Mérida, Octubre Miércoles 09, 2024, 05:57 am
RUBEN
DARIO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Fotos:
Federico Montes
Ha sido una corrida entretenida. El clima y el ambiente lograron casi similar entrada que el día anterior, y a fe, que la expectativa era un hervidero. Pero los toros de las ganaderías de la casa Molina Colmenares han dejado de la misma manera mucho que decir, más que desear, en cuanto a trapío se refiere y juego en conjunto. No se justifica un encierro por el hecho de la nobleza y bondad, cuando para tal efecto la mayoría de los pupilos molineros se les cumplió simbólicamente el tercio de varas, quedando casi petrificados tras la mínima sangría que en el caballo se les propinó.
El
culmen del caso vino con el indulto del segundo del lote de “Colombo”,
animalito el cual ni siquiera le rompieron el pelo con la almendra de la vara para
que luego, desde la pajarera presidencial, bajo la petición efervescente de un
publico ávido de emociones, se indultara, algo inaudito cuando de seriedad y categoría
de una plaza hablamos. ¿Cuándo será el día que a la Plaza de Toros de Merida
vuelva la sindéresis en el criterio de quienes tienen la potestad de otorgar y
repartir justicia? Ojalá y sea algún día, y no pase como ocurriría a la Plaza
de Maracaibo, donde de tanto tergiversar la cosa, se pasaron de rosca y
terminaron acabando lo que una vez fue una plaza de toros…
La
corrida la aperturó la actuación del rejoneador Francisco Javier Rodríguez, ante
un mansurrón aquerenciado de Los Marañones, ganadería el cual desde hace varios
años no lidiaba en ruedos nacionales. Ante este, el rejoneador yaracuyano luciría
poco eficaz en los tres rejones de castigo que colocaría, frente a los arreones
que a favor de querencia provocaba el mencionado dije. En banderillas mejoraría
el decorado de su labor, sobre todo en banderillas, clavando de frente, lo que
hizo que su labor tomara interés ante los presentes. No alargaría en demasía actuación,
pues solo cuatro farpas colocaría para irse tras el rejón de muerte, aliviándose,
dejando el acero contrario y caído, fulminante de necesidad para cortar una
generosa oreja, cuando ya el toro se lo llevaban las mulillas.
En
lidia ordinaria, Daniel Luque se encontraría a primeras con un anovillado y
raro astado, por su diminuto tamaño, que hacía que desluciera el sevillano
coleta, ante semejante “zapatico”, más propio de un festival o novillada que
una corrida de lujo como esta. Tras el certero puyazo de su piquero de turno,
literalmente dicho burel quedaría petrificado entre las rayas de ruedo, lo que hizo
que Luque necesitara del recurso de torearle en las cercanías, por ambos pitones,
a media altura, ajustando temple y mando para pasarse las mortecinas embestidas
de un animal que incluso estuvo a punto de echarse antes de culminar encimista
trasteo. Los tres cuartos tendidos de ración toricida, previo pinchazo, dieron
pie a la concesión de una oreja que de la misma manera no contaría una petición
del todo unánime.
Su
segundo seguiría el guion de lo que hasta el momento había transcurrido la tarde,
una faena de poco calado tras luego el toro venirse abajo de nuevo tras el
tercio de varas. Le pasó por ambas manos, con voluntad e intención de
lucimiento, pero era poco o nada lo que ofrecía el a menos astado a un a
disgusto Luque. La brevedad con el acero se le agradeció, lo que hizo que
inmediatamente solicitara, picado en su orgullo, regalar un toro, pero no de
los sobreros titulares, sino uno del hierro de Juan Bernardo Caicedo, el cual terminaría
siendo protagonista tambien de la función.
Alto
y largo, «Forastero» parecía que fuera el papa los toros lidiados anteriores,
por su alzada, trapío y en especial tranco en su embestida, esa que Luque desde
el mismo momento de su salida supo entender, en largo y florido saludo por verónicas.
El certero castigo en varas, sería fundamental para luego en la muleta Luque
decantarse por un toreo reposado, preciso, sacando provecho a las boyantes
embestidas del astado colombiano, por la mano derecha en series preñadas de
entrega y torería, ante un toro con “toda la barba”. Bajaría un poco el diapasón
de la faena por naturales, pero igual tuvo su miga algunas series, ante un
ejemplar que vendería cara cada uno de sus envites a los engaños. El espadazo
trasero y tendido fue suficiente para que el toro doblara, y con ella la concesión
de las dos orejas, un poquito largas, pero que reconocían el empeño del torero
por no quedar en el debe ante el aficionado ilusionado a sus formas y maneras.
Nuevamente
Jesús Enrique “Colombo” se hace amo y señor de la afición merideña. Desde el
primer momento se haría con la escena de una tarde donde supo entender las condiciones
de un lote en la que de suplió las carencias de dichos bureles. Ante el jabonero
primero de su lote, animal se le vio en labores de enfermero a un “Colombo” al
que se le vio exultante en banderillas, previamente variado en el capote y
resolutivo en la muleta, en faena de largo metraje, ayudándole a media altura
en tandas medidas arropado ante la entrega incondicional de la afición emeritense.
