Mérida, Noviembre Lunes 04, 2024, 05:15 am
La Iglesia
Universal inauguró el pasado 2 la segunda sesión del Sínodo de la sinodalidad,
la cual se extiende hasta el 27 de este mes de octubre. Este Sínodo cuenta con
la participación de 368 miembros, de los cuales casi una tercera parte no son
obispos, sino laicos, hombres y mujeres comprometidos con la Iglesia en salida,
pero que también tienen voz y voto.
Recordemos
que la primera fase fue en octubre del año pasado, en ella se expresaron muchas inquietudes, bajo la dinámica de diez grupos de
estudio que analizaron asuntos eclesiales con profundidad e hicieron
propuestas, entre las que se cuentan la posibilidad de la ordenación
diaconal de mujeres, la pastoral con personas de diferente orientación sexual,
la mayor participación del Pueblo de Dios en la selección de nuevos obispos, la
revisión de la forma como se prepara en los Seminarios a los futuros
sacerdotes, entre otros tantos.
El objetivo de esta sesión, según el Cardenal mexicano Felipe Arizmendi,
es seguir discerniendo y proponiendo cómo avanzar para ser una Iglesia sinodal
que realice mejor la misión que el Señor Jesús nos ha encomendado; es decir,
cómo vivir la hermandad entre todos los bautizados para que, desde nuestro
respectivo carisma y ministerio, seamos un reflejo de la Santísima Trinidad,
que es un solo Dios en tres Personas distintas.
Iniciamos la
aventura de la segunda sesión del Sínodo de los Obispos. Una etapa más en el
proceso sinodal de la Iglesia, que nos plantea nuevos horizontes y nos impulsa
por nuevos senderos. Monseñor
Luis Marín de San Martín, OSA, subsecretario de la Secretaría General del
Sínodo, plantea siete retos, el primero es el “reto de la coherencia”. La sinodalidad nos impulsa a procurar
una Iglesia “sin mancha ni arruga” (Ef 5,27). Esto nos lleva a corregir
errores, sacudir el polvo del camino, potenciar lo esencial. Debe orientarse a
la santidad, como es propio de la vida cristiana.
En segundo
lugar, el reto de la espiritualidad. El
Papa nos ha repetido en reiteradas ocasiones que el proceso sinodal debe ser
guiado por el Espíritu Santo. Él es el protagonista.
Por eso es necesario revitalizar la dimensión orante, tanto personal como
comunitaria.
El tercero
es el reto de la comunión con Cristo
y con los hermanos y hermanas. Esto solo es posible si asumimos el amor (Cáritas)
como verdadero eje de la vida cristiana. Todo un desafío en tiempos convulsos
de individualidades, eras digitales, inteligencia artificial, intolerancias e
injusticas, que los cristianos asumamos la comunión que nos lleva a ocupar la
variedad de vocaciones, carismas y ministerios, la diversidad cultural, la
integración, la corresponsabilidad.
Un cuarto
reto es el de la evangelización.
El proceso sinodal tiene una profunda dimensión misionera y se consolida en la
evangelización. Por eso los trabajos de la segunda sesión del Sínodo se
orientan a responder a una cuestión fundamental: Cómo ser
Iglesia sinodal misionera. Es decir, cómo testimoniar el
Evangelio en el mundo de hoy. Se trata de abandonar las trincheras defensivas,
el pesimismo, la resignación. Y de dar razón de nuestra fe testimoniando, como
Iglesia, a Cristo vivo.
En quinto
lugar, el reto de la renovación. El
Espíritu despeja todo temor: El miedo a cambiar, a salir de la
autorreferencialidad, se trata de creer las palabras de Jesús: “yo hago nuevas
todas las cosas” (Ap. 21,5). Volver a formar, rehacer según la forma Ecclesiae que es Cristo. Desde ahí
(y solo desde ahí) asumiremos, como consecuencia, la necesaria renovación de estructuras.
El sexto
reto es el de la vanguardia. La fe
cristiana es dinámica, el Espíritu saca de las seguridades e impulsa más allá.
Tenemos la tentación de la retaguardia, es decir, de las zonas de mayor
confort, de las rutinas (“siempre se ha hecho así”), de la opción de mínimos.
El proceso sinodal nos llama a asumir y vivir la radicalidad
evangélica, y a hacerlo en las opciones de la vida cotidiana.
Desde el servicio.
Y, por último,
el reto del entusiasmo. La verdadera
alegría es fruto del Espíritu Santo. Se trata de la alegría evangélica de los
humildes, de los que se dejan entusiasmar por Cristo, de quienes encarnan la
Buena Noticia. Asumiendo las dificultades, las asperezas, los sufrimientos y
las incomprensiones, pero abriéndolos, siempre, a la esperanza. Mirando la realidad como Dios la mira.
Estamos en
un momento lleno de belleza, un verdadero kairós. Un tiempo para profundizar en la experiencia de Cristo
vivo y, por tanto, en la experiencia de Iglesia. Como enfatizó el Papa
Francisco en la homilía de apertura de esta segunda sesión: “Emprendamos este camino eclesial con la mirada puesta
en el mundo, porque la comunidad cristiana está siempre al servicio de la
humanidad, para anunciar a todos la alegría del Evangelio.
Mérida,
13 de octubre de 2024