Mérida, Julio Miércoles 16, 2025, 11:45 pm
La reflexión del Santo Padre para la Cuaresma
de este 2024, camino de preparación a la Semana Santa, lleva por título “A
través del desierto Dios nos guía a la libertad”, una verdadera invitación a
todas las todas las comunidades cristianas a ofrecer espacios para la reflexión
personal y comunitaria, que nos lleven a reflexionar sobre nuestra verdadera
vocación la libertad del espíritu y contribuya a una sociedad más humanizada y
humanizadora.
Al inicio de su mensaje, el Papa Francisco
lamentó que la humanidad camine en la oscuridad de las desigualdades y
conflictos, apunta a que hoy el pueblo de Dios lleva por dentro de sí ataduras
opresoras que paralizan e impiden soñar con un mundo distinto, por lo que el
cristiano debe decidirse a abandonar todas estas ataduras que atentan contra nuestra
vocación de ser libre para actuar en el amor, mediante la oración, el ayuno y
la entrega al prójimo. Caminos o medios cuaresmales que nos ayudan a transitar
por una autentica conversión de corazón.
En su reflexión sobre este “tiempo de
conversión”, el Papa latinoamericano nos interpela a todos sobre el amor al
prójimo. Los gritos de los oprimidos en la actualidad no pueden pasar
inadvertidos, los hermanos con hambre y tantos sin salud ni medicinas, los
forzados a la migración forzada, los niños y ancianos quedados atrás, los
jóvenes que vagan sin esperanza, entre otras tantas formas de sufrimiento, en medio
de una sociedad, insensible al dolor del prójimo, dice el Papa “el grito de
tantos hermanos y hermanas oprimidos llega al cielo” y pregunta: ¿Nos llega
también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve? El Romano Pontífice nos
recuerda la pregunta que le hace Dios a Caín por su hermano Abel, ¿Dónde está
tu hermano? (Gn 3,9).
El Sumo Pontífice denuncia,
igualmente, un déficit de esperanza. Actuamos bajo patrones de vida que nos
dejan exhaustos y nos vuelven cada vez más insensibles. Es un modelo de
crecimiento que nos divide y nos roba el futuro; que ha contaminado la tierra,
el aire y el agua, pero también las almas. Frente a esta cruda realidad Dios no
se cansa de nosotros, dice el Papa, y nos regala este tiempo de Cuaresma como
el tiempo fuerte en el que la Palabra de Dios se dirige de nuevo a nosotros: “Yo
soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud”
(Ex 20,2).
También Bergoglio nos recuerda que
éste es un tiempo para actuar, “actuar es también detenerse. Detenerse en
oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante
el hermano herido… No tener otros dioses es detenerse ante la presencia de
Dios, en la carne del prójimo”, afirma el documento cuaresmal.
Las practicas cuaresmales de la
oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un
único movimiento de apertura, de vaciamiento, puntualiza el Papa, lo que
permite sacar de nosotros los ídolos que nos agobian, los apegos que nos aprisionan.
“entonces el corazón atrofiado y aislado se despertará”.
La invitación es a vivir este “tiempo
de conversión, tiempo de libertad”, a desacelerar y detenerse, para encontrar
sentido en la dimensión contemplativa de la vida, que la Cuaresma nos hará
redescubrir y permitirá movilizar nuevas energías. Delante de la presencia de
Dios nos convertimos en hermanas y hermanos, percibimos a los demás con nueva
intensidad; en lugar de amenazas y enemigos encontramos compañeras y compañeros
de viaje. Este es el sueño de Dios, la tierra prometida hacia la que marchamos
cuando salimos de la esclavitud”. Asevera, y explica que, “el desierto es el
espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no
volver a caer en la esclavitud”.
Para concluir el Papa nos recuerda la
necesidad de una Iglesia en salida, una Iglesia sinodal, que nos lleve a todos
a “un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a
contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida
de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la creación, la inclusión de
los invisibles o los despreciados. Que nos permita ver la alegría en los
rostros, que se sienta la fragancia de la libertad, que se libere ese amor que
hace nuevas todas las cosas, empezando por las más pequeñas y cercanas. Esto
puede suceder en cada comunidad cristiana, anhela el papa.
No podía faltar el llamado a los
jóvenes para que tengan la valentía de la conversión, de salir de la
esclavitud, recordándoles el mensaje de la JMJ Lisboa 2023: “Busquen y
arriesguen, en este momento histórico los desafíos son enormes, los quejidos
dolorosos, estamos viviendo una tercera guerra mundial a pedacitos, pero
abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto”.
No olvidemos que en la medida en que
esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá un
estremecimiento de creatividad; el destello de una nueva esperanza.
Mérida, 18 de febrero de 2024