Pudo sopesar el hecho que el toro se doliera del pitón derecho partido en el burladero
del 2, lo que condicionó su defensiva embestida por ese lado. El espadazo con
la que se fue tras el acero, fue elemento indiscutible para la concesión generosa
de las dos orejas.
Vendría
la lidia de su segundo, el mentado «Teleférico», animal de notable nobleza, de
tranco franco desde el alegre saludo por largas cambiadas en el tercio. Le pasó
Colombo en varas en simple simulacro de esta, pues William Hidalgo “El Llanerito”
ni siquiera le haría sangre para una muestra hematológica a dicho burel, ante
el consentimiento de una presidencia que parecía del mismo modo unirse al efecto
colombista con la que se vivió emociones en dicha faena. El tercio de banderillas
explosivo puso a favor a toda la plaza, para de esta manera en los medios
iniciar toreo en redondo de rodillas, el detonador luego de una labor donde el
fervor del público (bajo los acordes de Alma Llanera) desencadenaría un efecto
en masivo en toda la plaza, esa misma que bramaba de emoción por la diestra y
zocata, ante una labor a favor de un animal noble hasta que se aburrió del largo
repertorio muleteril. La petición del indulto no se hizo esperar, y antes que “Colombo”
se fuera tras la espada que desde el callejón le insinuaba su señor padre, fue
el propio palco presidencial el que concedería el discutido indulto cuando ni siquiera
una vez se había perfilado “Colombo”, por lo menos para hacer el paripé de la
suerte suprema, lo que al menos justificaría tal vez uno de los indultos más polémicos
que hayamos visto en esta plaza.
Lo
de Antonio Suárez vino ser la reconfirmación del gran momento que atraviesa
este torero. Asi lo dejaría en retina de muchos en su primero, ese al que en la
muleta con parsimonia y regusto fue mimando por ambos pitones, hasta lograr, en
especial por la derecha donde dejaría impresos muletazos de gran calado artístico
que levantaron la ovación de los entendidos que saborearon en sus formas y
maneras toreo para “paladares finos”. Una pena que el fallo reiterado con la
espada le dejara sin las orejas, las que tenía seguro en su esportón.
Pocas
opciones tuvo con el que cerró su lote, un jabonero feo y escurrido, al que la
voluntad y ganas de volver a repetir dosis de toreo caro del toro anterior se esfumaría
tras el paso por el caballo. El puyazo de Carlos Álzate dejaría planchada las
intenciones de embestir del torito al que le faltaba fondo y alma para embestir
a las telas que le presentaba un torero al que hay que verle de nuevo. Por algo
ese brindis de torero a torero, de maestro a aspirante, de Luque a Suárez, en
el toro de regalo, un detalle que deja en claro lo que puede ser este torero si
logra corregir materia pendiente con la espada.
FICHA DEL
FESTEJO
Plaza de Toros Monumental “Román
Eduardo Sandia” de Merida
Domingo 11 de febrero de 2024. II corrida
de feria
Con poco más de media plaza (aproximadamente
8 mil personas), en tarde soleada al principio, entoldada y fría al final de la
misma, con ráfagas de viento, se han lidiado toros de EL PRADO (2º, 3º,
6º y 7º), RANCHO GRANDE (3º y 4º), justos de presentación, muy descarado
y tosco su paso por el “barbero”, escasos de fuerzas, desrazados pero nobles en
distinto grados, siendo premiado con el indulto discutido el sexto, «Teleférico»
Nº 227 de 430 kilos, negro mulato. Para rejones un toro de LOS MARAÑONES
(1º), mansurrón. De sobrero de regalo se lidió un toro de JUAN BERNARDO
CAICEDO (8º), bien presentado, noblote.
Pesos: 430, 440, 439, 438, 434, 430,
436 y 470 kilos.
FRANCISCO JAVIER RODRÍGUEZ (A la usanza campera): Oreja.
DANIEL LUQUE (Azul cobalto y oro con remates
blancos): Oreja, silencio y dos orejas en el de regalo.
JESÚS ENRIQUE “COLOMBO” (Verde oliva y oro, con cabos blancos):
Dos orejas y dos orejas simbólicas.
ANTONIO SUÁREZ (Blanco y oro, con cabos blancos): Palmas
tras aviso y saludos desde el tercio.
Incidencias: Entre las cuadrillas destacaron la vara
de Juan Manuel García y en la brega Juan Contreras ambos de la cuadrilla de
Daniel Lique, en banderillas Francisco “Chico” Paredes. *** La corrida nuevamente
comenzaría con el retraso de 35 min de la hora estipulada. *** Presidió festejo
el Dr. Frank Castillo Salazar, con un censurable proceder al indultar un toro
que no fue picado, algo inconcebible, y solo posible en una plaza como la de
Merida.