Mérida, Mayo Sábado 17, 2025, 09:03 am
ZABALA DE LA SERNA
@zabaladelaserna
Diario EL MUNDO de Madrid
A eso de la hora del vermú, Juan Ortega se pegó un baño de masas en un nuevo acto de su audaz campaña de marketing. Visitó el Nuevo Casino de Pamplona, regaló camisetas -«San Fermín, 11 de julio de 2024, edición especial: orteguistas»- que se acabaron en cinco minutos y cuentan que un niño sufrió un mareo como si viera a Britney Spears.
No es descartable que en un futuro aparezcan imágenes como las de Messi y Yamal, ungiendo Ortega en las aguas de una palangana a un bebote como futuro Belmonte. La trasera de la camiseta es la imagen del ya icónico pase de pecho rodilla en tierra de la antológica faena de Sevilla: 15 de abril de 2024.
Casi tres meses después J.O. hacía este debut en Pamplona. Y, como entonces, unido su nombre al de la ganadería de Domingo Hernández, que también se presentaba en San Fermín en solitario, deslindada de Garcigrande. La corrida, enteramente cuatreña -apuesta arriesgada por estas tierras, donde se exige el toro fuerte, cuajado, preparado-, protagonizó en la amanecida un encierro a la antigua -y por la tarde un fracaso bíblico con su falta de entereza y bravura-. No es lo mismo correr que emplearse. Fue una corrida clueca.
El torero sevillano lo vio, el encierro, digo, desde un balcón de la calle Estafeta en el amanecer de su inmersión pamplonesa. A las 18.05 cayó un chaparrón que, más que aliviar la temperatura, levantó todo el calor acumulado en los tendidos a modo de baño turco. A las 18.30 sonaron los clarines.
Un toro muy simplón, colorado -tres con esta pinta y tres negros componían el sexteto-, abierto de cara, mansito declarado desde que apareció, quiso poco o más bien nada. Descolgado y con el freno siempre echado por la derecha y con un pasito más por la izquierda. Alejandro Talavante resolvió sin despeinarse. A las 18.49 lo despenó con una estocada caída.
Desde las 19.04, Daniel Luque armó a base de paciencia, ciencia de alturas y tacto con un toro muy guapo, estrecho de sienes y generoso cuello. Pero también sin poder alguno, como dañado de los menudillos, para desarrollar su buen estilo. Luque lo afianzó en laborioso hacer -no sin que perdiera las manos varias veces-, hasta que por la izquierda alcanzó las más elevadas cotas. La clase cierta del domingo hernández afloró por fin sostenida en las yemas. Aquellas dos series y un último apretón por bernadinas lo situaron en la frontera del trofeo. La estocada atravesada asomó por el costillar y el presidente aguantó bien la petición.
Cuando a las 19.36 Juan Ortega enterró la estocada tras un pinchazo, parecía no haberse enterado de que se hallaba en Pamplona. Quizá por la recogida cara del toro... Mansito, muy humillado, marcando la querencia, con un topetazo a favor de ella. No quiero decir con esto que Ortega hubiera debido traicionar su concepto, pero sí poner algo más de su parte, un punto de fibra a su apostura. Tan torera la pose dentro de aquel terno visón y azabache, que parecía que no se jugaba nada.
A las 19.49 Talavante, de los últimos años, la ciclotimia andante de San Isidro 2024, salió a demostrar por qué en tres años ya nadie cree. El cuarto, de más cara, punto de inflexión de la corrida en presentación, tampoco le sobraba nada. Ni poder, ni fondo, ni celo. Pero la formidable desestructura de la faena fue lamentable. Desde el planeamiento de rodillas por cambiados en los medios hasta el modo de andar luego con el toro, más pendiente siempre AT de torear al público. De engancharlo, más que a la embestida. No es que valiese mucho, pero una figura es otra cosa. Una jaimitada de espaldina descomponiéndolo todo y ya se me fijó en la retina como prisma por el que vi todo deformado. Le pegó una estocada y brincaba el hombre como si hubiera cuajado al toro Ratón.
La manera exigible de andar con un toro inservible la volvió a manifestar Daniel Luque con el galán que hacía quinto, un perchero, un aparato que nadie quería en el sorteo. No era de extrañar. Un mulo con su trajín y su trabajo. Y en eso se afanó Luque con valor seco. Encomiable y admirable empeño, un prodigio técnico. Otro largo empeño, otro aviso antes de matar. De nuevo tenía a la gente y la oreja metida en el bolsillo, y otra vez lo estropeó con el acero. De otro modo. Pamplona le entregó el reconocimiento absoluto. De oreja y oreja a ovación y ovación.
A las 20.20 apareció el sexto . Que como toda la corrida no se dejó torear con el capote. Lo que toreando Juan Ortega es frustración mayúscula. Ortega, por cierto, le puso más intensidad y expresión para afrontar el último cartucho. Despertó al menos de la elegante dormidera. Y así el prólogo de faena genuflexo desprendió una belleza antigua. En pie hubo una de cal y una de arena. La de cal con la derecha, más amable el grandón toro de escaso aliento; la de arena, con la izquierda, más corto y revoltoso. Algún susto, alguna graciosa huida (Pepe Alameda), dos desarmes y la intención de querer armar bonitos derechazos. Y un par de trincheras como recuerdo de su discreto debut.
No sé si a las camisetas orteguistas se les puede sobreimprimir otra fecha y otra plaza. Lo pensé a las 20.36 saliendo de la plaza. Por detrás es preciosa y conmemorativa. Y quiero una.
FICHA DEL FESTEJO
Toros de DOMINGO HERNÁNDEZ; todos cuatreños; más fuerte en su segunda mitad; sin poder, ni entereza; ni fondo, ni bravura, flojos.
ALEJANDRO TALAVANTE, de blanco y oro. Estocada caída (silencio); en el cuarto, estocada (petición y saludos).
DANIEL LUQUE, de celeste y oro. Estocada que hace guardia y descabello. Aviso (petición y saludos); en el quinto, pinchazo y estocada. Aviso (saludos).
JUAN ORTEGA, de visón y azabache. Pinchazo y estocada (silencio); en el sexto, pinchazo, estocada delantera y descabello. Aviso (silencio).
MONUMENTAL DE PAMPLONA. Jueves, 11 de julio de 2024. Séptima de feria. Lleno de «no hay billetes».