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Antonio Pinto Salinas: vida y lección de un poeta militante de la vida por Orlando Oberto Urbina

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Antonio Pinto Salinas: vida y lección de un poeta militante de la vida por Orlando Oberto Urbina


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A 70 años de aquel asesinato, él era uno de los dirigentes políticos más importantes  de aquella época en la que Venezuela vivía: la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Los esbirros del dictador lo asesinaron aquel domingo 11 de Junio de 1953. Fue asesinado por los esbirros de Pedro Estrada. En ese entonces, Venezuela perdía a uno de los hombres más lúcidos de la política venezolana, mártir de la democracia, por el cual históricamente recordamos que nuestra democracia -con sus imperfecciones- sigue siendo el mejor sistema para vivir, porque vivir con libertad es el inicio de una relación entre el hombre y su sociedad; todo lo contrario si se vive en un estado de corrupción que mata de hambre y de mendicidad a un pueblo, mientras es saqueado y engañado con un discurso lleno de falacias que solo satisfacen a una clase política en el poder.

Volviendo a nuestro personaje, el merideño y olvidado hombre de luchas fue economista de profesión y un poeta de vocación. Ejerció como secretario general de Acción Democrática en ese tiempo en el que hombres de saber, como Sáez Mérida, Bernardo Aranguren, Domingo Alberto Rangel, Alberto Carnevalli, Ediberto Moreno, Simón Alberto Consalvi, Rigoberto Henríquez Vera y Leonardo Ruiz Pineda -la mayoría de ellos venidos de los Andes- dieron al país su sueño de lograr una gran Venezuela que hoy debe dolernos cómo ha sido arrasada por una élite que no tiene sentido de lo nacional, ni se identifica con las luchas que ayer sus mejores hombres y mujeres de gran estirpe construyeron en la Venezuela soñada porque nunca se prestaron para organizar estructuras para el engaño de su pueblo.

Estos héroes nos dejaron grandes enseñanzas. Los ríos sin agua tampoco son caminos. Vamos a hacer nuestro camino, y construyamos ese porvenir de aquellos que, en palabras de José Agustín Catalá, vieron que “la furia blindada del poder cobraba víctimas a la clandestinidad y la resistencia, allí donde la mecánica de la represión, sin fronteras ni barreras, sin desmayo ni tregua, silenciaba voces, abarrotaba cárceles, mutilaba vínculos parentales. Muerte, encarcelación, confinamiento, persecuciones, tortura, destierro, eran entonces el precio pagado por el título de cualquier oposición o disidencia”. Todo parecido con la realidad es pura coincidencia.

Antonio Pinto Salinas parece haber quedado para el olvido, porque quienes hoy asumen la política le han dado una versión de pos verdad a la lucha con una dirigencia arrogante y sin orientación definida en el campo de las batallas políticas de nuestro tiempo, donde a sus dirigentes hay que sacarlos con lupa, porque muchos se corrompen a mitad del camino. En eso parece estar esa gran mayoría de oposición acomodaticia de doble discurso, hoy no, mañana sí, sí voy yo, si nos conviene vamos y así parecen tener a un pueblo en pleno circo viviendo la Dolce Vita, mientras un pueblo se muere de desesperanza y mengua de esperar que esos tales opositores se identifiquen con la causa justa del pueblo.

De aquellos robles y dignos hombres. Solo parece quedarnos su lección, como lo señalaba Rigoberto Henríquez Vera, cuando fue miembro de aquel comando nacional de AD clandestino, lo cual fue publicado en un artículo en el diario caraqueño La República aquel 11 de junio de 1964, mientras recordaba a su compañero y paisano Antonio Pinto Salinas, cuando se conmemoraban los once años del crimen de Antonio Pinto Salinas: la orden era apresarlo vivo o muerto. Y en la que señalaba que se encontraban en su último refugio clandestino de los Palos Grandes, los compañeros Antonio Pinto Salinas, Simón Alberto Consalvi, Gustavo Mascareño y Henríquez Vera. Él cuenta que se encontraban acorralados y las conchas eran escasas; era el mes de Junio de 1953, y se hacía muy precarias las condiciones de los dirigentes de resistencia a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

A Antonio Pinto Salinas se le buscaba vivo o muerto, como el trofeo de Pedro Estrada. Era el más indicado. Sin embargo, el secretario de AD en la clandestinidad, Rigoberto Henriquez Vera, señala en sus escritos que la decisión fue que Antonio Pinto Salinas se refugiara en una embajada y saliera del país. Éste se negó, y su alegato era que eso produciría una reacción desmoralizante y negativa en la base de la organización del partido, por lo que prefería salir al exterior en forma clandestina, por intermedio de aquel “piloto” que era aquel aparato de radio que operaba Pedro Fonseca desde un extramuro capitalino.

