Mérida, Abril Sábado 20, 2024, 05:05 am

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Entrevista a Hugo Romero Quintero, quien fuera Vicepresidente del Banco Central de Venezuela

El BCV: “no se parece a un Banco Central. Lleva años separado de los deberes que le prescribe la Ley”

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de los deberes que le prescribe la Ley”
Hugo Romero Quintero, quien fuera por muchos años Vicepresidente del Banco Central de Venezuela (BCV)


** Explicó, con claridad meridiana, sus apreciaciones sobre el BCV de hoy, realizo un inventario de lo ocurrido durante los últimos años, planteó acciones para su recuperación y delineó los cambios que se deberían efectuar para volver a ocupar el rol que le ha marcado la historia durante los últimos 82 años.

Néstor Trujillo Herrera


El pasado mes de febrero contacté a Hugo Romero Quintero, quien fuera por muchos años Vicepresidente del Banco Central de Venezuela (BCV), nacido en Ejido, capital del municipio Campo Elías de Mérida y hoy habitante de Ciudad de México, en el DF de esa Nación. Se trataron temas diversos, todos relacionados con el espíritu de ser del Banco de la República, su apego a las normas establecidas y su papel actual en el devenir económico de Venezuela.


Sus respuestas fueron puntuales cargadas de veracidad y objetividad.

 


-        ¿Cómo ve el Banco Central  de Venezuela (BCV) de hoy?


-        Hoy por hoy, el Banco Central de Venezuela no se parece a un Banco Central. Lleva años separado de los deberes que le prescribe la Ley. Las evidencias son variadas, visibles, entre ellas las siguientes:


o   -No se le ha visto procurar por la estabilidad de los precios, ni por el mantenimiento del valor de la moneda nacional.


o   -Se ha desentendido de la necesidad de enfrentar el gravísimo problema inflacionario que directamente ha  contribuido a causar.


o   -Ha descuidado y compartido el funcionamiento del sistema de pagos: No ha  atendido las necesidades de circulante y de dinero fiduciario de la circulación monetaria.


o   -Permite la circulación de monedas extranjeras y el empleo de especies diversas para la  realización de transacciones.


o   -Ante nuestra declinante e inflacionaria economía, opta por desacatar el ejercicio de sus competencias.


 


-         ¿Qué pasó en el Banco Central de Venezuela?


-        Será necesario inventariar lo que ha ocurrido. No todo lo que ha pasado está al alcance del ciudadano común. Apenas conocemos por encima algunos aspectos, como los siguientes:


o   Descapitalizaron al Banco. La autoridad ejecutiva de la nación descapitalizó al Banco Central, a través de cuatro vías principales:


§  Transferencias de Reservas. El Directorio del Banco proporcionó al Ejecutivo  cuantiosas reservas del Instituto, acumuladas por utilidades de ejercicios anteriores. La opinión técnica interna y la proveniente de asesorías especializadas habían indicado, repetidas veces, los efectos inflacionarios que causaría un reparto de esas reservas. Sólo podrían repartirse por una causa excepcional, como p. e. en caso de una grave  emergencia fiscal. 


§  La descapitalización se acentuó con la Transferencia de Reservas Internacionales. El Ejecutivo impuso, sin razones técnicas y jurídicas valederas, un concepto de Reservas Internacionales Excedentarias, nuevo en la materia, con el interés de apoderarse de ellas. Con ello se produjo otra cuantiosa y graciosa  transferencia de recursos del Banco Central  al Gobierno Nacional, que agregó a la economía otra presión de  gran impacto  inflacionario.


§  Se hizo uso del oro no monetario. Algo semejante a lo anterior pasó con el oro no monetario, aquel oro que no formaba parte de las reservas internacionales, sino de los activos generales del Instituto. 


§  El Financiamiento Monetario del Gasto Público constituye otra vía de descapitalización. Como si lo anterior fuera poco, el Banco Central  procedió a financiar con relativa regularidad el gasto presupuestario y el de algunas entidades públicas, ampliando otra vez, de manera cuantiosa la circulación monetaria, y agregando  otra nefasta presión inflacionaria a la economía.


