Mérida, Mayo Miércoles 21, 2025, 04:37 pm
ROSARIO PÉREZ
Diario ABC de Madrid
Llegó la hora de la despedida.
Julián López volverá a ser El Juli sin comillas. Cuando los focos de la
Maestranza se apaguen este domingo, su nombre ya no vestirá de luces los
carteles a los que ha dado categoría durante un cuarto de siglo. El mismo
septiembre del mismo 1998 en el que el gigante Google arrancaba su motor en
California, el niño prodigio del barrio de San Blas se hacía hombre en Nimes.
Veinticinco años atrás quedan el hallazgo plateado sobre el autor de 'El
Principito' de un pescador en la costa marsellesa, el terremoto que sacudió
Pensilvania, el Pacto de Estella o la tregua declarada por ETA el noveno mes de
aquella temporada...
—Cuando usted tomó la
alternativa gobernaba Aznar; ahora la lidia se encuentra en manos de un
prófugo.
—Me preocupa tremendamente la
situación de España. La política está predestinada a dirigir nuestra vida,
nuestra sociedad, el futuro de un país y de nuestros hijos... Las mayores
perjudicadas son la propia España y sus gentes.
—¿Se imagina en un cargo
político?
—No. Además, me da mucha rabia el
posicionamiento taurino que ha surgido en los últimos años, esa sensación de
que por ser taurino eres de derechas y que los de izquierda son antitaurinos.
Yo no creo en ese concepto para nada. Ningún partido se debe apoderar de la
tauromaquia, que es de todos. Lo que sí tienen que hacer es representar y
defender al sector, con mucha importancia económica, artística y rural.
—¿Qué queda de aquel niño que
jugaba con su hermano Ignacio al fútbol mientras soñaban con ser Futre?
—Al final queda la esencia. Es
verdad que en mi vida he evolucionado a todos los niveles, como torero y como
persona, pues soy padre de familia, tengo hijos... Ahora soy mucho más
disfrutón, más simpático, más divertido en mi ambiente. Hubo una época en la
que estaba absolutamente esclavizado por mi profesión. He abierto mucho la
mente a nivel de amistades, de vivir diferentes experiencias.
—¿Qué persona le ha marcado en
el viaje del toreo?
—Muchas. Le estoy muy agradecido
al toro también en eso. Recuerdo especialmente a dos personas que nos faltan,
Gregorio Sánchez, al que le debo todo, y a don Pablo Mayoral. Fueron vitales en
mis inicios.
—¿Algún enemigo al que
olvidar?
—Por mi situación he tenido gente
que chocaba con mis intereses, pues hay un ámbito de negocio, pero no tengo
ningún sentimiento adverso hacia nadie.
—La voz empresarial dice que
ningún torero se hará tan rico como usted.
—Cuando yo empezaba había muchas
más corridas, se daba más oportunidad a que salieran más toreros, había otra
economía... Después hemos vivido un ataque social y político muy complicado. A
la tauromaquia le cuesta adaptarse y es necesario mejorar y potenciar ciertas
estructuras, pero hay un movimiento de gente joven muy importante que va a las
plazas, y eso es de agradecer a los toreros nuevos. Lo que sí creo es que el
nivel del toro es absolutamente mejor que cuando yo empezaba...
—... Y todo lo que empieza
acaba: se va El Juli y queda Julián. ¿Sensaciones?
—Estoy plenamente feliz,
tremendamente orgulloso y, sobre todo, agradecido. A la vida, al toro y a la
tauromaquia. He estado 25 años de matador cumpliendo mis sueños, y eso es muy
grande.
—¿Qué echará más de menos
cuando cuelgue el chispeante?
—Esa sensación única que es
torear, cuajar un toro en la plaza, la comunión que existeentre público, torero
y toro. Esa magia es insustituible. Ninguna de las cosas que tengo en la vida,
que son muy buenas, pueden sustituir eso. Pero tengo que aprender a vivir sin
ello.
—¿Dónde quedarán los miedos?
—Es difícil tener un prisma de lo
que no has vivido, pero quizá lo que más eche de menos sea la preparación, que
es un viaje que me encanta. Ese empezar la temporada, la concentración, la
cuadrilla, los tentaderos, las ilusiones...
—¿Seguirá en contacto?
—Sí, lógicamente. Me apasiona el
mundo de la ganadería, del toro, del campo, de los toreros...
—¿Cómo se imagina su día a día
sin clarines a las cinco de la tarde?
—La prioridad será mi familia,
porque ellos han vivido el sacrificio de mi profesión, no poder ir a muchos
sitios porque yo tenía que torear, dejar de hacer muchas cosas. Y ese día a día
estará muy relacionado con el campo y la ganadería. Soy una persona joven y
trabajadora. Tengo ilusiones y proyectos, pero primero necesito un tiempo de
reflexión.
—Es uno de los privilegiados
que se va porque quiere y no porque lo echen.
