Mérida, Junio Miércoles 18, 2025, 04:38 am

Inicio

Opinión



Nuevas Crónicas de Historia Universitaria

La Universidad de Los Andes durante el Rectorado del Dr. Diego Carbonell (1917-1921) por Alí Enrique López Bohórquez (*)

Diario Frontera, Frontera Digital,  Opinión, ,La Universidad de Los Andes durante el Rectorado del Dr. Diego Carbonell (1917-1921) por Alí Enrique López Bohórquez (*)
Rector Diego Carbonell (1917-1920)



Nuestra interpretación sobre la historia de la Universidad de Los Andes, desde su fundación el 21 de septiembre de 1810 hasta la actualidad, parte de tres criterios esenciales: la relación intrínseca del pasado con el presente, la búsqueda y estudio de las fuentes documentales e historiográficas acerca de la institución y la experiencia de medio siglo de actuación en la ULA desde 1969, como estudiante, docente, investigador, así como la ocupación temporal de cargos administrativos. Esos tres criterios nos han permitido advertir la existencia de una crisis estructural e histórica, definida por el doctor Roberto Rondón Morales como una “crisis permanente y acumulada” (“La universidad, crisis permanente y acumulada”, Boletín de la Academia de Mérida, 19 (Mérida, enero-diciembre de 2006), pp. 155-189). En esta nueva crónica vamos a exponer la realidad de esa crisis en lo académico en los primeros tres lustros del siglo XX de la Universidad de Los Andes, en razón de la situación planteada a partir de la decisión del gobierno de Cipriano Castro de suprimir los estudios de medicina y con ellos los de farmacia en 1905, ya que ambos estabas adscritos de 1894 a la Facultad de Medicina. Ello determinó que prácticamente la única carrera que se cursaba era la de Ciencias Políticas, pues la de Ciencias Eclesiásticas había venido decayendo en su matrícula desde que el presidente Antonio Guzmán Blanco clausurara el Seminario y los Conventos (1872), de donde mayormente provenían los estudiantes de esos estudios, lo que también incidió en la Facultad de Ciencias Filosóficas, junto al poco interés que se fue manifestando en esta última carrera.

Ante esa realidad, en 1906 el Rector Juan Nepomuceno Pagés Monsant introdujo un Curso Preparatorio y un Curso Filosófico, especie de propedéutico o estudios secundarios para ingresar a la Universidad. No sería hasta 1915 cuando el gobierno de Juan Vicente Gómez dispuso la creación del Liceo Mérida, también denominado Liceo Universitario, como dependencia de la ULA, el que en 1942 pasaría a depender del Estado directamente con el nombre de Liceo Libertador, año en el que se conmemoraba en la ciudad el centenario del traslado de los restos de Simón Bolívar de Santa Marta a Caracas. Con esa estructura académica funcionaría la Universidad de Los Andes durante los rectorados de los doctores Juan Nepomuceno Pagés Monsant (1902-1909) y Ramón Parra Picón (1909-1917), hijos de los ex rectores Pbro. Dr. José Francisco Mas y Rubí (1846-1852, 1866-1869) y Caracciolo Parra y Olmedo (1887-1900), respectivamente. Esa situación curricular, reducido presupuesto para el funcionamiento de la institución, escaso número de docentes y alumnos, actitudes displicentes de éstos para cumplir con los deberes correspondientes, con cierta indiferencia de las autoridades universitarias, junto a una separación temporal del Rector Parra Picón, por razones de salud, determinaron la necesidad de escoger una nueva autoridad rectoral que no estuviera vinculada con la élite social y universitaria de Mérida. Así, por decreto del 15 de junio de 1917 fue designado el médico e historiador Diego Carbonell como Rector de la Universidad de Los Andes. Antes de tratar la situación de la ULA durante su rectorado, cabe hacer algunos señalamientos acerca de este  importante médico, intelectual y diplomático que ocuparía la silla rectoral andina entre 1917 y 1920.

