Mérida, Julio Miércoles 16, 2025, 10:28 pm
Si se tiene claro a dónde se quiere llegar, es posible que el camino se
haga menos pesado. Incluso en esas circunstancias un dejo de duda es
necesario. Pero, cuando se tiene la seguridad absoluta de cuál es el
lugar a donde se quiere arribar, sin dar cabida a ninguna clase de
cuestionamiento, podría emerger el fanatismo o la falta de pensamiento
medianamente argumentado. La mentira, a pesar de tener patas cortas,
suele impresionar inicialmente, mientras nos damos cuenta de que se
trata de representaciones de lobos vestidos de ovejas.
Conceptos y farsas conceptuales
Hay
términos difíciles de atrapar, como el de felicidad o el de salud
mental. Cuando tratamos de conceptuar la felicidad, la cosa se nos
complica, porque lejos de condiciones de carácter espasmódicas, la
felicidad pareciera que tiene más que ver con mantener la mayor cantidad
de equilibrio la mayor parte del tiempo. Algo parecido pasa con el
concepto de salud mental, que dice mucho y no dice nada, porque eso que
tipificamos mentalmente sano es un asunto de carácter estadístico que
tendría que ver con la posibilidad de mantener la mayor cantidad de
equilibrio la mayor parte del tiempo, como lo es también la felicidad.
Es sano recordar que la “salud mental” no es una disciplina ni mucho
menos una profesión. Es un concepto de corto alcance y mucha sonoridad,
del cual no podemos apreciar su presencia, pero lamentamos de manera
terrible su ausencia. Por eso es por lo que las disciplinas que tratan
de mantener el equilibrio se tienden a enfrentar a múltiples formas de
caos y desorden, lo cual va de la mano de la historia de la
civilización.
Si la meta es una ilusión, el resultado será fallido
Si no
tenemos idea de cómo podríamos asimilar un concepto, mucho menos vamos a
poder llegar a materializar el mismo. El ejercicio de pensar bien vale
la pena y lejos de repetir eslóganes o formulitas prefabricadas, para
poder avanzar hacia espacios mejores, deberíamos tratar de aclarar las
ideas y hacer a un lado aquellas creencias que lejos de ayudarnos a
construir, se terminan por convertir en pesados lastres que vamos
arrastrando y nos van minimizando nuestra capacidad de movilizarnos con
agilidad. Si el postulado inicial es falso, todo lo que hagamos será
fallido.
Soluciones probadas: fallidas y exitosas
En
general, la experiencia, o sea el aprendizaje, debería servir para no
repetir los mismos errores. Es más que consabido que si seguimos
haciendo lo mismo, seguiremos obteniendo los mismos resultados. De ahí
que cualquier intento por cambiar las cosas para bien, obliga a pensar
mal de aquello que tiende a separarnos y a generar divisiones y quiebres
en el tejido de una sociedad. Por el contrario, aquello que es proclive
a unificar en relación con construir una causa común, tiende a generar
mayores estados de equilibrio en las dinámicas sociales que vamos
construyendo. En esta suerte de neo inquisición en la cual se ha venido
transformando el siglo XXI, es casi inevitable tomar partido para que
grupos ultra minoritarios no se salgan con la suyas, porque generan
falaces matrices de opinión que incluso tratan de convencernos de que
los postulados más sencillos son falsos. Es buen tiempo para usar
binoculares y lupas que nos permitan detectar sofistas de baja monta,
tanto de lejos como de cerca. Los vendedores de ideas pululan en nuestra
contemporaneidad y tarde o temprano tendrá que imponerse el siempre
triunfante principio de realidad.
Tiempos de esperanzas
Lejos
de asumir una posición desesperanzada, creo que los asuntos de la
contemporaneidad tienden a poder resolverse con la vieja fórmula de
intentar ser capaces de discernir entre ética y moral. Lo moral es lo
que consideramos bueno y malo en un momento y en un lugar determinado.
Lo ético es mucho más ambicioso, por cuanto se trata de realizar el
ejercicio filosófico de pensar en una supra moral, que sería una manera
de generar una moral universal. La ética es crítica que se hace sobre lo
moral y es un intento de universalización de lo bueno y lo malo,
independientemente del contexto. Probablemente el ejercicio ético jamás
termine, porque hay tantas morales como sociedades hay en el planeta.
Pero el desafío está ahí. Presente y latente, invitándonos
permanentemente a hacer el esfuerzo de intentar conceptualizar una
manera de hacer que el mundo sea un lugar para todas las personas de
buena voluntad.
Movimiento, acción y reacción
Los
que piensan que el mundo es estático, se equivocan. No solo porque el
cambio y el movimiento son constantes sino porque ante cada acción, la
tendencia es que aparezca una reacción. Esa confrontación de fuerzas
potencialmente da cabida al equilibrio, que por una especie de fatalidad
propia de lo humano y de los sistemas, una vez que se tiende a alcanzar
el mayor grado de moderación, la tendencia es a romperlo. En esas se
nos van las energías, las cuales tienden a renovarse conforme mantenemos
en alto el espíritu combativo y las cosas que hacemos para crear puedan
superar a aquellas que tienden a destruir.
Filósofo, psiquiatra y escritor venezolano