Mérida, Marzo Sábado 22, 2025, 08:01 am
Urbina Orlando Oberto
bajarigua@gmail.com
Es una excelente escritora venida de Maturín, criada en el oriente de Venezuela, y con una prosa que le llega a uno a la interioridad donde va decantando toda su escritura. Su obra poética nos traslada a lo vivencial en una franca artesanía en la que se pule cada texto; sea poesia, novela, cuento, o narrativa, enganchados sus libros en la pureza de las palabras llenas de vida, amor, angustia. Es su sentir de la vida diaria que va marcando una huella en cada una de sus palabras sacadas del cofre de su corazón.
María Luisa Lazzaro es una voz que nos lleva a conocer la geografía literaria de este país. La autora se vino a Mérida en busca de estudios, y desde entonces ha hecho de esta ciudad su lugar de reinvención, aunque haya nacido en la ciudad de Caracas. Es hija de inmigrantes italianos. Una merideña muy querida que se graduó de licenciada en Bioanálisis (1971) y en Letras (1977) en la Universidad de los Andes. Fue profesora de la cátedra de histología de la facultad de Medicina.
Esta narradora, poeta, investigadora y profesora universitaria ha publicado 30 libros y conserva unos diez más que no ha podido publicar. Es una escritora dedicada a tiempo completo, con importantes premios nacionales e internacionales. Su obra es referencia en la literatura venezolana.
María Luisa Lazzaro es hija de padres italianos, y todos sus hermanos también nacieron en Italia. La única nacida en Caracas, Venezuela es María Luisa Lazzaro. En una entrevista reciente -cedida muy cordialmente- se dibuja una mujer dulce, llena de palabras que van saliendo como del agua cristalina más pura de toda su obra. Se hizo editora, narradora, poeta, cuentista, novelista; y nos muestra ese aprendizaje tan difícil y pedagógico de cuidado en el tratamiento particular de los cuentos para niños. Pareciera a veces ser una niña traviesa en esa narrativa infantil e imaginaria que va transformado toda esa obra en un espacio atractivo para que los niños se encanten en su lectura.
Recuerda María Luisa su infancia. Desde la mata de mango, ya lejana en el tiempo, se ponía a jugar con las hormigas, y a contarles historias. Desde su imaginación iba tejiendo las palabras que construían su obra literaria, era la menor de la familia y las hormigas hacían su travesía con los cuentos imaginarios de María Luisa. Nos contaba que en su familia había muchos problemas tanto de salud como económicos, como fue el caso de su hermana que padecía de epilepsia y había que cuidarla. Nos fue contando que su hermano mayor un día le preguntó qué deseaba estudiar, ya ella estaba en bachillerato y ella le respondió que le gustaba la física, la química, la biología. La matemática nunca le agradó; y en cuanto a la literatura nunca se la mencionó, porque pensaba que la misma no se estudiaba. Nos sigue contando que su hermano -que es médico- tenía en su casa un microscopio, y ella un día aplastó una cucaracha, y comenzó a verla por dentro. Su hermano le habló de los microbios, y la oriento a que estudiara Bioanálisis.
Fue entonces cuando su hermano mayor la trajo de Maturín, donde residía su familia, a la ciudad de Mérida a estudiar esa carrera que realizó con mucho interés. Sus padres ya habían fallecido, así que su hermano mayor era el tutor de la familia, y siempre estaba pendiente de su hermana que necesitaba los cuidados en salud. En el transcurrir de los estudios de su carrera, ella finalizó en tres años y medio, y se hizo bioanalista en 1971. Siempre se destacó como una excelente estudiante, y se puso luego a estudiar letras, la cual se licenció en 1977.
En su largo camino creativo, María Luisa ha trajinado un largo camino. Cuando le tocó concursar en farmacia, una profesora amiga le dijo que era difícil que ganara ese concurso, porque ella era amiga de la gente de izquierda. Aunque nadie le hablaba de la izquierda ni de derecha, sus amistades provenían de esa ideología. Ella nunca militó con ningún partido y por las situaciones vividas familiarmente, ella, simplemente se centró en su mundo interior. Hay que acotar que en esa época la facultad de farmacia era manejada por el partido Copei, y solo concursaban los de su ideología.
Posteriormente, se convocó un concurso en la Facultad de Medicina para impartir la catedra de histología. Se puso a estudiar con ahínco para concursar. Había once aspirantes concursando para cinco cargos y solo quedaron dos médicos y una bionalista. Allí laboró por siete años. Sin embargo, ella estudiaba letras de manera medio clandestina, porque en medicina se prohibía que se estudiara letras. Para entonces, ya estaba escribiendo relatos como Habitantes de tiempo subterráneo, una novela sobre la situación que vivía su familia. A través de sus relatos, esta mujer pareciera tener esa magia de palabras que van llenas de mucho sentimiento. Pareciera estar uno enfrente de un ser que ha pasado por muchas vicisitudes, aunque en sus trabajos literarios todo ello reviste a sus personajes de gran fuerza. Al final, la escritora nos deja esa huella en la serenidad con que va llenando sus hojas blancas.