Para la fecha de su nombramiento, Carbonell contaba con la edad de 33 años, pues había nacido en la ciudad de Cariaco (Estado Sucre) el 13 de noviembre de 1884. Una buena síntesis biográfica es la de Rafael José Lovera De Sola, incluida en el Diccionario de Historia de Venezuela: “Médico, diplomático e historiador. Hijo de Manuel Carbonell y Benigna Espinal. Hizo sus estudios elementales y medios en Carúpano y Cumaná; en esta última ciudad se graduó de bachiller. Muy joven, se trasladó a Caracas; estudió en la Escuela Politécnica, bajo la dirección de Luis Ezpelosín, ingresó luego en la Universidad Central de Venezuela en la cual cursó los estudios superiores y se graduó de médico (1.12.1910). A los pocos meses, se trasladó a Europa para especializarse. Residió en París a partir de 1911; allí conoció a Rubén Darío, de quien fue médico. En la capital francesa inició su actividad como escritor; su primer libro, titulado Crónicas y siluetas, lo publicó utilizando el seudónimo de Alex de Tralles. Al estallar la Primera Guerra Mundial (1914), prestó sus servicios profesionales a la Cruz Roja francesa. En 1915, fue nombrado cónsul general de Venezuela en París. El año siguiente dio a luz su Psicopatología de Bolívar, obra que perturbó el ambiente intelectual venezolano por su “escandalosa resonancia”. Carbonell regresó a Venezuela en 1916 y fijó su residencia en la ciudad de San Cristóbal, donde ejerció su profesión. Luego, se trasladó a Mérida para cumplir iguales funciones e instaló una clínica privada; fue rector de la Universidad de Los Andes (1917-1921). En 1921, abandonó la medicina e ingresó en la carrera diplomática y fue nombrado ministro de Venezuela en Brasil. En 1926, fue rector de la Universidad Central de Venezuela. En 1930, retornó a la diplomacia al ejercer un cargo en Bélgica. Cinco años más tarde, fue nombrado embajador en Colombia, cargo que ejerció también en Bolivia (1939) y en México (1941). Durante los años 1943-1944, fue diputado por el Estado Sucre. Individuo de Número de la Academia Nacional de la Historia (1943) y de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (1944). No solo transitó Carbonell los caminos de la ciencia de la conducta, cuyos conceptos aplicó al examen de figuras históricas (Bolívar) o literarias (Rubén Darío), sino que también estudió las corrientes historiográficas en Escuelas de historia de América (1943) y fue constante divulgador de la ciencia, tanto en sus libros Filósofos naturalistas venezolanos (1939), De filosofía y de historia (1942), En torno a la ciencia (1929), como en sus perfiles de Charles Darwin, Max Nordau (1919), Santiago Ramón y Cajal, o en sus estudios sobre Luis Razetti (1933) y José Gregorio Hernández (1945). Pero no se quedó Carbonell en la historia de la ciencia; en copiosa bibliografía científica, se refirió al miedo a la muerte, a la educación sexual, a los problemas de la llamada tercera edad, a las patologías sexuales, a las neurosis creadoras, a la eutanasia. En sus trabajos históricos predomina la figura de Bolívar.” (Rafael José Lovera De Sola: “Carbonell, Diego” en Diccionario de Historia de Venezuela. Caracas, Fundación Polar, 1997, Tomo I, pp. 682-683. En este artículo se incluye un amplia muestra de su bibliografía directa e indirecta).


            El 16 de junio de 1917, el Ministro de Instrucción Pública, Dr. Carlos Aristimuño Coll, comunicó al Vicerrector de la Universidad de Los Andes que, por disposición del Presidente Provisional de la República Bolivariana de Venezuela, Victoriano Márquez Bustillo, había sido designado el doctor Diego Carbonell como nuevo Rector de la ULA y Director del Liceo Universitario, en sustitución del recientemente fallecido Dr. Ramón Parra Picón. Le acompañaría en su gestión, como Vicerrector-Secretario, el Dr. Gonzalo Bernal. La toma de posesión no tendría lugar hasta el 14 de julio de ese año, en el Salón de Actos Públicos de la Universidad, con las formalidades reglamentarias y la asistencia de los miembros del Consejo Universitario, del personal docente, de los miembros de las Facultades de Ciencias Políticas y de Ciencias Eclesiásticas. El acto estuvo presidido por el Rector interino, Gonzalo Bernal, y el Secretario Florencio Ramírez, con la presencia del Secretario General de Gobierno, en representación del Presidente Constitucional del Estado y el Obispo Antonio Ramón Silva. Interesa destacar algunos de los señalamientos del doctor Bernal en su discurso: “Suceso de gran momento para la civilizadora causa de los estudios en los Andes indudablemente el presente acto: nuevo punto de partida en el progresivo desenvolvimiento de la actividad universitaria, y placentera promesa de renovados empeños en pro de este Centro Científico…” Agregando: “…veamos en el Rectorado que hoy se inicia una halagüeña perspectiva…dados los positivos méritos científicos del…Doctor Diego Carbonell…, contando en primer término con la generosa protección del benemérito ciudadano Presidente…General Juan Vicente Gómez, a quien ya este instituto le es deudor de muy valiosos beneficios…, [y] el apoyo directo discreto y eficaz de los Señores padres de familia, para quienes no es indiferente la conservación de esta carísima reliquia a los Andes con sus indiscutibles títulos…Ardua la empresa, porque escollos no faltan en la ruta, mas tenemos en el nuevo Rector un piloto experto…[y] la esperanza de la protección y la acción tutelar del Ejecutivo Nacional, y simpatías que nos alientan.”  El lector sabrá entender los asuntos que resaltamos en cursivas, en el contexto de la crisis que hemos venido señalando.

