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DUODÉCIMA CORRIDA - FERIA DE ABRIL

Roca Rey abre la Puerta del Príncipe del patio de su casa

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Fotos: Arjona – Pagés.


Una Maestranza más predispuesta y entregada premia con la Puerta del Príncipe la intermitencia y entrega de su primera faena; tremendo su arrojo con el barrabás quinto. *** Pablo Aguado, convidado de piedra de la tarde –ni Juan ni el Don Juan–, se inventó bajo la lluvia el pasaje más artístico y pasional de la corrida.

JESÚS BAYORT

Diario ABC de Sevilla

 

Criticaba Fernando Iwasaki en su columna sabatina de ABC de Sevilla la «xenofobia provinciana de todos los que insultaron [el pasado sábado] a Roca Rey por haber nacido en el Perú». Una plaza «hostil e inhumana», como se tituló la crónica de aquel día. Abrochaba su artículo el maestro Iwasaki lamentando que «la afición sevillana no merece que unos cabestros la pongan en entredicho, pues la Puerta del Príncipe siempre ha sido otra Puerta de América que Conchita Cintrón, Gaona, Rincón, Arruza, Girón, Armillita y el mismo Roca Rey, cruzaron para lustre y prestigio de la Real Maestranza». Y la volvió a cruzar este sábado el peruano, para lustre y prestigio... de su carrera. El titular de su columna –'Roca Rey torea hoy en casa'– y el planteamiento de la corrida de Victoriano del Río me transportaban directamente a aquella polémica crónica de Gregorio Corrochano tras una tarde de Gallito en la Monumental de Sevilla: 'Joselito torea en el patio de su casa'.

La corrida de Victoriano del Río era tan apropiada para el triunfo de Roca Rey como para el fracaso de los dos últimos discípulos del toreo sevillano. Toros atléticos en su enjuta figura y ofensivos en su pronunciada mirada. Agresivos en su expresión y temperamentales en su comportamiento. Una corrida para toreros de fondo, no de formas. Y ahí, sin ninguna duda, el triunfador era, y fue, Andrés Roca Rey. Aunque Pablo Aguado, el convidado de piedra de la corrida –ni Juan (Ortega) ni el Don Juan de la tarde–, se apretó bajó la lluvia para inventarse la faena más pasional del montante.

A las nueve de la noche abandonada el limeño sobre los hombros de Sevilla la Puerta del Príncipe de la Maestranza, que era este sábado el patio de su casa. Una plaza más calmada, sin los visitantes profanos los de la «xenofobia provinciana»– que vinieron buscando su derrota con los victorinos. Le tocaba hoy vivir la gloria al peruano, como le tocó la tristeza a Juan Ortega, que marchaba solitario mientras los niños se lanzaban al ruedo en busca del ídolo de la tarde. Una tarde que paradójicamente había arrancado con la gran ovación para el sevillano, en reconocimiento del gran suceso del pasado lunes. Pero la tarde, desde que anunció, llevó herrada a fuego la doble R.

Tuvo la estocada de Roca Rey a su primer toro la rotundidad que por momentos faltó en su faena. Un conjunto que no conectó con la red de alta tensión hasta que el toro jugó con su femoral. Herido el muslo del torero, como herida venía su alma desde que Sevilla lo puso bajo la lupa de la máxima exigencia. Fue una faena media, rematada con la verdad absoluta del torero: con su taleguilla hecha jirones e insaciable en su sed de triunfo. Tan acelerado en su arranque como entregado en su final. Tuvo una fluidez extraordinaria Cojito en su salida, metiendo la cara abajo y desplazándose dos metros más allá del lance. En los mismos medios que lo remató, brindó –sin quite de Pablo Aguado– y echó las dos rodillas en tierra para iniciar una serie de cambiados para la galería.

Con el compás demasiado abierto, no terminó de profundizarlo con la mano derecha. Más descolgada su muleta en la izquierda. Suave y sutil en los gestos, en los toques y en los remates. Que recurrió pronto a la corta distancia, mandón en el terreno del toro, volteado en una de esas. Despertó su grandeza en su modo de levantarse, sin mirarse y sin cambiar el gesto en su regreso a la cara. Sin pena, sin sobreactuación. Fue ahí cuando de verdad vibró la plaza. Hostiles hace una semana, desbordados este sábado. Que tras la sublime estocada –echando el brazo abajo, esperando a que humille y atacando al sitio– cayeron rápidas las dos orejas. Sin desmerecer la entrega y el esfuerzo de Roca, faltó algo en su faena. ¿Rotundidad?

Más rotundo, dónde va a parar, fue lo de Descreído. ¿Que no hay quinto malo? Más que malo, duro y violento. Dando oleadas en el capote, metiendo el pitón contrario y disparando hacia dentro. Lo pasó mal la cuadrilla, para banderillear y para lidiar. Hasta que Roca Rey, que tres minutos después de aquella cogida ya tenía cosida la taleguilla –eso es un buen mozo de espadas–, desplegó su amplia capacidad. Inmóvil en su inicio por estatuarios, asustando al toro de Cortés, que bajó ahí su temperamento. Pero no perdió su mal estilo, sin entrega y sin descolgar. Se colocaba Roca en la pala del pitón, más rotundo que en el toro anterior, girando en esa línea paralela donde menos se molesta al toro. Pero el impacto llegó en su final, rey en los terrenos del toro, estremecedor en un acariciar de los pitones a la chaquetilla. Terrible fue su esfuerzo final, sabiendo que no le dejaría pasar, tirándose a matar. Una oreja, sin ninguna discusión, que le valió su segunda Puerta del Príncipe. La del patio de su casa.

