Mérida, Octubre Lunes 13, 2025, 06:33 pm

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Por Freddy Marcano

Venezuela entre la fe y la democracia por Freddy Marcano



Venezuela entre la fe y la democracia por Freddy Marcano

En tiempos de dispersión política, cuando el desencanto parece ocupar el espacio de la esperanza, hablar de unidad adquiere un sentido más profundo que el de una consigna. La unidad, entendida como acuerdo en lo esencial, se convierte en la base moral y estratégica de todo proyecto democrático. No se trata de uniformar el pensamiento, sino de ordenar el propósito nacional en torno a valores compartidos. Cuando los liderazgos se encierran en su propia visión y los partidos se transforman en islas, el país se fragmenta no solo políticamente, sino también espiritualmente.

En Venezuela, las diferencias han sido muchas, pero el drama no radica en la pluralidad, sino en la incapacidad de convertir esa diversidad en fuerza común. Lo que el país requiere no es una alianza de conveniencia, sino un acuerdo de responsabilidad. Las democracias sobreviven cuando sus actores políticos logran coincidir en principios básicos, incluso cuando discrepan en los métodos. Esa es la esencia del equilibrio republicano: reconocer que ningún proyecto puede sostenerse si se levanta sobre la negación del otro.

A la vez, el reconocimiento internacional a una preminente figura política venezolana con el Premio Nobel de la Paz ha despertado un eco que trasciende nombres y preferencias. Más allá del impacto mediático, el mensaje que envía al mundo es el de una causa civil y pacífica que ha resistido con dignidad. No se trata de premiar individualidades, sino de valorar la persistencia de un pueblo que, pese a la adversidad, ha seguido creyendo en la vía democrática, en la palabra, en el voto y en la libertad. Es justo saludar ese hecho con la esperanza de que contribuya al restablecimiento de la democracia, al respeto pleno de la voluntad popular, a la libertad de los presos políticos y al reconocimiento efectivo de los derechos humanos en Venezuela.

Pero la unidad no renacerá del azar ni del cansancio. Será fruto de la convicción, del esfuerzo y de la madurez ciudadana. Implica asumir que ningún sector podrá por sí solo reconstruir lo destruido, y que la reconstrucción no comenzará en las cúpulas, sino en la conciencia del ciudadano común que decide no rendirse ante la desesperanza. La unidad de criterio —esa que parte del reconocimiento de lo esencial— es el punto de partida de toda transformación política sostenible.