            Por su parte, el Dr. Diego Carbonell en su breve, sobrio, pero elocuente discurso de toma de posesión no deja ver todavía la difícil tarea que le correspondería cumplir. Ello introducido con halagos a quienes le habían precedido en el rectorado que asumía y, con la modestia que le caracterizaba, su disposición a poner en práctica sus dotes de intelectual y científico, si se quiere, haciendo alarde de discernimientos sobre personajes de la historia universal y de Mérida en particular, destacando a Tulio Febres Cordero, Gonzalo Picón Febres, Caracciolo Parra y Olmedo y, a su antecesor, Ramón Parra Picón, recientemente fallecido.  Sobre todo a los dos últimos, pues para el primero utiliza una cita de Víctor M. Ovalles, que es propicia para conocer también la histórica crisis de la institución de entonces: “La vida suya está ligada íntimamente a la historia de [la] siempre necesitada y desvalida Universidad de Los Andes, y recorrer los anales del vetusto Instituto por más de medio siglo, es hallar a cada paso una prueba elocuente, un rasgo sublime de la abnegación, de la energía y del patriotismo de aquel eminente ciudadano, digno de figurar en la Grecia de Pericles y Arístides, en la Roma de Catón y Quintiliano.” (Víctor M. Ovalles: Las clases médicas, número 23, pág. 357). Mientras que de Ramón Parra Picón, dirá: “…fue de aquellos que sonriéndole a la Ciencia, servían a los propios intereses morales, como que la Universidad de Los Andes, le debe todo, en los últimos tiempos…Y he aquí como la suerte de la desvalida Universidad de que habla el Dr. Ovalles, está ligada gloriosamente a la existencia laboriosa, ejemplar y culta del Dr. Ramón Parra Picón. El realizó una carrera científica muy análoga a la profesión magistral de su padre…y ninguna otra vida pudierais señalar como vivo ejemplo de acuciosidad, de entereza para la lucha de las ideas y de franqueza cuando defendía con la erudición que le hemos conocido, los principios de la Ciencia que tan brillantemente cultivó entre vosotros. Con razón se ha dicho que…era un representativo de la Cirugía en el Occidente de Venezuela…Y es que el Dr. Parra Picón fue el cirujano mejor preparado y más autorizado de todas las regiones, y su habilidad como operador la ensalzan muchos corazones en todos los pueblos andinos y del Zulia…” Más adelante veremos el contraste de este discurso de 1917 con el que dará en su despedida de 1921.

