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Partidos políticos y legitimidad por Edgar Márquez

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Edgar Márquez


La escena política nacional resulta cada día más compleja y, hasta, irresoluble por la ausencia de un tejido partidista adecuado a las nuevas circunstancias del país y del mundo, de un modo tal que no es posible alcanzar entendimientos internos y externos. Se habla de diálogo con el gobierno, pero se suprime el diálogo entre los factores opositores, en una suerte de ejercicio de la representación dialogal sin representados.

Ese es, justamente, el mayor problema en lo inmediato, en la actualidad, porque, a fin de cuentas, qué le puede interesar al gobierno dialogar con quienes no dominan la escena contraria. Creo que el régimen dialoga para mostrar una cara amable, en medio de tanto acoso desde el exterior y de tanta displicencia del país, porque, en realidad, el venezolano común (y hasta mayoritario) no está involucrado en nada.

El diálogo debe comenzar por casa, en el patio interno de quienes, sin ser elegidos, ahora son nuestros representantes, nuestros voceros, esos mismos que acuden sin agenda, sin informar cuándo se reúnen, cómo se reúnen, qué buscan y un largo etcétera.

En tales circunstancias, la llamada oposición, que no es articulada, ni se opone a nada, porque no hemos visto que sus posiciones hayan evitado algo, como por ejemplo la súbita subida de todos los impuestos, y con ello el auge inflacionario, no ha podido resolver su problema interno. No hay unidad partidista, para comenzar, en cada estado, y en cada partido hay varias corrientes o tendencias, no existe la fraternidad, ni siquiera se evitan los malos comentarios de dirigentes y militantes, y nada se hace mediante consensos.

En el fondo de todo subyace la vieja carencia partidista de la democracia interna, cuyo efecto dañino terminó por alejar las masas partidistas, desintegrarlas y pasarlas a esa mayoría de gente que no cree en el modelo que, con éxito, a medias dicen algunos, funcionó en el siglo pasado. Todos los militantes partidistas tienen derecho a intervenir en los asuntos internos, los dirigentes deben ser un correaje de acercamiento y participación, y no puede haber excluidos.

La inútil centralización de todos los asuntos en Caracas, o en Mérida, en el caso nuestro, sirvió para generar vicios, malas costumbres y prácticas nada democráticas, con los cuales se despreciaron los liderazgos locales, aldeanos, parroquiales, municipales y distritales, en forma tal que se vació de contenido el papel del dirigente o activista.

Por eso, los actuales grupos o partidos ya no son útiles a los fines del funcionamiento del sistema democrático, porque la sociedad no existe para ser sometida a los caprichos de dirigentes o burócratas partidistas, sino que está para funcionar como una integración de afectos en busca del bienestar colectivo.

Hoy nos encontramos con partidos, y aquí caben las comillas, porque, como muchos lo saben, se trata de organizaciones legalizadas, pero de solo documentos o maletín, que no tienen militancia y que, en muchos casos, aparecen solo para la venta de tarjetas, a candidatos, en elecciones. 

Las encuestas revelan que cuatro quintas partes de la sociedad venezolana no son afectas ni al gobierno ni a la oposición, es decir, ni Maduro ni Guaidó, quienes no quieren nada con las estructuras o liderazgos inoperantes, en circunstancias tales que solamente un refrescamiento del liderazgo, un cambio actitudinal (como decimos los educadores) del eje político – partidista, podría motivar ese gran electorado.

Se requiere un liderazgo horizontal, con el cual el alcalde de un municipio interiorano, para exclusivamente decir un ejemplo, sea tan reconocido, valorado y aceptado, como uno similar de Miranda o Distrito Capital, y que sea miembro de las instancias de decisión estadal o nacional.

Los malos ejemplos ya están en el pasado y no hay necesidad de imitarlos, o hasta de mencionarlos. Debemos ir a un modelo de funcionamiento de estructuras políticas basadas en la cercanía, la vecindad, el afecto y la utilidad directa a las comunidades.  Eso lo podemos lograr, solo, con otros partidos, grupos o asociaciones políticas, revestidas de una conciencia democrática y venezolanismo.






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