Mérida, Julio Domingo 13, 2025, 07:02 pm
Se acostumbra a hablar de la necesidad de unidad,
o del rompimiento de esta en la política de hoy, sin preguntarse en qué
consiste una unidad y por qué sería tan importante.
Porque el primordial significado de unidad es
“Propiedad que tienen las cosas de no poder dividirse ni fragmentarse sin
alterarse o destruirse.” Se utiliza cuando realmente hablamos de una sola cosa.
Cuando se trata de varios sujetos, la palabra
justa sería la que utilizaron los fundadores de nuestra democracia en el siglo
XX: “coalición” o “unión”. Ellas son acuerdos entre personas, grupos sociales o
parcialidades diferentes, para lograr un fin común, justamente de lo que se
trata la política. Cuando, en el juego político, hablamos de unidad, deberíamos
en realidad referirnos a unión o coalición. El término “unidad” es inadecuado al
describir a un haz de bandos distintos.
Asimismo, no solamente es erróneo el término “unidad”,
la cual, desde el 2000, han prometido lograr los políticos enfrentados al
gobierno.
El autodenominarse “oposición” ha hecho de
estos antagonistas, opositores desesperados, incluso entre ellos mismos. Esa,
por sí misma, es una palabra antipolítica, que consagra la polarización. ¿no es indicador per se de ubicarse en un
polo, el “polo opuesto”?
La autodenominada oposición, así, se define no
solamente como indispuesta al diálogo político, sino incapaz de propuestas
alternativas o soluciones factibles. Es por antonomasia fuerza de choque contra
el que piensa diferente.
Usamos
el lenguaje de manera que santifica la polarización violenta. La violencia no solamente aparece en el
ámbito oficialista, sino que se presenta, de diferente manera, en los grupos
que rechazan y combaten al régimen. Especialmente en cuanto a ese instrumento
básico de la política que es el lenguaje, el juego se plantea de manera
violenta por parte de la mayoría de los actores. La intemperancia ya está en el
cómo se habla.
«La lengua no es la envoltura del
pensamiento, es el pensamiento mismo», escribió don Miguel de Unamuno; de Martin
Heidegger, por su parte, es la frase «El hombre actúa como si fuera el
formador y el amo del lenguaje, mientras que el lenguaje sigue siendo el amo
del hombre.» El uso del lenguaje ha impedido, así, el debate político. La
polarización ha contaminado el lenguaje. Podemos constatarlo en cómo se ha
generado una informalidad soez que, especialmente en las redes sociales,
fomenta el vilipendio del otro, cerrando las necesarias vías de encuentro y
diálogo que permiten soluciones no violentas.
Quiera Dios que volvamos a llamar las cosas
por su nombre y utilizar bien el lenguaje que nos moldea, por el bien de la
claridad y para la necesaria avenencia de fuerzas que haga avanzar a Venezuela,
hasta sacarla del atolladero en que pareciera estar sumida ya para siempre.