            La primera gestión del Rector Diego Carbonell fue abogar por la reapertura de los estudios de farmacia y de medicina. Estos últimos no lo lograría, mientra que los primeros tuvieron su efecto el 1 de abril de 1918, siete meses después de asumir el cargo, con la nueva creación de la Escuela de Farmacia, por resolución ministerial de esa fecha y su nombramiento como Profesor ad honorem de las cátedras de Física y de Botánica, correspondientes al primer año de estudio, a fin de que los alumnos de la Universidad hicieran los trabajos prácticos correspondientes en el Gabinete del Liceo que funcionaba desde 1915. El 11 de abril siguiente se designaron los profesores, tanto pare la Universidad como para el Liceo: Dr. Adolfo Briceño Picón, para Castellano y Zoología; Dr. Gabriel Febres Cordero, Física Farmacéutica y Química. Todos bajo la condición de catedráticos, unos con clases pagadas y otros ad honorem. En la misma comunicación se indicó el envío por correo de algunos libros en francés e inglés, así como un Gabinete de Medicina Médica. El 22 de abril, el Ministro Rafael González Rincones ratificó los anteriores nombramientos, solicitando también información de que “si hay número suficiente de alumnos cinco (5) por lo menos con el Certificado de Instrucción Secundaria en Ciencias Físicas y Naturales, o con el de Bachiller [Universidad] obtenido durante el régimen anterior.” De igual manera, informa que con “respecto a Mineralogía los estudiantes podrían hacer privadamente los estudios teóricos y en cuanto a los trabajos prácticos se proveerá más tarde la manera más adecuada de hacerlos.” Transcribimos esos textos para que se advierta la forma como desde Caracas se disponía lo que correspondía a las autoridades universitarias de Mérida.

Después de todas esas determinaciones, finalmente el 18 de mayo el Ministro de Instrucción Pública autorizó al Rector Carbonell para abrir la inscripción de estudiantes al primer año de Farmacia, la cual se extendería hasta el 30 de junio. Previniendo también que ese primer curso rendiría exámenes ante “Delegaciones” en junio del 1919, de acuerdo con la ley vigente. El 21 de junio de 1918 continuaron los nombramientos de profesores: Gabriel Picón Febres Codero para Física; Diego Carbonell para Mineralogía aplicada a la Farmacia; Francisco Valeri en la de Botánica. Hasta que finalmente tuvo lugar la inauguración de las actividades de la Escuela de Farmacia el 5 de julio de 1918, con participación de las autoridades universitarias, los poderes civil y eclesiástico de la ciudad, los miembros de las Facultades de Ciencias Políticas, Eclesiásticas y Escuela de Farmacia, así como los de la extinguida Facultad de Medina, con la lecciones inaugurales por parte de los doctores Gabriel Febres Cordero y Diego Carbonell. Todo lo cual fue comunicado mediante telegrama al Ministerio de Instrucción Pública. El 29 de octubre se levantó el inventario de objetos enviados por ese Ministerio, requeridos para las prácticas de la Escuela de Farmacia. Simultáneamente a esos hechos, el 21 de junio de 1918 se decretó la creación de la Escuela de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, para lo cual se dispuso creación provisional del Curso de Agrimensura, mediante comunicaciones del 17 y 23 de septiembre. En ese último día se designó al doctor Enrique Dubuc para las cátedras de Elemento de Álgebra Superior y Elementos de Geometría Descriptiva, mientras el bachiller Emilio Maldonado sería el profesor de las cátedras de Topografía y Dibujo Lineal Topográfico. La Escuela de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales fue inaugurada el 13 de octubre de 1918. Debemos mencionar que esto acontecía en Mérida después de setenta años, pues el 18 de junio de 1843 lo había dispuesto el primer Código de Instrucción Pública de Venezuela.

A pesar de la insistencia del Dr. Diego Carbonell de la reapertura de los estudios de medicina, ello no se lograría hasta 1928, casi al final del largo período rectoral de Gonzalo Bernal (1921-1931). Carbonell dio continuidad a las Conferencias que en 1909 había inaugurado el Dr. Juan Nepomuceno Pagés Monsant. De igual manera a la Gaceta Universitaria, publicando semestralmente un total de 19 números, con algunas interrupciones por razones económicas (Números 47 al 65, 1917-1920), correspondientes a su tercera etapa, adquiriendo características diferenciales a las dos primeras. De periódico y órgano encargado de divulgar fundamentalmente la vida de la Universidad, pasó a ser una verdadera revista universitaria, dando prioridad a la inclusión de artículos, conferencia, lecciones inaugurales de cátedras y discursos. Se redujo su tamaño físico y se aumentó el número de páginas. Su estructura se conformó con Noticias y documentos referidos a asuntos de la dinámica funcional de la Universidad y el Liceo. Los Artículos fueron de diversa naturaleza: científicos, históricos, humanísticos, ideológicos y literarios. Edición de las ocho Conferencias Universitarias sobre asuntos eclesiásticos, las artes, enfermedades, la libertad, literatura y  el derecho. En cuanto a las Lecciones Inaugurales de Cátedras, que antes no habían sido publicadas, abarcaron temas de teología, historia del derecho, jurisprudencia, álgebra y geometría, topografía y dibujo lineal topográfico. De igual manera, se publicaron textos cortos de diferentes autores para los estudiantes de la Universidad como del Liceo, además de reseñas bibliográficas, en su mayoría escritas por Carbonell (Sobre los títulos y autorías del remitimos a nuestro artículo: “La Gaceta Universitaria. Tercera Etapa (1917-1920). Rectorado del Dr. Diego Carbonell” en Crónicas de historia universitaria… Mérida, Consejo de Publicaciones, CDCHT, 2008, pp. 153-158).       