§  Este conjunto de cuatro transferencias de dinero, sin respaldo de valor agregado alguno, se produce cuando los ingresos petroleros iban alcanzando irrepetibles niveles históricos, cuando la deuda externa acusaba notables crecimientos, cuando  se utilizan los recursos depositados en el Fondo Anticíclico y cuando no se advierten progresos Equivalentes en el crecimiento y solidez de nuestra economía. 


o   Hay otra causa dominante que influye en el proceso de desnaturalización del Banco Central. Gobernaron al Banco directorios de dudosa capacitación en materia financiera y monetaria, que prefirieron declinar sus deberes legales y, más aún, la obligación institucional de defender el alma del Banco, que no es otra cosa que su autonomía, para aceptar el acatamiento de “órdenes superiores” no concordantes con el interés nacional. Con ello se estimuló indebidamente un brutal comportamiento inflacionario que llevó consigo nefastas consecuencias sociales y económicas y, por derivación, un cúmulo adicional de numerosos efectos negativos. 


 


3. ¿Qué hacer con el Banco Central?


Esta buena pregunta nos lleva a pensar en el difícil futuro de Venezuela y a considerar tres diferentes posibilidades.


-        Primera posibilidad. Si perduran las políticas de los últimos  años, junto con la intensidad que perfilan las negativas tendencias, la situación económica y social de Venezuela difícilmente logrará mejoras sustantivas. En efecto, ¿Qué clase de resultados podríamos esperar si las  políticas oficiales que suelen ponerse en vigencia se apoyan en ideas que no han funcionado en Venezuela durante los últimos veinticinco años y han tenido fracasos, ostensibles, en muchas otras partes? Ese tipo de políticas no podrán sacar a nuestra economía del abismo en el cual se encuentran, pues ellas no llegarán a las raíces de nuestros problemas fundamentales.  Puede que a corto plazo se emprendan cambios de alcance superficial más cosméticos que reales y que favorezcan las sensaciones de un progreso, pero con ese tipo de cambios no se restablecerá nuestra producción petrolera y minera, ni nuestra industria y agricultura, ni tampoco podremos sacar de la miseria e ignorancia a nuestra población. En una hipótesis de optimismo, para algunos ilusoria, puede que en un futuro se abran cauces hacia una negociación política, con una agenda propicia a ciertos cambios de relativa importancia, como por ejemplo la implantación y el desarrollo en Venezuela de un modelo tipo chino, con un sistema económico relativamente libre y un estricto control social y político, tropicalmente mediatizado, adaptado quizás a los intereses de la potencia asiática. Si este fuera el caso, sería poco predecible la rapidez y amplitud de nuestra evolución económica y necesitaremos cuidar celosamente de que no se nos impongan obligaciones avasallantes, a manera de ilustración : i) pagar la deuda bilateral con China en la forma y con la rapidez deseada por la potencia asiática, y no con las posibilidades de nuestra evolución económica; ii) Querrá China asegurar que el suministro de nuestros bienes primarios requeridos por sus industrias, incluyendo las de alta tecnología se realicen con convenios de suministro de largo plazo,  a precios de “gallina flaca”; iii) Garantizar a los productos chinos su colocación continua en el mercado nacional, en condiciones leoninas de precio y propiciando la implantación en nuestra industria de bases tecnológicas que aseguren a China crecientes exportaciones futuras; y, iv) fortalecer la presencia de Cuba en nuestro acontecer, profundizando a nuestra costa los intereses de sostenimiento de ese país y atendiendo a los intereses estratégicos geopolíticos de la potencia asiática.  Este modelo tipo chino difícilmente daría prioridad al interés nacional de acabar con razonable prontitud con la desesperante situación que vivimos:  crisis humanitaria, pobreza extrema, ínfima cultura y depredación ambiental.  En línea con las  ideas anteriores, puede  que la presencia de un banco central en las hipótesis antes señaladas se limite a recibir y cumplir órdenes superiores, derivadas de un centralismo muy fuerte.