A última hora, como el que baila bajo la lluvia, se inventó Pablo Aguado, convidado de piedra de la tarde, la faena más artística y pasional de la corrida. Casi en las tablas de la antigua enfermería, tras consentir y sostener con el jarabe del temple al flojo Forajido, cayeron sus eternos muletazos como caía la plaza con el personalísimo sello del sevillano. Muy despacito en su planteamiento, muy en corto en la distancia. Había algo especial en su conjunto, el sabor de su estilo, los detalles en su desplante. Como la verdad de su espada.

Bueno fue también Soleares, el primero de Aguado. Hondura tuvo su reunión a la verónica hasta que el toro, de lo suave que acariciaba el capote, se lo llevó en una media. Lo bordó por delantales Ortega y rápido, demasiado rápido replicó Aguado. Le costaba al toro la propuesta de la faena, tan retrasada la muleta. Piden estos toros un cite más adelantado, que los sometan. Tuvo sabor y compás por momento, aunque faltó redondear, apretarse.

No cuajó el recibo de Juan Ortega aTordillo, suelto de carnes, alto y descarado en su camino hacia los cinco años. Todo se alineaba en contra de su apertura: la falta de estilo del primero de Victoriano, el viento y el capote de Ortega, que no vuela como antes volaba. Hay en todo artista tiempos y etapas. Unas veces de evolución, otras de estancamiento. Y ahora, por el motivo que sea, las telas dejaron de flotar. No sé si será la rigidez del apresto la que impide el bamboleo, pero aquello no vuela. Mantiene el mismo compás y plasticidad, pero falta la hondura de antes. Quería fluir con buen aire Tordillo, que punteaba en su salida. Más costoso por el pitón izquierdo, un toro que no pedía caricias. Larga y sin vibración fue la faena a Ebanista, el cuarto. Tardó demasiado Ortega, que lo bordó tocándole las orejas.

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FICHA DEL FESTEJO

 

Se lidiaron toros de Victoriano del Río, de enjuto tipo y ofensiva cara, con temperamento en su comportamiento. 1º, con codicia y sin poder; 2º, bravo y con entrega (ovacionado); 3º, manejable; 4º, justo de fuerza; 5º, manso con temperamento; 6º, manso con entrega.

 

Juan Ortega, de verde esperanza y oro. Estocada (silencio); estocada (silencio).

Roca Rey, de sangre de toro y oro. Estocada (dos orejas); aviso tras estocada tendida (oreja).

Pablo Aguado, de catafalco y plata. Estocada (ovación); estocada (oreja).

 

Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla. Sábado, 20 de abril de 2024. Decimocuarta del abono. Lleno de 'no hay billetes'. Presidió Gabriel Fernández-Rey.

 

ENTRE BARRERAS │ Roca Rey: «Esta Puerta del Príncipe significa muchas cosas para mí»

Andrés Roca Rey ha sido este sábado el tercer torero en abrir la Puerta del Príncipe en esta Feria de Abril 2024 tras cortar tres orejas en una buena corrida con astados de Victoriano del Río. Después de una extraordinaria faena con su primer toro, al que le cortó dos apéndices, ha rematado la tarde logrando otra tercera al segundo de su lote.

El diestro peruano ha dicho nada más acabar que «he estado con toda mi verdad posible. Estoy muy feliz de que todo ese sufrimiento y ese esfuerzo hayan valido la pena. Esta Puerta del Príncipe significa muchas cosas para mí». También se ha mostrado muy satisfecho cuando terminó la gran faena de su primer astado. «Estoy contento después de una Feria difícil, pero espero que hoy todo cambie y que sea todo para bien».

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El trianero Juan Ortega se ha marchado esta tarde de vacío, pero con la satisfacción de haber dejado buenos detalles. Cuando ha concluido su participación esta tarde ha dicho de su segundo toro que «tenía expresión y verdad en su mirada, pero le ha costado trabajo». Igualmente ha expresado su alegría tras haber rematado una buena Feria de Abril, sobre todo después de cortar dos orejas en la corrida de Domingo Hernández, algo que le podría permitir en un futuro estar en el festejo del Domingo de Resurrección. En cuanto a su primer astado de la tarde, ha dicho que «el toro ha tenido buen aire, pero la ha faltado tirar un poquito para adelante. Da gusto llegar a una plaza y ver a la gente con tantas ganas de ver torear. Al sentir la ovación del público al entrar en la plaza se siente uno acogido».

Por su parte, el también sevillano Pablo Aguado ha cortado una oreja con su segundo toro de la tarde y ha dado las gracias mientras se llevaban a Roca Rey para que saliera por la Puerta del Príncipe. En su primer astado ha comentado sentirse bien tras el susto que tuvo al matar al toro, que enganchó un pitón debajo de su chaquetilla. «Es una pena que el toro no tuviera vida para poder apretarlo más. El izquierdo tenía calidad, pero no ha logrado emocionar. Era un toro de calidad, pero no tenía poder suficiente para poder vaciar muletazos. La intención era buena». / A. G. B. - Diario ABC de Sevilla





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