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Alí Primera y su canción contra la sed por Orlando Oberto Urbina

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Alí Primera y su canción contra la sed por Orlando Oberto Urbina


La vida nunca muere

Ernesto Cardenal

 

La canción popular en América Latina se remonta a la época colonial. Los españoles difundieron versiones de coplas y sainetes de su tierra, al igual que otros géneros  musicales, que más tarde fueron transformaron por los habitantes de las regiones, y se entreveraron con los cantos originarios. También los franceses, ingleses y portugueses aportaron elementos que posteriormente se convirtieron en integrantes totales de la canción popular.

Creemos en la relevancia indiscutible del arte popular, como hecho de gran trascendencia y significación en la conformación de la cultura latinoamericana, no sólo por la gran producción existente, sino por la gran calidad y el lugar de honor que ocupa dentro de las manifestaciones artísticas hasta hoy. La verdadera música popular de nuestros países pasó a través de tribunas, escenarios, salas de conciertos, discos y estadios. La década de los años 50 marca un comienzo del movimiento de la nueva canción necesaria, representada en primer lugar por Atahualpa Yupanqui, Violeta Parra, y luego por Los Fronterizos y los Chalcaleros. Más tarde, aparecerán con gran fuerza y calidad los siguientes movimientos, como la Nueva Trova cubana, chilena y mexicana, defendiendo la identidad y el ser americano, lo que va a enriquecer totalmente el quehacer cultural del continente.

La canción necesaria, generalmente de protesta, en América se nutre de muchos nombres. Algunos nombres son: en Costa Rica: Grupo Tayacán. En Argentina: Mercedes Sosa, Piero, entre otros. Uruguay: Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti. En Nicaragua: Carlos Mejías Godoy. En Chile: Víctor Jara, Violeta Parra, Conjunto Inti Illimani, Quilapayún. En México: Amparo Ochoa. En Cuba: Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Carlos Puebla. En Venezuela: Alí Primera, Soledad Bravo, Gloria Martí. En Perú: Tania Libertad. En Brasil: Chico Buarque.

Los elementos de la canción protesta se dejan ver en una variedad de canciones que reflejan la posición del creador e intérprete como humilde trabajador cultural. El cantor le canta al amor, a la pampa, al llano, a la montaña, al indio, al marginado y al oprimido, al negro, al mulato, al campesino, al pobre, al obrero y también muestra diversos estados de ánimo: se canta satíricamente, humorísticamente, seriamente, eufóricamente, triunfalmente y se denuncia todo aquello considerado injusto.

Alí Rafael Primera Rossell  (Yiyo), por siempre un Alí, nació en Coro hace 82 años, un 31 de Octubre de 1941, en la maternidad Oscar M. Chapman. Su padre era Antonio Isidoro Primera, aquel policía que fue malogrado por un matón de nombre Pedro Agüero. Carmen Adela Rossell, madre de Alí, contaba que la primera vez que emigró de Paraguaná para Coro era para acompañar a su esposo Antonio Isidoro, hacerle la vianda de comida, y que los carajitos más grandes fueran a vender gofios y batidos  “por esas calles de Dios”.

La hambruna de principios de siglo XX, aquel verano que apretaba en toda Paraguaná, y el trabajo escaso obligaban a emigrar a otros lugares. En aquellos años, y también después, pegaban el hambre y la sed, así le contaba Carmen Adela en una conversación con el poeta y cronista Guillermo de León Calles. La suerte y las necesidades le reservarán un lugar crucial. Ella decía que Jesús Rossell –su hermano- fue el primero en irse a Coro, y que como era oficial de la policía, logró conseguirle unos puestos a Antonio Isidoro, Panchito y Fito Primera (tíos de Alí Primera), y a Genaro Ruiz (primo). Vivian en el barrio San Nicolás de Coro, donde habitaba el nuevo oficial de la policía en la calle La Paz. Allí nacieron Asciclo, Adita, Alfonso y Toña: todos hermanos de Alí.

Coro en 1942 se prestaba para recibir en la casa de gobierno, como presidente del Estado Falcón, al General León Jurado. Alí Rafael, el cantor, conoció temprano la injusticia, cuando le negaron una victoria deportiva en una carrera de bicicleta, sólo por tener un gallito rojo pintado en su franela (El gallo que canta a favor del pueblo, y no el falso que se vende en contra del pueblo). El panita Alí Rafael se ganó su primer par de zapatos en un concurso de poemas; también se ganaba la vida como limpiabotas, fue boxeador, y cortaba la grama de las quintas petroleras de Paraguaná. El cantor de la voz colectiva cantaba para las multitudes latinoamericanas. Nunca pensó como vivía: siempre vivió como pensaba.

Su obra musical debe ser reflexionada sin prejuicios para poder reconocer su alcance vasto. Muchos hoy dejan pasar su fecha de nacimiento, cuando Alí es el cantor de la Patria Buena. No canta a aquella patria que quieren vender como pueblo sufrido, en donde se le quita el salario al trabajador, que recibe las migajas. Esa patria de mentira no la queremos, y por conocer al panita Alí Rafael, si viviera ya hubiese mandado al carajo a estos carajos que lo que han hecho es poner al pueblo a pasar hambre. La columna vertebral del país son los trabajadores y  la justicia social. Sin embargo, muchos mueren en la mendicidad, otros en el olvido, porque no son solidarios y nunca parecen haber tenido escuela de gobierno ni mucho menos sensibilidad humana.

