"Germán Chacón Vivas. In Memóriam" por Carlos Guillermo Cárdenas
Conocí al doctor Germán Chacón Vivas recién su llegada a Mérida ya él especialista en Ginecologia y Obstetricia. Cuando nuestras manos se estrecharon en saludo, su primer intercambio fue mi procedencia, añadió "usted debe ser mi pariente pues los Cárdenas de Táriba están vinculados por consanguinidad a la mia". Después siempre nuestro saludo fue como parientes.
Una mañana de aquellos años idos nos vimos en la urbanización, él acompañado de su esposa Carmen Dávila (+) en consuetudinario caminar y yo con trote que practiqué muchos años. Eran motivos para la plática cotidiana.
Su figura en los pasillos del Hospital Universitario era proverbial, impoluto de bata blanca, su porte elegante y acento taribero.
En algunas oportunidades compartimos la mesa académica para el intercambio de casos clínicos de enfermedades congénitas de la primera infancia, de interés común.
El prestigio de buen y asertivo especialista lo acompañó desde sus inicios.
Pronto se reconoció su condición de maestro de la especialidad que trae los bebés al mundo.
Cuando el vicerrector Administrativo Miguel Rodríguez me invitó a integrar su fórmula rectoral, él espontáneamente apoyó la postulación.
Asistió con alguna regularidad a las sesiones académicas del Vicerrectorado. Era notorio su entusiasmo por la vida académica de la universidad.
Un día de aquellos lo vi en el pasillo de Cardiología, una afección de la válvula mitral afectaba su corazón. Sometido a cirugía de reemplazo valvular su condición hemodinámica mejoró sustancialmente.
Luego con los años nos encontramos en casa de los Avendaño Noguera, Juan Carlos y María Eugenia. Allí repasamos nuestro quehacer de profesores y médicos de hospital. Se le veía saludable y de buen talante. La válvula cardiaca implantada había funcionado bien.
Germán fue un ciudadano probo, un profesor de dilatados quilates como docente, un gineco obstetra de manos prodigiosas y un amigo de una sola moldedura.
Nunca se desvaneció de su condición de médico, perseverante y estudioso de una noble profesión.
Mérida pierde a un valor de la medicina y el país de un docto de la gineco obstetricia.
A la hora de la despedida al Campo Santo para su morada final, elevo una plegaria por el eterno descanso y el abrazo solidario de condolencia para su distinguida familia.
Ahora se reencontrará en los confines de la eternidad con Carmencita.