Mérida, Julio Domingo 13, 2025, 07:06 pm
La economía digital
ha crecido significativamente en los últimos años a partir de los esfuerzos
nacionales de digitalización con un alto compromiso público y privado, los
cambios en el uso de plataformas digitales introducidos por la pandemia del
COVID-19 y la promoción de incentivos al desarrollo de empresas de base
tecnológica. Así, cada vez son más los países que se proponen avanzar hacia un
crecimiento económico impulsado por la tecnología, asumiendo para esto
compromisos asociados con la construcción de infraestructura digital y el
impulso de la transformación digital en el sector público.
Este esfuerzo local
representa un nuevo reto para los formuladores de políticas públicas, porque
deben estimar con claridad los beneficios económicos de la transformación
digital y contrastarlos con los costos que esta genera —expresados en el dinero
y el tiempo necesario para lograr la transformación, la reducción de puestos de
trabajo, el desplazamiento de los trabajadores sin habilidades tecnológicas,
entre otros—. En otras palabras, para maximizar el bienestar que genera la incorporación
de las nuevas tecnologías en las actividades diarias de la población, es
necesario identificar con claridad el concepto de economía digital, reconocer
las oportunidades que brindan las nuevas tecnologías y cerrar la brecha en
competencias digitales que puede existir entre distintos grupos de la sociedad.
En relación con el
marco conceptual, existen varios vacíos que limitan la atención que la
ciudadanía y los gobiernos prestan a la economía digital. Al respecto, hay
diversas definiciones de esta nueva economía, algunas limitadas y otras sin
capacidad para demostrar el potencial que tiene la transformación digital. Las
primeras se concentran exclusivamente en las actividades habilitadas por
plataformas —redes sociales, pasarelas de pago, comercio electrónico, entre
otras—, y las segundas se circunscriben solo al papel preponderante del sector
privado; relegando a un segundo plano la responsabilidad de los gobiernos y la
transformación de sus actividades. Ambas parten del supuesto de considerar que
la digitalización de la economía es importante porque permite la creación y el
desarrollo de nuevos sectores productivos, descartando así los beneficios
económicos de las tecnologías aplicadas a los sectores tradicionales de la
actividad económica.
Esto exige identificar
las oportunidades, los riesgos y las soluciones que la tecnología digital brinda
a los sectores tradicionales. El comercio, el turismo, la salud, la agricultura,
la alimentación, entre otros, concentran la mayor parte de las oportunidades y
los beneficios de la transformación digital. La digitalización de sus
actividades amerita superar barreras asociadas con: a) diferentes marcos
regulatorios locales —gestión del espectro, competencia, protección de datos,
ciberseguridad—; b) conectividad digital limitada para una gran parte de la
población; y c) bajas tasas de adopción de tecnologías avanzadas —como el Internet
de las Cosas—, especialmente en las pequeñas y medianas empresas que ven el
cambio tecnológico muy lejos en el tiempo.
Finalmente, otro
reto a superar es la brecha de habilidades digitales. Dos de cada tres
trabajadores en el mundo no consideran que están adquiriendo habilidades
digitales lo suficientemente rápido como para satisfacer sus futuras
necesidades profesionales. Y tanto las empresas como los trabajadores de los
sectores tradicionales de la economía mundial enfrentan obstáculos asociados
con el conocimiento limitado de las opciones de capacitación y la falta de
tiempo para la formación en competencias digitales. Esto tiene implicaciones en
la movilidad laboral y en la mentalidad de las personas, quienes deberán
avanzar hacia el aprendizaje permanente a través de cursos cortos para el
desarrollo de habilidades específicas.
* @ajhurtadob