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"La Iglesia y el 19 de abril" por Padre Edduar Molina

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"La Iglesia y el 19 de abril" por Padre Edduar Molina


Han transcurrido doscientos trece años del memorable 19 de abril de 1810, en los conocidos hechos del Jueves Santo caraqueño, mucho se ha hablado de la protagónica participación del Canónigo Madariaga, animando al pueblo a declarar un rotundo “no” en contra de la tiranía y en favor del inicio de un nuevo camino de libertades y participación de la ciudadanía.

 

La historiadora María Eugenia Talavera escribe que la religión y la defensa de la patria estuvieron unidas en el proceso de levantamiento contra el imperio español. En el conflicto la Iglesia y sus ministros desempeñaron un papel preponderante como protagonistas del proceso, pues muchos de ellos estuvieron activos a favor del régimen republicano, bien participando como soldados directamente en la guerra, bien a través de prédicas públicas (sermones), conversaciones privadas a favor de la causa patriota y, así mismo, participaron activamente en la reunión y adoctrinamiento de los feligreses para tomar las armas, proveyendo apoyo logístico a las tropas, donando dinero a la causa, entre muchas otras actividades. Igualmente, no dejaron de tener una participación política activa como integrantes del Cabildo de Caracas durante los sucesos del 19 de abril de 1810.

 

Una versión indica que el Padre Blanco, corriendo apresurado con la sotana al hombro, se dirigió calle arriba a la Iglesia de La Merced, donde estaba el Canónigo chileno José Joaquín Cortés de Madariaga confesando. Interrumpió el Sacramento y a toda prisa voló a la casa del Ayuntamiento. Atraviesa la compacta multitud y junto con el Padre José Francisco Ribas, hermano del prócer de la Independencia José Félix Ribas, y junto al padre Herrera se incorporaron como representantes del Clero.

 

Destacó la actuación del canónigo catedralicio Cortés de Madariaga, sacerdote que para el momento se encontraba en Caracas, con la conocida seña que hizo detrás del Capitán General Vicente Emparan, pidiendo enérgicamente su destitución. Lo califican como un “genio atrevido,” como un “notable hombre” que encaminó la revolución desde el balcón de la hoy conocida como Casa Amarilla, en uno de los costados de la plaza mayor caraqueña.

 

A las deliberaciones del Cabildo caraqueño son llamados a participar los pronuncios de los tres principales conventos de hombres establecidos en Caracas: agustinos, franciscanos y mercedarios, al igual que el Padre Juan Antonio Rodríguez Queipo, Rector del Seminario Arquidiocesano.

 

Esta influencia de la religión católica sobre el proceso emancipador que se gesta el 19 de abril se hace más manifiesta al momento de declararse la Independencia Venezolana y de aprobarse la Constitución de 1811. En efecto, recordemos que el Acta de Independencia comienza invocando a la Divinidad: “en el nombre de Dios Todopoderoso”.

 

Por su parte, la primera Constitución venezolana de 1811 declaraba: “La religión católica, Apostólica, Romana, es también la del estado, y la única, y exclusiva de los habitantes de Venezuela. Su protección, conservación, pureza e inviolabilidad será uno de los primeros deberes de la Representación nacional; que no permitirá jamás en todo el territorio de la Confederación ningún otro culto público, ni privado, ni doctrina contraria a la de Jesu – Christo”

 

Los padres de la patria, herederos de una tradición cristiana que ya contaba tres siglos, reafirmaron esa fe con pública proclamación; deseaban que la República de Venezuela naciera, por tanto, bajo la inspiración de la fe en Jesucristo. Por ello, imploraron ayuda divina para realizar este sueño de libertad, unidad y paz.

 

“El 19 de abril nació Colombia y como hija del cielo nació en hora sagrada”. Este verso del padre Carlos Borges evoca al Libertador en su convicción de nacimiento de la patria de 1810, sirva de reflexión y compromiso sobre lo que hoy nos congrega en este histórico cabildo emeritense, cuna de la libertad de nuestra provincia.

 

Doscientos trece años es los que festejamos patrióticamente. Representan el reto más grande que generación alguna en la historia de Venezuela tenga que afrontar ante los inmensos retos de la paz, la unidad y el progreso humano de todos los venezolanos. Son doscientos trece años que tenemos que analizar en la construcción de la nación venezolana. Son doscientos trece años de vida republicana. ¿Acaso podremos estar satisfechos por lo que hemos hecho? ¿Acaso somos la generación que Bolívar soñó?, ¿Acaso podremos decir que somos un país con madurez política republicana? He ahí algunas grandes interrogantes que cada uno debemos hacernos en el aporte por la construcción del país que todos queremos.

 

Tal como lo expresa la carta del Episcopado Venezolano con motivo del bicentenario de la Independencia nacional: “Tanto el 19 de abril como el 5 de julio fueron dos acontecimientos en los que brilló la civilidad, la autoridad de la inteligencia, el diálogo la firmeza y el coraje de no tener que recurrir a las armas y al poder de la fuerza y a la violencia contraria a la sensatez, al intercambio de ideas y propuestas que respetó a los disidentes y propició el anhelo común de libertad igualdad y fraternidad”. A 213 años de historia los venezolanos, puestos delante de Dios, tenemos que confesar que nos falta mucho para continuar el propósito de los fundadores de no contrariar la idea de no establecer nuestra felicidad sobre la desgracia de nuestros semejantes.

Hoy, más que nunca estamos llamados a proclamar un compromiso de lucha contra una anticultura de arbitrariedad, corrupción y violencia, para crear espacios comunes donde todos podamos promover el trabajo, la conciencia y la responsabilidad, la promoción de todos los derechos e igualdades, la convicción del triunfo definitivo de la vida y la libertad sobre la muerte y sobre cualquier forma nueva de opresión. Ese ha sido y será motivo de razón de lucha de un pueblo que cree ama y espera.

 

¡Viva el 19 de abril que proclamamos un si grande y generoso a la vida!

 

Mérida, 23 de abril de 2023





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