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Necesitamos mejores parlamentos por Edgar Márquez

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EDGAR MÁRQUEZ


El ejercicio de la escritura, soportada en lecturas, experiencias educacionales, actividad política y ejercicio del gobierno municipal, viene a ser una motivación para la disciplina personal, sabiendo que cada semana hay una obligación o compromiso de hacerlo, y para tener en cuenta que el uso de la palabra debe ser responsable, en todo momento. Es decir, que no se debe abusar del verbo y menos decir cosas sin haberlas meditado.
La campaña que me llevó por todo el Estado Mérida en la búsqueda de ganar la Gobernación sirvió para exponer ideas, sencillas y breves, a las que variadas personas agregaron sus opiniones y criterios, con lo cual enriquecí lo que era mi conocimiento. Ahora, con los artículos semanales he podido expandir esas ideas y exponerlas con mejores razones y mayores argumentos.
Hay una ventaja adicional, la publicación en la prensa diaria permite que se conserven los materiales más allá del círculo de amigos, redes y chats, con lo cual, en cualquier momento, se puede citar un texto por su fecha y publicación. Es un asunto igualmente importante.
Durante la semana anterior recibí un nuevo comentario del Profesor Ramón Sosa Pérez, secretario de la Academia de Mérida, e igualmente, desde Caracas, expresaron alentadoras palabras los amigos, ex parlamentarios, Eduardo Fernández, Nelson Chitty La Roche y Pedro Pablo Fernández, personas de presencia e incidencia nacional.
El trío de experimentados hombres del Congreso de la Repúblico, con funciones de jefatura de fracción y de comisiones permanentes, me llevó a decidir que este artículo trate sobre la necesidad que tenemos, y tiene el sistema democrático, de buenos y excelentes parlamentarios.
En los sistemas de gobierno parlamentario, cuyos casos más conocidos para nosotros son los de España e Italia, las cámaras legislativas e integran por hombres y mujeres de altísimo nivel, a sabiendas de que en cualquier momento puede haber una coyuntura que lleve al jefe de una fracción a la jefatura del gobierno. De modo que se dan casos en que muchos diputados guardan en sus alforjas intelectuales varios grados universitarios, rectorías universitarias y desempeños ministeriales, con lo cual concitan las miradas de sus colegas al pensar en una elección.
En democracias como la nuestra, no todos los parlamentarios tienen esos merecimientos y muchos llegan al cargo por manejos partidistas, conveniencias grupales y hasta por usar sus nombres para cubrir espacios vacíos. Además, no hay campañas propiamente parlamentarias, sino que estas se esconden detrás de la presidencial, de gobernador o de alcalde.
Si hoy revisamos quienes son los parlamentarios del Estado Mérida en la Asamblea Nacional podemos llevarnos la sorpresa de que no los conocemos. Lo mismo ocurre con el Consejo Legislativo o con los concejos municipales. Claro, debo advertir que no por desconocidos son de mal desempeño. No. Se trata de que, si fuesen personajes de grandes servicios, en otras áreas públicas, igualmente serían constantemente mencionados en las nuevas responsabilidades. Y así los conoceríamos todos.
La democracia requiere mejores parlamentarios en los tres niveles, porque los parlamentos son casas de la ley y el orden social, allí se hacen las normas para una convivencia armónica, se expresa la democracia en una de sus facetas más relevantes y resultan también centros de pedagogía política, pues cada parlamentario responde a una jurisdicción y territorio donde debe permanecer como delegado permanente de una porción poblacional. 




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