-        Veamos una segunda posibilidad. Debemos  considerar que todavía  somos un país viable y, por tanto, podremos organizar un vigoroso proceso de largo alcance, destinado a rescatar, reconstruir y desarrollar a Venezuela y, en atención a ello, asumimos pronto la firme  responsabilidad de trazar nuevos rumbos al país, adaptados a nuestras necesidades, a nuestras potencialidades y a nuestros intereses de Estado.  La reconstrucción exigiría una gran visión de conjunto y la paciencia de largo plazo, basada en apropiados estudios, consensos, apoyos y ejecuciones que requerirán una magistral DIRECCIÓN, que no puede ser otra que la institucionalidad académica y universitaria de Venezuela, comprometida con el legítimo interés nacional. Ese proceso NECESITARÁ de un banco central que asuma con DETERMINACIÓN y AUTONOMÍA  las funciones que le son propias, en el marco de una conducción financiera general renovada, coordinada y encausada hacia la senda del  equilibrio. Dicho proceso llevará entonces a refundar al Banco Central de Venezuela en casi todos sus ámbitos, incluyendo un apropiado robustecimiento de sus recursos humanos, que ahora deberán estar enriquecidos con un  amplio espíritu institucional. En este orden de ideas, debemos establecer de nuevo nuestros esfuerzos por lograr la  estabilidad de precios, la de   nuestro signo monetario, el bolívar, y la confianza en la evolución de nuestra economía.


-        Una tercera posibilidad sería que a partir de un cambio político hacia la democracia  retomemos los ATAJOS del inmediatismo y de la fácil gobernabilidad y, entonces, bajo la improvisación y lineamientos de la ley de los dígitos oscilantes logremos “parapetear” al país, dándole una artificial apariencia de normalidad. Ojalá tengamos sensatez y no se nos ocurra perder costosos esfuerzos de esta manera, habida cuenta de que los problemas que hoy confrontamos regresarán y se amalgaman con otros nuevos problemas, en situaciones quizás más angustiosas.


En esta tercera opción, la actuación del Banco Central se limitaría a la atención de objetivos de corto plazo. Difícilmente se atenderán de lleno nuestros problemas inflacionarios, en gran medida estructurales, ni se podrá implantar en el país una disciplina financiera como la que exige un sólido estado de confianza en la evolución de la economía nacional.


 


4. ¿Qué cambios cabría efectuar en el Banco si emprendemos un proceso de  reconstrucción y desarrollo?


-        Esta pregunta la podríamos responder cuando se definan los nuevos rumbos y características   de la  reconstrucción y desarrollo que adoptemos en definitiva. Semejante  tarea  admite diferentes enfoques.


Posiblemente necesitaremos un Banco Central muy activo, fomentando condiciones favorables a la disciplina financiera y a la formación de un perdurable estado de confianza, que facilite la estabilidad de los precios, la solidez de nuestra unidad monetaria, el buen funcionamiento del mercado cambiario, un eficiente sistema de intermediación financiera y, entre otras, la multiplicación de las oportunidades y  actividades de inversión.


