Mérida, Julio Jueves 17, 2025, 12:00 am
Con el renovado deseo que sigamos anunciando con palabras y obras la Buena
Noticia del Evangelio, nuestra Iglesia de Mérida celebró este sábado 11 de
noviembre la Asamblea Arquidiocesana de Pastoral, bajo el lema: “Una parroquia
misionera, en salida para los nuevos tiempos”, en las instalaciones del Colegio
“Arzobispo Silva”, en medio de un ambiente fraterno, alegre y lleno de
esperanza unos cuatrocientos agentes evangelizadores, de todas las zonas
pastorales, sacerdotes, religiosas, seminaristas, representantes de los
movimientos y grupos de apostolado, departamentos de pastoral y del sector
educativo, nos dimos cita para agradecer al Buen Pastor por “la Iglesia que
tenemos”, con sus debilidades y fortalezas, con la huella imborrable de sus
pastores y laicos que han hecho fecunda siembra de Evangelio en este centenario
arquidiocesano.
También fue un momento propicio para orar juntos, trabajar en equipo y
reconocer nuestras faltas de iniciativas, el desánimo o el
cansancio de los evangelizadores; otras veces, debido a factores externos, como
la falta de recursos económicos, la migración forzada, la inconstancia de la
gente, entre otras tantas. Lo que nos debe llevar a implementar acciones
pastorales adecuadas, asumiendo una auténtica conversión pastoral que nos mueva
por el camino de una Iglesia discípula y misionera.
La Asamblea estuvo encabezada por nuestro Arzobispo Metropolitano Monseñor
Helizandro Terán, con su cercana y paternal guía, en la eucaristía de cierre,
nos invitó a sentirnos todos llamados a la misión de la Iglesia, siendo
presencia de amor y solidaridad con todos. En segundo lugar, a tener sentido de
pertenencia a nuestra iglesia merideña, con sus luces y sombras, pero siempre
en construcción con el trabajo de todos. Por último, su llamado a no tener miedo
de emprender juntos este camino de renovación de nuestra Iglesia local, a la
luz de los nuevos signos de los tiempos, con la exigencia de cristianos
formados, comprometidos y testimonio de comunión en nuestra sociedad.
Se trata de buscar, trazar y
seguir como comunidad el “sendero de la
vida” (Sal 16,11) que
construye el Espíritu Santo, desde la más pequeña de la estructura del cuerpo
de Cristo: la Parroquia. Por ello el tema de formación giró en torno a la comunidad
parroquial, a la luz del documento Ecclesia in América (41), como lugar
privilegiado donde los fieles concretamente experimentan la Iglesia. Las
parroquias están llamadas a ser acogedoras y fraternales, atentas a la
diversidad cultural de la gente, abiertas a proyectos pastorales que van más
allá de la propia parroquia. También la parroquia puede ser la fuente de gran
esperanza, cuando es instrumento de unidad de la gente en comunidad, con el
reto de asistir la vida familiar, superar el sentido de anonimato, recibir
gente y ayudarlos a estar envueltos en su vecindario y en sociedad.
La nueva realidad nos exige
una pastoral que sea capaz de afrontar los desafíos recíprocos del momento
presente. No podemos vivir ciegos a la realidad como profetas de esperanza, ni
tampoco olvidarnos de tener la suficiente clarividencia, audacia y fortaleza
para entregar el Mensaje íntegro de Jesús, evitando el conformismo y las
componendas.
Las cuatro grandes
dimensiones de la pastoral son la base de la evaluación o revisión pastoral, la vida sacramental que
abarca todo el conjunto de la celebración de los misterios de Cristo. El
Kerigma o la evangelización con hechos y palabras ser testimonio de una Iglesia
que anuncia la Buena Noticia de la esperanza y el amor. Igualmente, la
dimensión fraternidad vivida o pastoral comunitaria (Koinonía): La misión de la fraternidad vivida (Koinonía) desde el
testimonio de amarnos unos a otros, aun a los que no piensan igual que
nosotros, o aquellos alejados en las periferias de la sociedad. Junto al compromiso
liberador o pastoral social (diakonía):
Es el servicio de la caridad que se transforma en la misión liberadora, se testimonia
el misterio de la edificación del Reino fuera de las fronteras de la Iglesia,
por una sociedad más humana, en tanto más libre y justa.
Quiera Dios que se multipliquen estos espacios de escucha como nos invita
el Papa Francisco: “Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la
conciencia de que escuchar es más que oír. Es una escucha recíproca en la cual
cada uno tiene algo que aprender y decir, y todos en escucha del Espíritu
Santo, el “Espíritu de verdad” (Jn 14,17) Tener oídos, escuchar, es el primer
compromiso. Se trata de escuchar la voz de Dios, de captar su presencia, de
interceptar su paso y su soplo de vida.
Mérida, 12
de noviembre de 2023