Antonio Pinto Salinas era hijo de Leónidas Pinto y Mary Salinas. Nació aquel 6 de Enero de 1915. Realizó sus primeros estudios en su pueblo natal, Santa Cruz de Mora, estado Mérida. Pasó luego a estudiar en el Seminario Diocesano de Mérida. Después debía viajar a Roma a continuar sus estudios de teología en la Universidad Gregoriana. Decidió dejar la carrera eclesiástica y se fue a Bogotá, y en 1940 es uno de los fundadores del Centro de Estudiantes Venezolanos de la capital colombiana. Es allí según algunos biógrafos donde comienza a interesarse por la literatura, y comienza a escribir sus primeros textos poéticos. Regresó a Venezuela en 1941 y comenzó sus estudios en la Universidad Central de Venezuela en Economía, y allí se hace militante del Partido Democrático Nacional (PDN).

Se hizo amigo del escritor y periodista Leoncio Martínez. Antonio Pinto Salinas comenzó a publicar sus poemas en el semanario Fantoches. En 1943 es galardonado en el concurso de cuentos que auspicia este semanario. Como miliciano –en el contexto de la época- participó en la insurrección armada que derrocó al gobierno de Isaías Medina Angarita aquel 18 de octubre de 1945. En el Trienio Adeco que se estableció entre 1945 y 1948, se desempeñó en varias direcciones en el Ministerio de Hacienda, Agricultura y Cría, el Banco Agrícola y Pecuario. En 1948 se graduó en Economía. Derrocado el gobierno de Rómulo Gallegos, se incorporó a la lucha clandestina, cayó preso en 1950, luego de haber pronunciado en el Cementerio General del Sur un discurso en la exequias del Comandante Mario Ricardo Vargas,  y por ello es expulsado a Ecuador donde permanece un año en la ciudad de Guayaquil.

Regresó en 1951 clandestinamente, y ejerció como dirigente de AD, iniciando actividades en Valencia, Coro, Maracay y finalmente en Caracas, aún cuando sabía que la orden del gobierno de matarlo. Le piden que debe salir del País; aún en contra de su voluntad accede, y decide irse por la vía a oriente para Salir a Trinidad, y es delatado en la policía política. Es apresado en Pariaguán estado Anzoátegui, y supuestamente cuando fue conducido a la ciudad de Caracas, en el denominado lugar “Cueva del Tigre”, cerca de San Juan de los Morros, es asesinado por los esbirros de la dictadura aquel 11 de Junio de 1953.

Sus textos poéticos, hoy dignos de leer y recordar, son pocos conocidos.

El bíblico grano que sembró mi mano /  aquel claro día, /  ya vibra en la dermis  / de mi sementera. /  Ya tiene tu flanco, / blanco amada mía, /  el gesto fecundo de la primavera.

La tierra fue fértil y buena, / fue el grano mejor; /  la siembra fue de gracia plena, / fiel al sembrador.

Y como en el fruto  del árbol sagrado / hay proximidades de madurecer, / blanca amada mía, / tiene en sus ojos / de mirada penado / la melancolía del atardecer.

Torbellino de luna entre sus venas /  cisne en el aire estrellas removiendo, / las alas de los pájaros cayendo / y cayendo la miel de tus colmenas.

El cuerpo siniestro de la guerra / Lanza sus clarines estertóreas /  y toca la diana espantosa de los muertos. /  Sobre la corteza morena de la tierra / y por vientre inflamado del cielo / grita la metralla sus partos macabros /  Y brama el cañón de canto negro.

El globo es un brasero inmenso / hacia el firmamento en llamas…/ Porque hay hombres tenebrosos y funestos / -corazón de piedra en el pecho y en la pupila del fulgor del rayo que horroriza y que mata.





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