Mérida, Septiembre Jueves 11, 2025, 01:54 am
RUBEN DARIO VILLAFRAZ
@rubenvillafraz
Sería en la localidad de Quety, pueblo ubicado en el Distrito de Ituata, Provincia de Carabaya, Puno, a una altitud de 3.041 m.s.n.m. el que este martes de nuevo el rejoneador yaracuyano Francisco Javier Rodríguez haya actuado, donde cortaría una oreja, que debieron ser más, tras la gran actuación que ha logrado cuajar ante un bravo ejemplar del hierro de Checayani, el cual toreó con una cuadra de caballos como «Fígaro», «Ron», «Ferrero» y «Tamarindo».
Labor de gran nivel la alcanzada por el veterano rejoneador, quien clavó rejones de castigo y banderillas con gran exposición, para luego de un rejonazo en todo lo mandar a las mulillas la res y con ello la oreja con fuerte y unánime petición de los presentes, denegada por el palco presidencial. Similares cotas se le vio con su segundo, del hierro de Carahuay, otro astado de brava y codiciosa condición ante las grupas de las cabalgaduras, lo que dejaría estar a gusto a Francisco Javier, en una de las actuaciones más completas de lo que leva de campaña. Una pena que el rejón de muerte enfriara todo, para de esta forma conformarse tras dos viajes con el acero, con una ovacionada vuelta al ruedo.
A propósito de lo que ha sido su temporada, Francisco Javier señala: “Ha sido muy buena, los caballos han agarrado un oficio muy bueno, estoy matando los toros, eran 3 orejas de calle lo de este martes, pero lo importante ha sido lo bonita que va la temporada hasta ahora y esas dos corridas que vienen, mato astados de las dos mejores ganaderías que hay ahorita por ruedos peruanos como son Apu Saywa, el cual indulté, y La Querencia que es de la misma familia”.
Las próximas actuaciones van a ser las del día viernes 3 en la localidad de Asillo, distrito de la provincia de Azángaro en el departamento de Puno, a 3.909 m.s.n.m. y la del sábado 11 en el distrito de Antauta, provincia de Melgar, igualmente en el departamento de Puno, el cual se encuentra a 4.150 m.s.n.m.
Un toro es un toro
…Y todo el toro en la palabra toro, podríamos parafrasear, dejándonos llevar por la bella e irónica licencia poética. Pero no, no nos dejemos llevar. El nombre “no” es arquetipo de la cosa. La palabra no es la cosa, no es el animal. Es apenas la idea, el significado personal, muy diverso, aleatorio, caprichoso...
¿Qué entienden por “toro”: un vaquero, un pintor, un ganadero de manso, un ganadero de bravo, un veterinario de Las Ventas o de Cañaveralejo, un aficionado torista, un aficionado torerista, un turista en la plaza, un antitaurino, un devorador de hamburguesas, un niño absorto por Disney, un mascotista, un “animalista”, un político ávido de votos o un magistrado elegido por él…? No lo mismo, por supuesto. La diferencia es infinita. Son ideas, ideas, ideas...
Y para ellas, Platón (creador de El Crátilo) que las reflejó flameantes en la pared de la caverna. Por ejemplo, la idea “toro” de los zoólogos, es el Bos taurus, gran mamífero artiodáctilo, rumiante que campeó libre, indómito, dueño de sí por millones de años en Eurasia, hasta que otro mamífero, más ladino y pragmático, el Homo sapiens, cansado de ser derrotado por él en la caza, lo tramó, lo apresó en hatos, lo hizo res, lo castró, lo esclavizó, lo torturó, lo reprodujo y mató industrialmente, lo descuartizó y se lo comió.
Otra idea es la del culto al “Ibericus”. Que lo conserva sin domesticar, aunque criado si, selectivamente, aparte de los otros (gajes del “progreso” y la roturación de la tierra), para mantenerlo íntegro, como una reliquia viva en uso de sus caracteres primigenios; fiereza, potencia, soberbia. Sempiterna fascinación humana, hecha símbolo, valores e íconos religiosos y no religiosos de las culturas y los tiempos.
Hoy, el “arquetipo de la cosa” toro, lo es cada vez menos este. Y mucho más, el sometido, rehén de la civilización. Metamorfosis que pretende llevar a la “humanización”, el superviviente bravo (no el otro, el suyo, claro), atribuyéndole unilateralmente derechos, ¿deberes? y por ende autoconciencia y sentimientos. ¡Qué invento! Por ahí, camino, a la prohibición y extinción de la raza no mansa, la última que guarda su ancestral identidad, su original significado. Para poder seguir carneando al resto, impunemente, hipócritamente, infamemente, “sin Óle”, sin contrastes vergonzantes, ni cargos morales.
El jueves pasado La Corte Constitucional Colombiana, que estrena magistrado elegido por los mismos ambidiestros parlamentarios autores de la ley prohibicionista de los toros, la ratificó. Desdiciéndose de sus muchos fallos anteriores a favor del respeto a la cultura taurina y la libertad. Sin pena ni gloria, sin discusión, casi automáticamente.
Ahora, para los constituyentes colombianos, como condicionaba el gran poeta, el nombre toro sí es arquetipo de la cosa…, pero de esta otra cosa, su nueva cosa, su nueva idea, la conveniente, la indefensa, la de matadero. Mientras la primordial, la de: un toro es un toro, desaparecerá del todo, gracias a su otro arquetipo, la palabra democracia. Más que semántica. / JORGE ARTURO DÍAZ REYES - www.cronicatoro.com
“Si (como afirma el griego en el Crátilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de 'rosa' está la rosa
y todo el Nilo en la palabra 'Nilo'”
(Jorge Luis Borges)