Veamos ahora las consideraciones que el Dr. Diego Carbonell hizo en su discurso de despedida del 15 de febrero de 1920, con mucha claridad expositiva, publicado al año siguiente con el título de Exposición del Rector de la Universidad de Los Andes y Director del Liceo de Mérida al renunciar a los cargos que desempeñaba (Mérida, Universidad de Los Andes / Tipografía El Lápiz, 1921). En la misma advierte la situación de la Universidad de Los Andes durante sus prácticamente tres años de rectorado. Unas dirigidas a la sociedad merideña de entonces; otras a propuestas concretas para el futuro de la investigación que él no pudo llevar adelante, referidas de manera solapada o directa. Dice Carbonell: “…la tradición y la rutina son malas consejeras cuando se trata del progreso en su manifestación más elevada: las Escuelas científicas...el progreso no es jamás inoportuno, y cuando la hora suene, cuando en estos claustros se siembre la Ciencia Experimental, veréis vosotros, o vuestros hijos, que no hay en Venezuela ciudad alguna en donde los estudios puedan hacerse con tantos provecho como bajo este cielo…” Agregando que “…las condiciones que reúne la ciudad de San Buenaventura, son únicas en el país; su clima no tiene sin igual, sus panoramas inclina a la contemplación que una dirección pedagógica bien llevada, transformaría en la meditación provechosa.” Para finalmente señalar, de forma contundente, que: “Yo no me explico por qué no se ha transformado ya a Mérida en la ciudad universitaria de la República, ella debe ser la sede del pensamiento, aquí debieran venir los que desean cultivar las ciencias, aquí debían estar las escuelas prácticas porque aquí el trabajo no cansa jamás. Además la civilización actual exige para su desarrollo no sólo en Mérida el agua que es un maná de Dios…” Y que: “…sólo entonces, habremos comprendido la necesidad de que la Universidad de Los Andes sea la primera de la República: un asilo para la sabiduría moderna, el asiento de la Experimentación científica; la moderna Salamanca a donde vendrán los hijos a beber en las fuentes no de la sabiduría medieval, sino en el torrente de la Ciencia Contemporánea, amplia sin rutina y trascendencia.” Buenos deseos del rector Carbonell desatendidos en lo inmediato y, problamente, todavía pendientes en su desarrollo y proyección en la ciudad y la región desde 1810, cuando comienza a existir la Universidad de Los Andes.

Para concluir, cabe presentar tres interpretaciones acerca de la actuación del Dr. Diego Carbonell en Mérida y su Universidad. La primera de un contemporáneo de su actuación, Mario Briceño-Iragorry, quien en 1920 hizo una serie de observaciones sobre el personaje. Sólo vamos a referir sus visiones conceptuales y menos a sus logros, que ya fueron expuestos y que más adelante también se mencionan. Dijo Briceño-Iragorry: “En esta segunda década del siglo que corre, tal vez, no haya existido otra personalidad que en las letras y en las Ciencias venezolanas haya sido tan discutida como la del Doctor Diego Carbonell…Corresponde a Mérida…definir y proclamar de una manera que por tan clara, se haga incontrastable, lo fecundo, desinteresado y civilizador, de su actuación en ella, en todos los órdenes, tanto de la vida pública como privada.” Carbonell “…llegó a esta ciudad con el honroso encargo de diririgirla [la Universidad]…Todo lo que es en Mérida valor intelectual y aun muchos de aquellos que no lo son, aplaudieron calurosamente este nombramiento, anunciador del renacimiento universitario…; trabajó tesoneramente porque el Gobierno…restaurara la facultad de Farmacia y creara la de Agrimensura…, [la] que tuvo un éxito notable; !veintidós alumnos inscribiéronse en élla¡ pero la Gripe hubo de suspender los cursos. Pasados dos meses, aconteció una cosa eminentemente merideña: los estudiantes desertaron por falta de entusiasmo…Apenas llegado a Mérida, inicia…las Conferencias Universitarias,…un torneo de cultura…, [que hicieron] trabajar a los intelectuales, proporcionar actos de culto esparcimiento de la sociedad y recabar fondos…para un gran proyecto filantrópico…, el Hospital Canónigo Uzcátegui…También es debido a sus esfuerzos, la creación de la Escuela de Enfermeras que funciona en la Casa de la Misericordia…y él regenta todas las clases…ad honoren.