—Siempre lo tuve claro: no me
gusta la decadencia. Me gusta ser torero en un nivel de exigencia, de posición,
de entrega. Sé que podría alargar mi trayectoria porque estoy en una posición
absolutamente envidiable, pero siempre quise rematar en todo lo alto.
—¿Qué ha aportado El Juli al
toreo?
—Me cuesta hablar de mí mismo,
sobre todo bien... Pero bueno, sé que soy una persona influyente en la
tauromaquia que se vive hoy. Por circunstancias he asumido el peso de la
responsabilidad. Lo que más me ha llenado quizá es lo que haya podido aportar
al toro bravo, a su evolución. Soy un torero que ha necesitado un toro con
mucha exigencia, con humillación, con fondo, un toro con mucha entrega. Si mi
tauromaquia ha podido ayudar a esa evolución, pues me hace sentir orgulloso.
—¿A quién fue la primera
persona a la que anunció la despedida?
—A mi familia directa, mis
padres; a Luisma, mi apoderado; a Álvaro, mi banderillero. A mi gente de
confianza. No se dice de la noche a la mañana, se va planteando poco a poco. De
hecho, hace dos años estuvimos a punto, pero valoramos llegar a los 25 años y
rematar en ese número redondo esta etapa.
—En el comunicado dejaba una puerta
abierta, huyendo de la palabra retirada.
—No me gusta hablar de retirada.
Hemos visto muchos casos y luego vuelven a torear. No me gustaría sentirme
hipotecado a esa palabra. Esto es el final de una etapa, una etapa en la que he
sido totalmente esclavo de mi nombre, de mi situación, he vivido por y para
ello, con toda la entrega, con toda la disciplina posible. Necesitaba terminar.
Si pasa algo en un futuro, será en otra etapa.
—¿Alguna espinita que se le
quede?
—La verdad es que taurinamente
no... Esa sensación de insatisfacción no la tengo. Siempre mi preocupación más
grande había sido Madrid porque era la plaza que más me había exigido. Aunque
por la espada no han sido los números que me gustarían, me quedo con la
sensación de verla entregada, de sentir esa plenitud absoluta. En estos últimos
años quizá los momentos más felices como torero han sido en Madrid. La faena al
de La Quinta ha sido uno de los momentos más emotivos de mi vida y que más me
resume como torero.
—¿Y si pudiese elegir en este
final entre la Puerta Grande y la del Príncipe?
—Es elegir entre papá y mamá,
verdaderamente imposible. Los números en Sevilla han sido fortísimos, pero las
sensaciones en Madrid han sido increíbles.
—Un torero de Despeñaperros
para arriba se ha hecho amo y señor de la Maestranza.
—Es verdad que se han roto
tópicos, ese concepto de que Sevilla es para los artistas. Y, como cualquier
afición, sabe ver la sinceridad, la entrega. He tenido la suerte de que en la
última década he conseguido salir relajado y he sentido mucha conexión, una
reciprocidad con la gente tremenda, y eso te hace evolucionar como torero. Al
final, la preocupación del éxito limita mucho a los artistas porque no se
pueden expresar con total naturalidad.
—¿Torea mejor el día que
siente más miedo o la tarde de calma?
—Es un compendio de muchas cosas
y muy variable. Desgraciada o afortunadamente no todas las tardes llegamos de
la misma manera. Hay veces que llego a la plaza realmente muerto de
inseguridad, de miedo, de incertidumbre, y hay otras que llego absolutamente
seguro de que algo muy raro tiene que pasar para que no me salgan las cosas.
Esa sensación viene a raíz de tu preparación, de tus ilusiones, de tu
motivación, de la receptividad con el público... Cuando veo a la gente con
ganas y esperándome, me hace sacar el doble de mí.
—El balcón de sus números da
vértigo. ¿Es consciente?
—No soy muy de estadísticas, no son
la base de mi plenitud, aunque sea bonito escucharlo. Me gusta que mi
tauromaquia se refleje en sensaciones, en ese Cantapájaros, en la faena al toro
de La Quinta...
—¿Su mayor rival?
—Cuando salí estaba Ponce como
máxima figura, pero siempre lo tenía por encima del bien y del mal, un poco
lejos en la competición directa por tanta admiración y respeto. El torero con
el que siempre he sentido más rivalidad, esa motivación, esa ilusión de torear
con él, ha sido José Tomás.
—¿Y Roca Rey?
—Hay mucha diferencia de años y
posiciones, pero obviamente la figura de hoy es Roca y me ha motivado mucho.
—¿Se queda en buenas manos el
escalafón?
—El escalafón tiene que
evolucionar también con los tiempos. Por eso es bueno que terminen estas etapas
para seguir abriendo la puerta a otros toreros.
—¿Qué consejo le daría a Roca
para permanecer en la cima?
—Cuando un torero dura 25 años es
porque el público quiere que siga. A veces los toreros nos cerramos, pero hay
que asumir la responsabilidad de la situación que tienes, marcar territorio,
tener esa fortaleza y personalidad para saber que la tauromaquia necesita
líderes.