Recordemos aquella carta pública hecha en el diario El Nacional el 3 de mayo de 1982, a raíz de aquel atentado sufrido por Alí Primera en la carretera de Lara. El cantor publicó esta carta titulada Soy Mosca y Abeja: No me doblegará, señor sistema, no me atemorizará, señor gobierno.

Ese era el Yiyo, el boca pelá, el que en 1967 estuvo preso detenido en el gobierno de Raúl Leoni, en los Calabozos de las Brisas, junto a otros compañeros estudiantes, debido a las “medidas de la alta policía”, después del allanamiento a la Universidad Central de Venezuela (UCV), en el que pudo constatar algo que lo marcaria para siempre, para toda su vida: la música pone a cabalgar en ella versos donde el protagonista es el hombre hecho combate, cuando el amor que se nombra ya no es tan sólo el individual, el íntimo, sino el amor solidario por todos los seres humanos, cuando el verso además de divertir proporciona elementos reflexivos y concientizadores.

Desde allí encontramos en la pluralidad de su palabra aquello que dice: “El pueblo es cuerpo y alma de la canción que yo canto. Si no hay verdad en los cantores, entonces no habrá verdad ni en el canto ni en mi esperanza. Los versos del pueblo pueden ser flor o bala: la bala que lo defiende o la bala que lo mata”. Así era el gran panita Alí Rafael al encontrarnos con el hombre con palabra de ternura, el bucólico, certero y desesperado, sin nada que interfiriera con lo que él quería decir.

El paisano, el hombre de paisaje de cielo y mar de tierra seca y vendaval, era amigo de nuestro también cronista paraguanero Alí Brett Martinez, quien llegó a escribirle al cantor: “ya es tiempo de navegar por otros mares, de andar con Julián Marín en su peñero de sueños” y a su vez Alí el rebelde decía que “ El arte que no milita en la defensa de la condición humana del hombre no es arte y mucho menos arte popular”, porque él divulgaba su canto por el mundo entero y lo hemos hecho querencia y respeto, ejercidos por la humildad y la sencillez de quien sabe que no hay mayor poeta que el pueblo mismo.

Si viviera Alí en estos tiempos turbios y llenos de incertidumbre de como vamos viendo iremos haciendo, porque todo es igual o peor hoy, ¿cómo sería? Ayer, Alí, defendiste y asumiste la defensa del oprimido y maltratado. Hoy persiste, como Alí escribió, esa gran parodia de la corrupción, la marginalidad, el analfabetismo, la inseguridad personal, el desempleo, la represión a cualquier reclamo si te atreves a reclamar una mejor calidad de vida, un salario justo y digno. Resulta, panita, que en aquellos tiempos te hacías la misma pregunta.

Citamos aquella carta abierta que Alí publicó en El Nacional el 3 de mayo de 1982 en el Cuerpo B, p.12, columna 8: “¿Es o no verdad que al helicoide lo han transformado ustedes en, literalmente, un campo de concentración? Y ante esta realidad -muy triste- no sólo se puede tomar una actitud cómoda, de cantar canciones y nada más”. Si supieras que te han llevado al máximo de borrar toda aquella expresión en defensa de los presos, y que frente a esta estructura del terror, como el Helicoide, te han levantado una estatua para que aquellos quienes se han llenado de prejuicios te tengan más arrechera, porque ahora tus canciones suenan en vísperas de campaña electoral, y para que el silencio de los que amaste tanto guarde la complicidad de que cada día te borren más de la conciencia del pueblo.

Llegó el tiempo de reivindicarte con la canción necesaria que tanto hace falta. Cómo no acordarnos de quienes han caído en combate para que sean en nosotros un compromiso, un reto, un hermoso estímulo sin que por ello nuestra canción se haga mortuoria. Ustedes saben que no olvidamos. Gracias a Balikia (otro seudónimo de Alí, un pájaro rojo coriano a quien dedica un extensa décima Héctor Hidalgo Quero), y a todos aquellos hombres y mujeres heridos de vida. Alzaremos tu canto con dignidad, porque eso fue siempre tu lucha y no dejaremos que los indignos quieran apoderarse de tu canto, porque siempre dijiste que el único heredero de tus canciones es el pueblo.

¡Ah mundo, Paraguaná! He aquí una canción contra la sed, porque “si la solidaridad es un arma, la canción también lo es, y más aún si es lengua del pueblo, si tiene la rusticidad y la ternura con que el hombre sencillo ama su tierra”, así lo presentaba Alí en el disco “ Cantar y cantores de Falcón” en la que fue su productor musical y en la que se hizo una defensa al Cerro Galicia, en la Sierra de Coro, el único reservorio de aguas en este estado, tan nuestro. En esa producción participó activamente con Ibrahim López Garcia, Heberto González, Douglas Bravo, Manito, Víctor Vargas, José Laya, Orangel Lugo, Iván  Morón, José María Gauna, Senovia Manaure y muchos otros, también grupos musicales y movimientos ecológicos, y las universidades a través de sus estudiantes, junto con el Tecnológico de Coro, que fue siempre fuente de luchas y solidaridad, así como fuente para la canción solidaria en homenaje al gran poeta Servando Garcés por la libertad de los presos políticos.

 Con este humilde escrito, y finalizando con una canción tuya, quiero rendirte un meritorio homenaje mi querido e inolvidable Yiyo, recordando la amistad de Asciclo y de Carmen Adela.

 

Digo que Paraguaná

es tanto el amor que ha dado

y es poquito el recibido

de los hijos que parió.

Y el que a su seno llegó

peregrino de otro lado

también sus brazos abrió

como tierra a la simiente,

se seca el agua en la fuente

porque tampoco la amó.





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