Otras son las apreciaciones sobre Carbonell, así como muchos los asuntos descritos por Mario Briceño de su actuación, pero el espacio periodístico para esta Crónica lo impide. Pero no podemos dejar de mencionar los siguientes, que evidencian la situación de la infraestructura de la Universidad: “Pronto comenzó la labor constructora. El claustro sur de la Universidad fue hecho de nuevo; se ampliaron los salones de estudio…con más de cien pupitres y bancos; la Biblioteca fue ensanchada y los Gabinetes de Física y de Química fueron montados en departamentos cómodos y modernos, en donde ya el Microscopio y los demás aparatos no constituyen objetos de Museo, sino instrumentos de fecunda experimentación. Para cualquiera que hoy entre  a la Universidad, ocultas no están las obras que allí se realizan; maderas nuevas que se labran, techos viejos que se echan a tierra, columnas sólidas de mampostería que se levantan, materiales de construcción acopiados, y por todas estas partes el periodo sonoro y bello del trabajo del obrero, precursor de la obra útil.” (Mario Briceño-Iragorry: “La actuación del Doctor Carbonell en Mérida”. Ecos Andinos. Mérida, 11 de noviembre de 1920. Reproducido en  Mario Briceño-Iragorry: Mérida la hermética (Compilación, introducción y notas de Rafael Ángel Rivas Dugarte. Mérida, Gobernación del Estado Mérida / IDAC, 1997, pp. 113-121).

 La segunda interpretación sobre la gestión del Rector Diego Carbonell es la de Eloi Chabaud Cardona en su Historia de la Universidad de Los Andes: “…llegó en el mes de julio siguiente a Mérida, ciudad aparentemente pacífica y religiosa, donde no obstante, cualquiera manifestación de progreso espiritual que no estuviese cimentada en el credo católico, estaba destinada al fracaso debido al obstinado rechazo de los menos y al testarudo fanatismo de los más…”. En otro apartado de su libro señala: “Para el día de posesión del Rectorado de la Universidad…había en la ciudad, según la invitación oficial hecha para asistir al acto, catorce médicos, treinta y dos abogados, seis farmacéuticos, siete teólogos y canonistas y un humanista, aquel de quien dijera el doctor Carbonell a Mariano Picón Salas de los labios de don Carlos Zerpa he oído el francés más fluido por un venezolano. Dentro de este mundo, científico-literario, iba a actuar el nuevo Rector; y el cuerpo docente de la Universidad era la flor y nata de los pobladores académicos dominados tradicionalmente por el sectarismo del clero y donde el doctor Carbonell encontraría un ambiente estrecho por demás y al cual desde luego, como recién llegado, desconocía totalmente.” Asimismo, Chalbaud Cardona manifiesta lo siguiente: “Se ha dicho que el literato y científico, al llegar a Mérida, tuvo que luchar fuertemente contra las intransigencias y la oposición local, enemiga de sus ideas avanzadas. Esto no es totalmente cierto. No tenía Mérida entonces hombres de la valía intelectual y científica como para obstaculizar gravemente los propósitos reformistas del Rector, y prueba de ello es la fundación de las Escuelas de Farmacia y de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales; la iniciativa para la fundación del “Hospital de Niños Canónigo Uzcátegui”; las Conferencias Universitarias; la reorganización de la imprenta del Instituto y la publicación de varias obras científicas allí editadas, así como la reaparición de la Gaceta Universitaria.” (Eloi Chalbaud Cardona: Historia de la Universidad de Los Andes. Mérida, Ediciones del Rectorado, 1990, Tomo X, pp. 358 y 379-380).

