Mérida, Julio Domingo 13, 2025, 08:14 pm
Roma es una ciudad inabarcable. A sus muchos
monumentos de todos los tiempos, al embrujo del Vaticano que atrae millones de
visitantes año tras año, tiene una vida cultural que fascina. Las exposiciones
de arte, historia, religiosidad y cultura se suceden periódicamente, y con la
competencia de los entes culturales, nos abren a aspectos desconocidos y
atrayentes que enriquecen el acervo cultural de quien se asoma a ellos. En
ocasión de la próxima canonización de Pablo VI en los espacios de los palacios
capitolinos se expone una muestra que lleva por título el de esta crónica
viajera. Aprovechando un breve espacio de tiempo en los encuentros de la visita
ad limina de los obispos venezolanos, nos escapamos a verla.
Con palabras de Pablo VI en la clausura del concilio
Vaticano II, se abre el catálogo: “Este mundo en el que vivimos tiene ansia de
la belleza para no caer en la desesperación. La belleza, como la verdad, es la
que da alegría al corazón de los hombres, es aquel fruto precioso que resiste
el paso del tiempo, que une a las generaciones y conduce comunicación en la
admiración. Es esta la gracia que está en nuestras manos...”.
En tres secciones, relativas a cada uno de los tres
últimos concilios ecuménicos, se teje la historia de sus protagonistas
principales, los papas que los convocaron, a través de hermosos cuadros,
esculturas y joyas preciosas que le dieron lustre. Trento le dio importancia
pedagógica y catequética al culto de las imágenes sagradas, dando lugar a la
abundancia de obras artísticas de todo género que contemplamos en buena parte
del mundo occidental. Pablo III Farnese, quien abrió el concilio de Trento, fue
uno de los más elocuentes protagonistas del mecenazgo artístico de su tiempo y
a Pablo VI hay que reconocerle un nuevo despertar del arte sacro.
El busto del Papa Pío IX, con sus más significativos
detalles, nos muestra al pontífice que convocó el Vaticano I, obra de Giovanni
Maria Benzoni, con pinturas que ponen en diálogo la escultura y la pintura. El
Papa bueno es a su vez retratado por Giacomo Manzu, artista cercano a Roncalli,
con elementos claves de su personalidad. Es la ocasión para recordar y escuchar
dos momentos significativos de la relación entre la Iglesia del novecimentos,
el arte y la tradición, que nos lleva hasta el discurso del Papa Juan XXIII que
pronunció la tarde la apertura del Vaticano II desde la ventana de su estudio
en la Plaza San Pedro, un evento clave en un momento crucial del inicio del
mayor evento eclesial del siglo XX. Igualmente podemos contemplar la llegada de
Pablo VI al Campidoglio, que unen la ciudad de Roma, la autoridad civil y la
religiosa de aquel tiempo.
La exposición sobre los papas de los concilios de la
época moderna es un modo de volver a reflexionar sobre los medios iconográficos
de los retratos papales, y la relación entre la iglesia y el arte, pero sobre
todo, una manera de recorrer entre imágenes y documentos históricos, la
historia de la Iglesia, una historia civil y social que nos es familiar. En
fin, esta muestra nos ofrece la oportunidad para relacionar historia, arte y
fe, con las luces y sombras de cada tiempo, pátina de la encarnación del
mensaje cristiano en la carne y hueso, los usos y tradiciones de todos los
tiempos para abrirnos a la trascendencia absoluta.
39.- 13-9-18 (3395)