Debemos prepararnos para llevar a cabo un proceso de reconstrucción complejo y de  largo alcance, partiendo de la ruinosa situación en la que hoy nos encontramos. Se trata de levantar a un país que se hundió por todos lados, que ha interrumpido por años el funcionamiento de su sistema educativo y el de justicia, que llegó a la destrucción de  instituciones esenciales para su sostenimiento y progreso;  que aniquiló  sus bases económicas principales; que sin mayor necesidad acumuló un enorme endeudamiento externo que pesará sobre  varias generaciones futuras; y, que registra  una población en  desgracia, con  pobreza e ignorancia generalizada, fuerte emigración y envejecimiento prematuro.  El proceso de levantar al país es la obligación dominante de los venezolanos de hoy, en especial, quienes poseen un alto grado de cultura. Para cumplir con ese propósito, debemos preparar programas gubernamentales y privados de calidad y, por supuesto, dichos programas no admitirán la fácil gobernabilidad de los tiempos de abundancia, ni la improvisación, ni el populismo, ni el clientelismo, ni  el inmediatismo a que fuimos acostumbrados. Significa emprender un enorme esfuerzo con fuertes vientos en  contra, para ponerlo en el camino del bienestar, con estabilidad y confianza, utilizando su potencial en conjunción con los saltos tecnológicos de la actualidad, brindándole un asiento seguro a las inversiones extranjeras que siguen el curso de esos adelantos y decidiendo pagar con educación, capacitación, cultura y valores la deuda social interna, reflejada desde mucho tiempo atrás en nuestra arruinada e inculta población. Si obramos con seriedad, ese proceso constituye la búsqueda de un nuevo país en toda su extensión, con disciplina, sabiduría y firmes propósitos de progreso.  Para fijar las características de este proceso necesitaremos estudiar la vocación económica de Venezuela, nuestras necesidades, nuestro interés social, nuestro interés de Estado, nuestro interés político y los cambios en la escena económica, financiera, política y tecnológica internacional. Esos estudios, deberán llevarse a cabo e interpretarse constructivamente bajo una calificada y superior dirección, que logre aglutinar lo mejor del  cerebro nacional, que brinde autoridad moral, racionalidad y consenso político al esfuerzo que se emprenda. Será una labor que exigirá el esfuerzo tesonero de varias generaciones. 


El marco de nuestra reconstrucción y desarrollo está por definirse y preocupa que todavía no se adviertan adelantos que tengan representatividad  como debería ser el caso, pues se trata de cambiar, para bien, la vida a los venezolanos y, por tanto, es el interés nacional el que debe privar, por sobre las ideas particulares que surjan con espontaneidad. Cuando sepamos el tipo de reconstrucción que tendremos, sabremos por derivación los cambios más importantes que se deberían introducir en el Banco Central. En espera de que se defina el nuevo rumbo que deberá tomar el país con su reconstrucción, me parece que podríamos ir meditando, analizando, la conveniencia de introducir algunos  cambios significativos en la operatividad cotidiana del Banco, a sabienda de que serán numerosos, como los siguientes, entre otros: Como primer cambio, conviene que  estudiemos la conveniencia de afirmar, con carácter CONSTITUCIONAL, las competencias del Banco Central y conceder carácter orgánico a la nueva ley que  regirá sus destinos.  La historia de los últimos sesenta años nos indica como necesario que los Presidentes, los Congresantes, los dirigentes políticos, los ministros de Hacienda, los ministros que ocupan un sillón en el Directorio del Instituto, los dirigentes de la Contraloría de la República y los jueces de las diferentes instancias conozcan y entiendan la significación institucional del Banco dentro de la economía y vida del país.  La población, en general, debe conocer el papel que juega el Banco con relación con la estabilidad de los precios y sobre las otras funciones que desempeña en pro del bienestar de la República. 


Toca al Banco Central fortalecer su condición como  fuente principal de información nacional, en relación con sus  competencias monetarias y financieras, y sobre la evolución económica de la nación. El  Gobierno Nacional, el Congreso, los Gobiernos Regionales, los partidos políticos y  la población, deben recibir información periódica sobre  los siguientes aspectos: UNO, sobre la autonomía. El Banco Central debe demostrar en forma persistente que el  ejercicio de su autonomía lo realiza  con propiedad jurídica y técnica, en coordinación con la política financiera general,  con absoluta transparencia y sin intereses particulares. En sus informes debe remarcar la finalidad del Instituto, de propiciar condiciones para proteger el poder de compra de la población. Resaltar que su  autonomía de acción se expresa directamente en la elección del tipo de medidas o disposiciones que debe adoptar en cada caso según la situación prevaleciente, en la selección de  los instrumentos de política monetaria que estime más efectivos, en la forma que considere más propicia, y en la oportunidad de hacerlo; DOS. Como obligación institucional, o por consulta expresa, o por mandato de ley, según sea el caso, el Banco debe expresar a los poderes públicos, con periodicidad, su criterio sobre la situación económica y financiera del país y sobre los aspectos particulares de la misma; TRES. con periodicidad, el Banco debe informar a la nación sobre el curso que lleva la actividad  económica y financiera general y sobre sus diferentes aspectos específicos; CUATRO. en su carácter de fuente estadística principal, el Banco debe publicar con cuidadosa periodicidad los indicadores económicos, que permiten apreciar oportunamente la marcha de la actividad económica, la evolución del sistema de precios y la situación monetaria y financiera, en beneficio de los estudiosos y de los sujetos económicos que requieren información para sus  operaciones habituales; y, CINCO. El Banco debe facilitar el conocimiento de las oportunidades que ofrece el país a los inversionistas interesados en la evolución de nuestro proceso de reconstrucción y desarrollo. Así, con activos propósitos de promoción, debe abrir SALAS DE INFORMACIÓN, de tipo estadístico, económico, social y jurídico en Caracas, en algunas ciudades del interior y en algunas ciudades del exterior.