Por su parte, Humberto Ruiz Calderón, en el análisis parcial del discurso de despedida en febrero de 1920, hizo algunos señalamientos de interés para reforzar nuestra insistencia en la crisis histórica de la Universidad de Los Andes. Ruiz considera a Carbonell como un primer hito de los cuatro “…en el largo camino que ha llevado a la Universidad de Los Andes a destacarse, dentro de las limitaciones del país, por la actividad científica de sus profesores…” El segundo, “las tareas modernizadoras de los doctores Pedro Guerra Fonseca, Antonio José Uzcátegui Burguera, Eloy Dávila Célis y Mario Spinetti Berti”; el tercero “a los inicios de la actividad de investigación en manos de los inmigrantes europeos que llegaron a la ULA al final de la Segunda Guerra Europea y el último la fundación de la Facultad de Ciencias en la década de los años 60.” Una discutible periodización por su escasa trascendencia durante los años de actuación de esos destacados universitarios y la exclusión de otros hitos importantes, como es el caso del significado de la Ley de Universidades de 1970 para la investigación y el arranque definitivo del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico en la Universidad de Los Andes. Tema que analizaremos en otra Crónica, pues nos interesa en esta ocasión lo concerniente al rector Diego Carbonell. Coincidimos con Humberto Ruiz en que “…era un intelectual  que se apoyaba en las enseñanzas positivistas que asumía la mayor parte de la intelectualidad venezolana de entonces. Su acción cultural dio relevancia a esas orientaciones que encontraron oposición en sectores eclesiásticos de la sociedad merideña.” Agregando: “Él con su labor había iniciado un cambio cultural, que lamentablemente se enfrentó a los sectores locales más conservadores. Pero, las condiciones progresivas del medio, esas que los positivistas (sic), le reconocían una fuerza indetenible harían de Mérida un centro de ciencia con el tiempo…”  Labor que Ruiz Calderón califica en dos artículos, abajo citados, de “prolegómenos” y “premonitorios”, en base al extracto de aspectos de su discurso de despedida, que no vería sus resultados 79 años después en la ULA. Discutible también esta interpretación, si se considera el tiempo transcurrido desde 1917-1920 para que la institución universitaria andina despegara en materia de investigación y la falta de programas institucionales orientados a ese fin, no como actividad particular de los profesores-investigadores, como en efecto siempre ha ocurrido hasta el presente. En otra ocasión nos referiremos al problema de la investigación en la Universidad de Los Andes, muy discutido y debatido en distintos momentos, particularmente en la década de los ochenta del siglo XX.

Finalmente, los documentos citados en la mencionada obra de Eloi Chalbaud Cardona, Tomo X, pp. 357-385. Véase también los artículos del colega Humberto Ruiz Calderón: “Prolegómenos de la Investigación Científica en la ULA”, Actual, 42 (Mérida, enero abril, 2000), pp. 155-162 y “Diego Carbonell Espinel: Un discurso premonitorio”, Investigación. Revista del Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de la Universidad de Los Andes, 4 (Mérida, mayo-agosto de 2001), pp. 38-39. Diego Carbonell: Exposición del Rector de la Universidad de Los Andes y Director del Liceo de Mérida al renunciar a los cargos que desempeñaba. Mérida, Universidad de Los Andes / Tipografía El Lápiz, 1921. Gonzalo Bernal: “Discurso al hacer entrega al Dr. Diego Carbonell del rectorado de la Universidad de Los Andes”, en Discursos pronunciados por los Doctores Gonzalo Bernal y Diego Carbonell. Mérida, 1917. Para quienes deseen conocer la extensa obra científica, humanística, literaria e historiográfica, sobre todo a cerca del Libertador Simón Bolívar, remitimos a Ángel Raúl Villasana: Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano (años 1808-1950). Caracas, Banco Central de Venezuela, 1969, Tomo II, pp. 273-286. 

(*) Coordinador de la Cátedra Libre de Historia de la Universidad de Los Andes. Doctor en Historia (UCV, 2003). Profesor Jubilado Activo de la Escuela de Historia de la ULA. Premio Nacional de Historia “Francisco González Guinán” (1989). Premio Nacional de Historia (2019). Premio Nacional de Cultura (2024). Investigador Emérito del Programa de Ciencia y Tecnología. Investigador del Centro de Estudios Simón Bolívar

 





Contenido Relacionado