12 de enero. Trato de no
pensar, de no hacerme de la idea de todo lo que acontece en Venezuela.
En otras palabras: caerme a mentiras, ocultarme, meter la cabeza en la
arena, escaparme de la realidad… Como si fuera tan fácil.
La crisis está presente en todos los aspectos de nuestras vidas. Es como una epidemia que cunde por doquier.
14 de enero.
A veces me siento como un boxeador a quien le han dado un certero
puñetazo en el rostro, dejándolo tirado en la lona, sin posibilidad
alguna de levantarse.
No sé si tenga fuerzas para resistir tanto. La lectura es un buen bálsamo, pero a veces ni siquiera puedo leer.
Ya no tengo la paz espiritual; el sosiego de antes.
17 de enero. Avanzo con premura en la lectura del libro El maestro de esgrima de
Pérez-Reverte. Me gusta la manera cómo retrata a los personajes: sus
descripciones son espléndidas, vigorosas, plenas de vida. Igual con las
locaciones y los ambientes. Esta cualidad les da valor agregado a sus
narraciones, sumergiéndonos con maestría en mundos de fábula. Una vez
comenzada la lectura, es imposible es no seguirle con pasión. Logra el
autor atraparnos en sus historias con tal fuerza, que de pronto nos
vemos insertos en otras dimensiones que enriquecen nuestras vidas. En
este autor se cumple a cabalidad con el fin último de la literatura:
complementar las deficiencias de la existencia (Vargas Llosa, dixit).
20 de enero.
Quiéralo o no, en cada texto el autor se desnuda. Sea o no de
naturaleza autobiográfica, lo que escribimos nos muestra desde adentro;
somos lo que plasmamos en el papel o en la página electrónica. Algunos
lectores aprecian este hecho, y en sus comentarios nos hacen ver la
importancia de mostrarnos sin poses (caretas abajo). Lo que llevamos
dentro sin adornos innecesarios suele ser valor agregado en nuestros
escritos. En lo personal creo disfrutar más aquellos textos que emergen
como una suerte de catarsis, y siento que me libero de pesos
sobrevenidos que agregan imposturas al pensamiento.
22 de enero. Hace un par de días terminé de leer El maestro de esgrima
y quedé gratamente impactado. Leí con verdadero arrebato las últimas
100 páginas y no pude parar hasta llegar al final. Con esta lectura
consolido el criterio que tengo sobre Pérez-Reverte: “una portentosa
pluma”. Logra el autor una historia de gran belleza que nos lleva de la
mano por una época un tanto oscura (finales del siglo XIX español). Es
un libro espléndido, rico en imágenes, escrito con soltura y mucha
gracia. Al igual que otros críticos, lo considero un verdadero clásico
que, por cierto, fue llevado a la gran pantalla. En estos momentos me
encuentro a la caza de otra buena lectura. Por lo pronto comencé a leer Leonora,
de la autora mexicana (nacida en París) Elena Poniatowska, que nos
cuenta la historia de Leonora Carrington, relevante pintora surrealista
cuya vida fue todo un torbellino. Con esta novela ganó la autora el Premio Biblioteca Breve 2011 (de la editorial Seix Barral).
El libro no termina de atraparme todavía, aunque con lentitud ya me
acerco a ese punto crucial que define el proseguir en una obra, o el
regresarla de nuevo al anaquel. Aspiro lo primero, sin duda, ya que
necesito a mi mente ocupada para no hundirme en la depresión.
24 de enero.Ya le tomé el pulso a la lectura de Leonora
de Elena Poniatowska, y avanzo a buen ritmo. Resulta sorprendente la
vida de la protagonista (ficción aparte), por todos esos elementos que
la hacen excepcional. La autora alcanza con esta obra una importante
cima y un lugar (quizá) imperecedero en las letras hispánicas. Sus
libros en general nos retratan grandes personajes (en especial del sexo
femenino), y en esto reside su huella y su sello personal.
La crisis nacional avanza a pasos acelerados a un punto de no-retorno.
@GilOtaiza
rigilo99@hotmail.com