El trabajo de promover la literatura y la labor de los escritores ha sido su desempeño en estos tiempos de calamidad. Sus talleres literarios dados en su casa han sido de gran interés. Muchos de esos jóvenes que estaban en sus talleres se han ido del país en busca de una mejor calidad de vida y futuro. Sus hijas, que residen fuera de Venezuela, también escriben, heredaron ese oficio creativo y lleno de mucha satisfacción. La escritura es un ejercicio liberador y también espiritual de reencontrarse con uno mismo.
La mujer de ojos de agua nos va contando sus lecturas y sus talleres. Cuando ganó el concurso en Argentina (Alfonsina Storni), y se enteraron en la facultad de medicina, y en la escuela de letras, pasó de medicina a la escuela de letras. Sin embargo, el poeta Lubio Cardoza la orientó en Humanidades de manera que no se repitiera la misma situación de farmacia. En la Facultad de Humanidades eran los adecos quienes mandaban. A pesar de ello, logró cambiarse de facultad, pese a que ya tenía trabajos de investigación en medicina.
Muchos le llegaron a criticar: ¿cómo iba a cambiar el prestigio de dar clases en medicina por el desprestigio de ser profesor en la facultad de humanidades? En letras, donde todos son borrachos, según se creía. Hasta entonces, su pasión por las ciencias está suscrita en algunas de sus novelas, por lo cual recuerdo a ese escritor Argentino también venido de las ciencias puras, Ernesto Sábato.
Qué imprescindible es escribir en estos tiempos donde se sortea la posibilidad de vivir en un país lleno de discursos vacíos y aburridos de tanta ingobernanza que nos hace sentir solitarios. Cada vez nos preguntamos qué país es este que nos sepulta.
María Luisa Lázaro Lazzaro persiste en un tiempo interesante porque además esta escritora ha llevado lo hermoso de su labor de escritora a sus poemas, cuyas publicaciones ha dado a conocer a nivel nacional e internacional.
Ella es una promotora de nuestra literatura, una maestra que ha ido formado generaciones de jóvenes y pareciera que la necesidad de hacerlo no requería de una suerte o azar, sólo de dispensar el trato armonioso. En estos tiempos de negatividad, nos quedamos atrapados en un algo emotivo que no sabemos cómo definir. Nos sigue hablando la escritora en este extracto de la entrevista, que muchas veces cuando nos toma los sentidos nos cuesta pensar y sentir otra cosa que no sea el drama del país. Cuando alguien nos toca la fibra de la creatividad, dice Graciela Bonet, es cuando algo revolotea como si fuera una mirada pícara de algún enamorado, que seduce a ese algo del que saltan las palabras. Algo nos dice: “dale que tú puedes”, y volvemos a enamorarnos de nuestra vocación de escribir.
En uno de sus libros de poesía está ella misma, con su laboriosa palabra hecha de puro sentimiento.
Lo percibo, la percibo en el estómago,
Rozagante,
Como un nuevo niño.
Siempre nace
y me hace.
Me dejo hacer,
dócil.
¿Escritura?
¿Amor?
En otro de sus textos, se siente la palabra en la ternura, en sus silencios de olvido, su manera de decir, de sentir cada paisaje de su vida, su amor está allí.
Es que me gusta
ser conducida
a batallas o silencios;
a mares o penumbras….
dejándome afinar.
Ella va tejiendo su sentir, su amor, su despecho en cada sonido de sus adentros; en su poesía canta la belleza del mundo que hace más encantadora la palabra en el sentimiento puro de sentir lo que se escribe.
Aprendimos a querernos
voz adentro…
¿primero?
Papel y sueño…
¿Y después?
Estos textos de María Luisa Lazzaro nos trasladan a un espacio poético que a causa de lo sublime nos alimenta ese pozo de agua que va llenándose para beberlo, como ella nos induce, a su taza de bebernos juntos la paz que persiste en la invitación de sus poemas.
Esta serenidad de hoja blanca
que llenó
diamantes.
Desmantelar la escritura
amor…
angustia…
la herrumbre carcome,
ofusca,
Dinamita bien adentro: temblor.
¿Qué se fragmente
el diván calígrafo con maganto,
que no dibuje el envés!
Sí:
la carne que grita ciega,
mirando.
Ella es una escritora que nos conduce a cada una de sus imágenes que a su vez va narrando. Son tantas sus elocuencias, es tanto el tormento de la vida. Pero ella es fuerte, se levanta cada día en la escritura que la hace fortalecer. Es una persona maravillosa, espiritual que nos propone nuevas sintaxis en cada texto. Ella es una verdadera maestra de la poesía: sus libros de agua llegan a buen puerto. En María Luisa Lazzaro hay mucha cadencia, su voz ha atravesado pesadumbres, y ha seguido en cada una de sus tareas como ese roble que nos da sombra, y siempre está allí presente.
Ella nos va convenciendo con sus textos, nos hace sentir lo profundo de cada palabra tejida con esa magia que nos traslada al agua profunda de su manantial. Así es la escritora venezolana María Luisa Lazzaro, a quien le dedico esta humilde crónica llena de mucha admiración y reconocimiento por la valía de su obra.