Mérida, Julio Miércoles 16, 2025, 11:47 pm
Todo en lo que se ha convertido aquello llamado nación venezolana, es consecuencia del legado de una forma de pensar, vivir y sentir; que en vez de cimentar mejoras, ha conducido es a una realidad de decadencia estructural.
Es importante desglosar lo que significa cada palabra propuesta, puesto que cada una encierra una dimensión distinta. La primera dimensión, es la decadencia que surge por una mentalidad de resignación, que desde los primeros tiempos de la república hasta atravesar proyectos políticos del siglo XX, fueron limitando a los habitantes de este país instaurándose un paradigma que normaliza la conformidad.
La segunda dimensión, es aquella internalización de un legado percibido como inamovible e infranqueable, tildando además cualquier propuesta de mejora en imposible, innecesaria y hasta elitista. Estas limitaciones impuestas pueden considerarse una falta de agenda, convirtiendo la inacción en norma y una falta de proyectos transformadores, bajo una identidad nacional mal entendida.
Porque la decadencia en los últimos años ha mutado a un modelo sistémico, que consiste en mantener una crisis económica, institucional y humanitaria sobre los habitantes de Venezuela, reduciendo sus aspiraciones a una inmediata supervivencia que incluye por supuesta emigrar, facilitando aún más la perpetuación de estructuras de poder extractivas.
La conciencia del cambio original no debe ocuparse solamente en desalojar o neutralizar a dirigentes, autoridades, funcionarios déspotas, ineficientes o corruptos. El cambio auténtico para desmontar este sistema, debe exigir una verdadera regeneración de la sociedad venezolana. Debe restituirse un programa educativo con valores y contenido, un sistema de salud con cobertura universal y el respeto cívico como pilares no negociables.
De tal forma que los canallas no continúen aprovechando al máximo todas estas debilidades, se debe desarticular de la población la cultura de los atajos, la política como medio de subsistencia y por lo tanto los antivalores del clientelismo y la corrupción.