Veamos un tercer cambio posible. Un proceso de reconstrucción y desarrollo como el necesitado exige la observancia de una estricta disciplina financiera, que favorezcan la adopción de comportamientos públicos y privados proclives al logro de los equilibrios interno y externo de la economía.  Una gestión presupuestaria y un balance de pagos en déficits duraderos malograrían o imposibilitarían el proceso de reconstrucción. En cambio, ganaría coordinación y eficacia si el proceso se lleva a cabo bajo la guía, la orientación y la ejecución de un PRESUPUESTO MACROFINANCIERO ANUAL, que reúna la acción en  las áreas fiscales, monetarias, financieras y cambiarias, dirigido a cumplir, entre otros, los siguientes objetivos: UNO. procurar que la reconstrucción y  el desarrollo de nuestra economía se lleven a cabo con enfoques de visión de conjunto, sin menoscabar las autonomías propias y las demas responsabilidades institucionales.; DOS. garantizar la debida coordinación de las áreas fiscales, monetarias, financieras y cambiarias, en función de preservar la evolución ordenada de la economía; y, TRES.  dar congruencia, sentido de oportunidad y calidad a las políticas públicas encaminadas a lograr la consecución de los objetivos UNO Y DOS, anteriormente indicados. Viajamos todos en la misma embarcación y debemos cuidar que las “agitadas” corrientes fiscales e indebidos desarrollos bancarios y financieros,  pongan en peligro, en línea sucesiva, la estabilidad de los precios, el mantenimiento del valor de la moneda, su convertibilidad internacional, y la necesaria estabilidad general de la economía.


 El citado Presupuesto  deberá tener una adecuada base en nuestra legislación, principalmente en lo que respecta: Uno. A la clara fijación de responsabilidades de política financiera que, en principio, incumben al Ejecutivo  Nacional y al Banco Central; y Dos. Las responsabilidades que atañen a ambas instituciones en relación con la elaboración, aprobación, ejecución, control y entrega de Cuentas del mencionado Presupuesto.  Al término de cada ejercicio anual, el Ejecutivo y el Banco deberán rendir al Congreso y a la nación sus respectivos Informes, separados, explicando la evolución de dicho Presupuesto, con indicación expresa de las metas que no pudieron alcanzarse y de las razones consiguientes, si fuera el caso.


En el futuro, el Banco Central debería asumir la plena responsabilidad en el diseño, manejo, administración y modificaciones del sistema cambiario;  en la administración de las reservas internacionales; en el diseño y actualización permanente del sistema de pagos y en  la regulación del comercio del oro.


Un quinto cambio posible en el Banco Central se refiere a la conveniencia de que asuma la potestad de dictar la regulación administrativa aplicable a la actividad financiera.  La regulación administrativa aplicada hasta ahora al ejercicio de la mayor parte de la actividad financiera ha sido tradicionalmente laxa, la cual,  en alguna medida, se ha “diluido” con el  “suave” comportamiento del Órgano Supervisor. Llegó la hora de considerar  la posibilidad de encomendar esta labor al Banco Central en su más amplio sentido, es decir, dictar la regulación que corresponde aplicar a las actividades de la banca, la de los mercados abiertos de capital, la de las seguros, la de las empresas dedicadas a operaciones de cambio extranjero, la de las entidades que participan en el sistema de pago y  de las demás empresas financieras que ofrecen servicios diversos, como p.e. las firmas bursátiles y las que se dedican a la asesoría financiera.


