indispensable, demostraría que su interés no es el de la mayoría que quiere entendimiento, y acciones dirigidas a resolver la crisis que ahoga al pueblo de hambre y de miseria; entendimiento que sólo se consigue dialogando en paz. Bajo cualquier clase de violencia, lo que tirios y troyanos ganarían será la repulsa universal.  


Oposición y gobierno, si aceptan dialogar, recibirán respaldo, aplauso y las debidas consideraciones por parte de los venezolanos que quieren que sea la calma y la cordura lo que impere en el país de estos momentos tan terribles en todo sentido. Pero, si les vale más defender su ideología, sus parcelas y sus posiciones personales, pues nada, que juntos o revueltos terminen de empujar a Venezuela al precipicio. 


 


Martes 09.03.21






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