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BOLÍVAR EL CENTRALISTA por Luis Loaiza Rincón

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LUIS LOAIZA RINCÓN


El proyecto de Estado de Simón Bolívar puede caracterizarse por su bialternabilidad: a) alternativo al modelo dejado por España y; b) alternativo a los intentos sediciosos y anárquicos internos que nacieron después de 1821. En el primer sentido busca superar al modelo monárquico español a través de una república. A corto plazo debía establecerse un Estado de transición que asegurara el traspaso efectivo gracias a un gobierno central y un Ejecutivo fuerte que asegurara el control del vasto territorio nacional en lo político y en lo administrativo. A largo plazo debía estructurarse una república sobre la base de un sistema federal integral. En el segundo sentido, el modelo de Bolívar termina siendo, después de 1821, alternativo al del grupo interno que le disputa el poder, apoyados en el órgano legislativo y en la prédica federal.

Desde la pérdida de la Primera República, Bolívar resalta en el “Manifiesto de Cartagena” sus críticas al sistema federal por considerarlo "débil e ineficaz", aparte de fomentar la rivalidad, estimular el "dispendio económico" y romper con los pactos sociales al constituir las naciones en anarquía. Bolívar no deja de observar la perfección del gobierno federal, pero lo considera inadecuado para las realidades del momento. En su manifiesto dirá: "El sistema federal, bien que sea el más perfecto y más capaz de proporcionar la felicidad humana en sociedad, es, no obstante, el más opuesto a los intereses de nuestros nacientes estados" (Manifiesto de Cartagena, 1812).

Destaca la urgencia de adoptar el centralismo como forma de gobierno, pues considera que la situación política y militar lo requiere, aparte de ser más sencillo en su implantación. Por eso dice en su mensaje: "Yo soy de sentir que mientras no centralicemos nuestros gobiernos americanos, los enemigos obtendrán las más complejas ventajas" (Manifiesto de Cartagena, 1812).

En el Discurso de Angostura de 1819 propone, junto a la clásica división de poderes, la creación de un cuarto poder, el poder moral, para exaltar la práctica de la virtud ciudadana. Proyecta al Poder Ejecutivo más fuerte que el Legislativo, pero éste último, cómo expresión popular y de las virtudes cívicas que encarnarían lo senadores hereditarios; debía ser un eficiente contrapeso al poder del primero.

Insiste en darle al Presidente la autoridad suficiente "para que logre mantenerse luchando contra los inconvenientes anexos a nuestra reciente situación", y enseguida resalta: "He sido arrastrado a rogaros para que adopteís el centralismo y la reunión de todos los Estados de Venezuela en una República sola e indivisible" (Discurso de Angostura, 1819).

Nuestro Libertador, consciente del peligro representado por la anarquía y la disgregación social, se esforzó por consolidar un gobierno central estructurado sobre el equilibrio de poderes. Por ello en Bolivia, ante el Congreso Constituyente de 1825, propuso un proyecto donde resaltaba la importancia de consolidar un orden político sobre bases sólidas, sobre instituciones estables, duraderas y garantes de la continuidad del sistema republicano.


 


En este proyecto, el Ejecutivo estaría encabezado por un presidente vitalicio y un vicepresidente hereditario. Crea el Poder Electoral, novedoso en la época, y se mantiene al Poder Judicial en la línea trazada por Montesquieu, aunque disfrute de mayor independencia y adopte el principio de judicatura inamovible. El Poder Legislativo debía estar conformado por tres cámaras: dos en pugna: Tribunos y Senadores; y una de virtud: Los Censores. No obstante, la presidencia vitalicia con derecho a nombrar sucesor es la innovación principal del proyecto constitucional y con ella pretende acabar con los problemas que impedían la institucionalización duradera del orden político republicano.


 


La inconveniencia del sistema federal también fue denunciada por Bolívar en la Convención de Ocaña en 1828: Agricultura arruinada, comercio exterior deteriorado, erario público destruido. La situación de disgregación fue tal, que en esa Convención no se concretó nada y la disolución de la Gran Colombia resultó inevitable.


 


El destino de este proyecto fue el fracaso, pues no estaba en armonía con los intereses de los grupos dirigentes y porque resultaba sospechoso para los defensores de un liberalismo más apegado al modelo clásico. Bolívar murió desilusionado y con su gloria enlodada por los adversarios.


 


La idea de un Estado centralizado que ordenara la convivencia de ciudadanos virtuosos, resultó utópica. En Venezuela, paradójicamente, se terminó instituyendo un Estado federal en el papel y muy centralistas en la práctica. Doscientos años después, el centralismo efectivo ahoga a Venezuela y obliga a buscar soluciones duraderas a los viejos males de la república.






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