Un sexto cambio posible sería el de asumir Funciones de Inspección y Supervisión. Es larga la lista de bancos y de otras entidades financieras que han fracasado a partir de los primeros años del pasado decenio de los sesenta. Si seguimos esa racha negativa no iremos a hilvanar nunca un estado de confianza que respalde a un proceso de reconstrucción y desarrollo como el que se necesita. Será necesario discutir ahora, con objetividad, sin lobby interesado, el traspaso al Banco Central de las funciones de control y supervisión financiera en toda su extensión, para darle propiedad a ese proceso que, en su esencia, requiere de confianza, en favor de los ahorristas, de la economía general y de  la sociedad.


Un séptimo cambio posible se refiere a la designación del Directorio del Banco. Las tareas directivas de un banco central se  sintetizan en la defensa del “bolsillo” del ciudadano de a pié, el más débil y vulnerable de la sociedad, que sufre con horror existencial el proceso inflacionario. Los altos poderes de la nación, sin opción, están obligados a seleccionar con rigor a los integrantes del Directorio del Banco, acatando con rigurosa selectividad los requisitos consignados en la Ley. La experiencia nos ha indicado, repetidas veces, que debería abrirse la posibilidad de que el ciudadano común pueda impugnar ante los tribunales competentes esas designaciones y lograr el correspondiente fallo en función de la solidez de las razones presentadas.


Nos referimos ahora a la conveniencia de revisar y renovar el régimen sancionatorio aplicable a la actividad financiera, en toda su extensión. A este efecto, la historia de los últimos sesenta años nos ofrece la posibilidad de tipificar  los delitos financieros que han sido más comunes en nuestro medio. Parece razonable asignar al ahorro del ciudadano común la misma importancia que reviste  el delicado cuidado del Patrimonio  Público. 


Es necesario resolver el déficit patrimonial del Banco. En aras de que el Banco Central pueda cumplir con  propiedad las funciones que le exige la ley y el proceso de reconstrucción, el Fisco Nacional deberá resolver el déficit patrimonial que el Ejecutivo Nacional le creó, sin recurrir a fórmulas cosméticas.  Primero será necesario consolidar las deudas gubernamentales para con el Banco y, luego, vista la precariedad del tesoro público, concebir una solución a mediano y largo plazo, como p e aplicar las utilidades futuras del Banco que corresponden al Fisco a ese propósito, así como también hacer cancelaciones parciales con oro no monetario, proveniente de la producción nacional.


Nuestra recuperación económica deberá incluir con prioridad la completa reposición de nuestro signo monetario. Esta reposición es cuestión de soberanía y de confianza en nuestra futura evolución. No se debería pensar en la posibilidad de aceptar la circulación de monedas extranjeras para la realización de las transacciones económicas a partir del inicio del proceso de rescate y reconstrucción, por tres razones: i) si nosotros mismos nos declaramos incompetentes para asumir un comportamiento  no inflacionario,  también nos estaremos  considerando incompetentes para acometer un proceso mucho más difícil como es el de la reconstrucción de Venezuela;  ii) la salvaguarda de nuestro signo monetario es un deber que exige nuestra determinación de hacerlo en base a nuestras realidades y no sería admisible que siendo así estemos en los brazos de una política monetaria extranjera que obedece a objetivos diferentes;  y,  iii)  las realidades parecen indicarnos que la poderosa economía norteamericana iniciaría un nuevo orden internacional en condiciones bien difíciles que podrían marcar el comienzo de su declive imperial, habida cuenta de su creciente y duradera fragilidad política, de los estragos  del Covid 19, de su proceso inflacionario y crecido endeudamiento y del avance actual y futuro de las economías asiáticas.


Una importante conversación con Hugo Romero Quintero, quien fuera por muchos años Vicepresidente del Banco Central de Venezuela (BCV), y logra delinear en este documento los aspectos Generales del CV en función del país y sus ciudadanos.






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