Mérida, Septiembre Martes 30, 2025, 02:51 pm
La vida nunca muere
Ernesto Cardenal
La canción popular en América Latina se remonta a la época
colonial. Los españoles difundieron versiones de coplas y sainetes de su
tierra, al igual que otros géneros
musicales, que más tarde fueron transformaron por los habitantes de las
regiones, y se entreveraron con los cantos originarios. También los franceses,
ingleses y portugueses aportaron elementos que posteriormente se convirtieron
en integrantes totales de la canción popular.
Creemos en la relevancia indiscutible del arte popular, como
hecho de gran trascendencia y significación en la conformación de la cultura latinoamericana,
no sólo por la gran producción existente, sino por la gran calidad y el lugar
de honor que ocupa dentro de las manifestaciones artísticas hasta hoy. La
verdadera música popular de nuestros países pasó a través de tribunas,
escenarios, salas de conciertos, discos y estadios. La década de los años 50
marca un comienzo del movimiento de la nueva canción necesaria, representada en primer lugar por Atahualpa Yupanqui,
Violeta Parra, y luego por Los Fronterizos y los Chalcaleros. Más tarde, aparecerán
con gran fuerza y calidad los siguientes movimientos, como la Nueva Trova
cubana, chilena y mexicana, defendiendo la identidad y el ser americano, lo que
va a enriquecer totalmente el quehacer cultural del continente.
La canción necesaria, generalmente de protesta, en América se
nutre de muchos nombres. Algunos nombres son: en Costa Rica: Grupo Tayacán. En Argentina:
Mercedes Sosa, Piero, entre otros. Uruguay: Alfredo Zitarrosa, Daniel
Viglietti. En Nicaragua: Carlos Mejías Godoy. En Chile: Víctor Jara, Violeta
Parra, Conjunto Inti Illimani, Quilapayún. En México: Amparo Ochoa. En Cuba:
Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Carlos Puebla. En Venezuela: Alí Primera,
Soledad Bravo, Gloria Martí. En Perú: Tania Libertad. En Brasil: Chico Buarque.
Los elementos de la canción protesta se dejan ver en una
variedad de canciones que reflejan la posición del creador e intérprete como humilde
trabajador cultural. El cantor le canta al amor, a la pampa, al llano, a la
montaña, al indio, al marginado y al oprimido, al negro, al mulato, al
campesino, al pobre, al obrero y también muestra diversos estados de ánimo: se
canta satíricamente, humorísticamente, seriamente, eufóricamente, triunfalmente
y se denuncia todo aquello considerado injusto.
Alí Rafael Primera Rossell
(Yiyo), por siempre un Alí, nació en Coro hace 82 años, un 31 de Octubre
de 1941, en la maternidad Oscar M. Chapman. Su padre era Antonio Isidoro Primera,
aquel policía que fue malogrado por un matón de nombre Pedro Agüero. Carmen
Adela Rossell, madre de Alí, contaba que la primera vez que emigró de Paraguaná
para Coro era para acompañar a su esposo Antonio Isidoro, hacerle la vianda de
comida, y que los carajitos más grandes fueran a vender gofios y batidos “por esas calles de Dios”.
La hambruna de principios de siglo XX, aquel verano que
apretaba en toda Paraguaná, y el trabajo escaso obligaban a emigrar a otros
lugares. En aquellos años, y también después, pegaban el hambre y la sed, así le
contaba Carmen Adela en una conversación con el poeta y cronista Guillermo de
León Calles. La suerte y las necesidades le reservarán un lugar crucial. Ella
decía que Jesús Rossell –su hermano- fue el primero en irse a Coro, y que como
era oficial de la policía, logró conseguirle unos puestos a Antonio Isidoro,
Panchito y Fito Primera (tíos de Alí Primera), y a Genaro Ruiz (primo). Vivian
en el barrio San Nicolás de Coro, donde habitaba el nuevo oficial de la policía
en la calle La Paz. Allí nacieron Asciclo, Adita, Alfonso y Toña: todos
hermanos de Alí.
Coro en 1942 se prestaba para recibir en la casa de gobierno,
como presidente del Estado Falcón, al General León Jurado. Alí Rafael, el
cantor, conoció temprano la injusticia, cuando le negaron una victoria
deportiva en una carrera de bicicleta, sólo por tener un gallito rojo pintado
en su franela (El gallo que canta a favor del pueblo, y no el falso que se
vende en contra del pueblo). El panita Alí Rafael se ganó su primer par de zapatos
en un concurso de poemas; también se ganaba la vida como limpiabotas, fue boxeador,
y cortaba la grama de las quintas petroleras de Paraguaná. El cantor de la voz
colectiva cantaba para las multitudes latinoamericanas. Nunca pensó como vivía:
siempre vivió como pensaba.
Su obra musical debe ser reflexionada sin prejuicios para poder
reconocer su alcance vasto. Muchos hoy dejan pasar su fecha de nacimiento, cuando
Alí es el cantor de la Patria Buena. No canta a aquella patria que quieren
vender como pueblo sufrido, en donde se le quita el salario al trabajador, que recibe
las migajas. Esa patria de mentira no la queremos, y por conocer al panita Alí
Rafael, si viviera ya hubiese mandado al carajo a estos carajos que lo que han
hecho es poner al pueblo a pasar hambre. La columna vertebral del país son los
trabajadores y la justicia social. Sin
embargo, muchos mueren en la mendicidad, otros en el olvido, porque no son
solidarios y nunca parecen haber tenido escuela de gobierno ni mucho menos
sensibilidad humana.
