Mérida, Abril Jueves 25, 2024, 04:50 pm
Indonesia es el
productor de aceite de palma más grande del mundo y, en la actualidad, está
experimentando una grave escasez de aceite comestible. Esta situación atípica
en la economía mundial es resultado del abrupto incremento de los precios de
este tipo de aceite desde finales de 2021. El aumento de la demanda mundial de
aceite vegetal, la paralización de la producción de dicha mercancía durante la
pandemia, y las medidas proteccionistas de muchos gobiernos para asegurarse el
correcto abastecimiento de los mercados locales, han incidido en la volatilidad
que hoy muestra este mercado.
Pero esta situación
no es nueva: el aceite de palma ha escaseado varias veces en el pasado. En
1998, el Gobierno de Indonesia prohibió las exportaciones tras la conflictividad
económica y política provocada por el aumento de los precios del aceite comestible,
pero más adelante levantó la prohibición tras las protestas, la reducción del
ingreso de los hogares vinculados a esta actividad y el aumento del
contrabando. La lección que derivó de dicha experiencia previa fue que no era
posible solucionar un problema de precios —generado por un exceso de demanda—
usando medidas proteccionistas —restricción de las exportaciones–, dado que
estas distorsionan los incentivos a la actividad productiva y promueven la
conformación de mercados paralelos.
A pesar de dicho
aprendizaje, las disposiciones actuales obligan a las fábricas a comprar a
precios regulados los racimos de frutas frescas que venden las organizaciones
de agricultores locales; el costo de no hacerlo es la posibilidad de perder su
permiso comercial si violan la ley. Pero en la realidad, como ocurre con todo
control de precios, se evidencia que las empresas y los intermediarios están
comprando racimos de frutas frescas a los agricultores a un precio distinto al
establecido por el gobierno; ya que los agricultores carecen de poder de
negociación sobre las opciones y los precios del mercado. Al respecto, se han
creado grandes discrepancias de precios en la actividad productiva.
De nuevo, queda en
evidencia que los controles de precio no protegen a quienes dicen proteger. Las
distorsiones que generan aumentan la vulnerabilidad de los grupos sociales
menos favorecidos en la cadena productiva y acrecientan la desigualdad entre la
población. En el caso particular de la industria del aceite de palma en
Indonesia, los principales afectados de esta práctica proteccionista son los
pequeños agricultores y las empresas individuales responsables de las plantaciones,
mientras que salen favorecidos los intermediarios y dueños de las fábricas
encargadas de la refinación y exportación del producto.
La solución a este
problema, que se acrecienta con las nuevas prácticas proteccionistas
popularizadas luego de la pandemia, es levantar la prohibición de exportación
teniendo en cuenta su impacto en los agricultores. De igual forma, el gobierno
debe promover las fuerzas del mercado que elevarían los precios para los
agricultores y favorecería el ingreso de muchos hogares en el país. Es decir, avanzar
hacia una economía de libre mercado donde se reducirían los precios del aceite comestible
para el consumidor final como consecuencia de la llegada de más competencia.
En la medida que se
avecina una crisis alimentaria a nivel mundial —debido a la pandemia, la
ruptura de encadenamientos productos, la guerra Rusia-Ucrania—, los gobiernos
deberían promover más el aumento de la productividad y la mejora de cada fase de
la actividad productiva —incorporando nuevas tecnologías, atrayendo
inversiones, entre otros—, para incrementar el nivel de producción y los
ingresos de los agricultores.
* @ajhurtadob