—Una vez retirado, su voz
podría ser la de ese líder que reclama la Fiesta.
—Creo que debe haber un
estamento, un vehículo capaz de aglutinar a todo el sector. Ahora necesito
sentarme con el público, ver a los toreros desde el tendido. Lo voy a ver desde
un territorio distinto, y eso creo que va a agrandar mis conocimientos sobre
las necesidades y el futuro de la tauromaquia.
—En este siglo de bitcoin e
inteligencia artificial, ¿se ha adaptado la tauromaquia a los nuevos tiempos?
—El toro tiene que seguir como
es; yo creo ciegamente en la esencia del toreo en el ruedo, pero sí hay que
adaptar el negocio a los nuevos tiempos, pues se va quedando un poquito atrás.
En ese aspecto, la tauromaquia debe avanzar a grandes pasos y hacer grandes
esfuerzos, tanto a nivel económico como de comunicación. La gente joven tiene
que ir a los toros y tiene que poder ir.
—Se va en un momento en el que
hasta la televisión está en el aire.
—Eso me preocupa mucho. Debería
haber más televisiones interesadas, diversificarse más.
—¿Qué falló en aquel G-10 que
lideró?
—Tengo un recuerdo muy agridulce
del G-10, pero considero que abordamos un tema complicado, el de la televisión.
Por una falta de compromiso y por diferentes situaciones de distintos
compañeros, se perdió una oportunidad única de crear un estamento que
potenciara la tauromaquia a niveles nunca vistos.
—Lo que sí se consiguió fue el
paso de lnterior a Cultura.
—Fue un paso muy importante. ¿Qué
sería de la tauromaquia ahora mismo si no estuviera protegida por el Ministerio
de Cultura? Eso ha servido de ancla en muchos momentos difíciles.
—Cuentan que rara vez se
alcanza la faena soñada, ¿alguna vez ha abandonado la plaza plenamente
satisfecho?
— Sí, muchas veces. Después de
tantas corridas me he sentido de todo: satisfecho, decepcionado, desilusionado,
feliz, pleno... Hay faenas y hay días en los que te sientes sinceramente el más
grande. He sentido que no había nadie en el mundo capaz de sentir lo que yo
estaba sintiendo. Y me pasa algo muy curioso: no soy capaz de compartir ese
tipo de tardes, de sentarme a cenar y hablar de ello. Lo que pasa es tan grande
que no lo puedes llevar al ámbito social, de la comunicación. Mi mente está en
otra escala, en otro nivel espiritual.
—¿Cómo ha llegado a vencer la
timidez de los inicios?
—Por esa responsabilidad de que
no solo te estás representando a ti, sino que estás representando a la
tauromaquia. En ese aspecto, no he hecho nada académico, pero sí me he
preocupado de resolver mis limitaciones, que las he tenido como cualquiera.
—En los finales siempre se
cantan las glorias, pero también hubo caras amargas y cornadas.
—No son sólo las cornadas ni los
accidentes de coche, también los fracasos. Eso es lo que de verdad duele, la
incomprensión, la insatisfacción de sentir en ciertos momentos que tu mensaje
no llega. Para alcanzar el gran éxito las carreras no siempre son bonitas. De
hecho, yo no quiero que mis hijos sean toreros. Y la razón por la que no quiero
es porque egoístamente no quiero pasar por todo lo que sé que tienen que pasar
para ser el número 1, por todo lo que implica. No te digo para que triunfen,
digo para pasar todo lo que se pasa siendo el número 1... Aun sabiendo que ser
un número 1 en esta profesión es lo más grande del mundo. Pero hay muchas cosas
negativas, muchas cosas muy duras.
—¿Apuntan maneras?
—Son aficionados los tres, les
gusta la ganadería y torean en sus cumpleaños, en las comuniones... Pero
profesionalmente no le veo a ninguno la sensación de querer ir por ese camino.
—¿Entiende ahora a sus padres?
—Sí, perfectamente, y
egoístamente digo que yo no quiero pasar por todo eso.
—¿Ha necesitado ayuda alguna
vez?
—Sí, yo he pasado por psicólogos
y he vivido momentos muy duros. La tauromaquia tiene un fondo de una hombría
malinterpretada, como que por ser valiente y jugarse la vida tienes que ser un
hombre chapado un poquito a la antigua en ciertas cosas. Hay una evolución
también importante de la sociedad en la que hay que saber y ser capaz de
transmitir tus vulnerabilidades y tus debilidades, que no te hacen más pequeño,
sino al revés, te hacen mucho más grande. No pasa nada por decir que hemos
necesitado ayuda psicológica y muchísimas cosas más. Creo que a veces
transmitimos demasiada dureza y crudeza como toreros en vez de transmitir
sensibilidades y vulnerabilidades.
—Decía su maestro Gregorio
Sánchez que los toreros no son como los ministros que cuando dejan el cargo se
ponen el ex.
—Yo soy torero. Al final no es un
trabajo, es una forma de vida, una condición que la vida me dio desde niño.
Siempre seré torero.