Recordemos aquella carta pública hecha en el diario El
Nacional el 3 de mayo de 1982, a raíz de aquel atentado sufrido por Alí Primera
en la carretera de Lara. El cantor publicó esta carta titulada Soy
Mosca y Abeja: No me doblegará, señor sistema, no me atemorizará, señor
gobierno.
Ese era el Yiyo, el boca pelá, el que en 1967 estuvo preso
detenido en el gobierno de Raúl Leoni, en los Calabozos de las Brisas, junto a
otros compañeros estudiantes, debido a las “medidas de la alta policía”,
después del allanamiento a la Universidad Central de Venezuela (UCV), en el que
pudo constatar algo que lo marcaria para siempre, para toda su vida: la música pone
a cabalgar en ella versos donde el protagonista es el hombre hecho combate,
cuando el amor que se nombra ya no es tan sólo el individual, el íntimo, sino
el amor solidario por todos los seres humanos, cuando el verso además de
divertir proporciona elementos reflexivos y concientizadores.
Desde allí encontramos en la pluralidad de su palabra aquello
que dice: “El pueblo es cuerpo y alma de la canción que yo canto. Si no hay
verdad en los cantores, entonces no habrá verdad ni en el canto ni en mi
esperanza. Los versos del pueblo
pueden ser flor o bala: la bala que lo defiende o la bala que lo mata”. Así era
el gran panita Alí Rafael al encontrarnos con el hombre con palabra de ternura,
el bucólico, certero y desesperado, sin nada que interfiriera con lo que él
quería decir.
El paisano, el hombre de paisaje de cielo y mar de tierra
seca y vendaval, era amigo de nuestro también cronista paraguanero Alí Brett Martinez,
quien llegó a escribirle al cantor: “ya es tiempo de navegar por otros mares,
de andar con Julián Marín en su peñero de sueños” y a su vez Alí el rebelde decía
que “ El arte que no milita en la defensa de la condición humana del hombre no
es arte y mucho menos arte popular”, porque él divulgaba su canto por el mundo
entero y lo hemos hecho querencia y respeto, ejercidos por la humildad y la
sencillez de quien sabe que no hay mayor poeta que el pueblo mismo.
Si viviera Alí en estos tiempos turbios y llenos de incertidumbre
de como vamos viendo iremos haciendo,
porque todo es igual o peor hoy, ¿cómo sería? Ayer, Alí, defendiste y asumiste
la defensa del oprimido y maltratado. Hoy persiste, como Alí escribió, esa gran
parodia de la corrupción, la marginalidad, el analfabetismo, la inseguridad
personal, el desempleo, la represión a cualquier reclamo si te atreves a reclamar
una mejor calidad de vida, un salario justo y digno. Resulta, panita, que en
aquellos tiempos te hacías la misma pregunta.
Citamos aquella carta abierta que Alí publicó en El Nacional
el 3 de mayo de 1982 en el Cuerpo B, p.12, columna 8: “¿Es o no verdad que al
helicoide lo han transformado ustedes en, literalmente, un campo de
concentración? Y ante esta realidad -muy triste- no sólo se puede tomar una
actitud cómoda, de cantar canciones y nada más”. Si supieras que te han llevado
al máximo de borrar toda aquella expresión en defensa de los presos, y que
frente a esta estructura del terror, como el Helicoide, te han levantado una
estatua para que aquellos quienes se han llenado de prejuicios te tengan más
arrechera, porque ahora tus canciones suenan en vísperas de campaña electoral, y
para que el silencio de los que amaste tanto guarde la complicidad de que cada
día te borren más de la conciencia del pueblo.
Llegó el tiempo de reivindicarte con la canción necesaria que
tanto hace falta. Cómo no acordarnos de quienes han caído en combate para que
sean en nosotros un compromiso, un reto, un hermoso estímulo sin que por ello
nuestra canción se haga mortuoria. Ustedes saben que no olvidamos. Gracias a Balikia
(otro seudónimo de Alí, un pájaro rojo
coriano a quien dedica un extensa décima Héctor Hidalgo Quero), y a todos
aquellos hombres y mujeres heridos de vida. Alzaremos tu canto con dignidad,
porque eso fue siempre tu lucha y no dejaremos que los indignos quieran
apoderarse de tu canto, porque siempre dijiste que el único heredero de tus
canciones es el pueblo.
¡Ah mundo, Paraguaná! He aquí una canción contra la sed,
porque “si la solidaridad es un arma, la canción también lo es, y más aún si es
lengua del pueblo, si tiene la rusticidad y la ternura con que el hombre
sencillo ama su tierra”, así lo presentaba Alí en el disco “ Cantar y cantores
de Falcón” en la que fue su productor musical y en la que se hizo una defensa
al Cerro Galicia, en la Sierra de Coro, el único reservorio de aguas en este
estado, tan nuestro. En esa producción participó activamente con Ibrahim López
Garcia, Heberto González, Douglas Bravo, Manito, Víctor Vargas, José Laya,
Orangel Lugo, Iván Morón, José María
Gauna, Senovia Manaure y muchos otros, también grupos musicales y movimientos
ecológicos, y las universidades a través de sus estudiantes, junto con el
Tecnológico de Coro, que fue siempre fuente de luchas y solidaridad, así como fuente
para la canción solidaria en homenaje al gran poeta Servando Garcés por la libertad
de los presos políticos.
Con este humilde
escrito, y finalizando con una canción tuya, quiero rendirte un meritorio
homenaje mi querido e inolvidable Yiyo, recordando la amistad de Asciclo y de
Carmen Adela.
Digo que Paraguaná
es tanto el amor que ha
dado
y es poquito el
recibido
de los hijos que parió.
Y el que a su seno
llegó
peregrino de otro lado
también sus brazos
abrió
como tierra a la
simiente,
se seca el agua en la
fuente
porque tampoco la amó.