Mérida, Noviembre Miércoles 19, 2025, 01:18 am
No había permiso de la Real Audiencia de Santa Fe, ni un mandato explícito del Cabildo de Pamplona. Solo existía la intuición, la ambición y la audacia de un capitán español, Juan Rodríguez Suárez. Aquel 9 de octubre de 1558, maravillado por la belleza y el temple del valle de los Xamúes, decidió desobedecer su misión original de buscar minas de oro y plata para ejecutar un acto mucho más trascendental: fundar una ciudad. Con el nombramiento de un Cabildo improvisado, plantó la primera semilla de Mérida, un gesto de rebeldía que daría origen a la futura "Ciudad de los Caballeros".
Una fundación contra la
corriente
Para comprender la magnitud de
aquel hecho, es necesario situarse en el contexto. Juan Rodríguez Suárez, un
hombre de Mérida de Extremadura (España), había partido de Pamplona (en la
actual Colombia) con una encomienda clara: explorar la sierra en busca de
riquezas minerales. Sin embargo, al adentrarse en los valles andinos y
contemplar la meseta rodeada de ríos y picos nevados, su visión de conquistador
se transformó en la de un fundador.
Vio en aquellas tierras no solo un
potencial minero, sino un lugar estratégico y de clima privilegiado para
establecer un poblado permanente. Ignorando el protocolo que exigía una
autorización real para fundar ciudades, Rodríguez Suárez ejerció lo que se
conocía como una fundación "de facto". En un paraje cercano a la
actual San Juan de Lagunillas, nombró alcaldes y regidores, trazó una plaza y
repartió solares. Bautizó a su creación Mérida, en un claro acto de
nostalgia y homenaje a su tierra natal.
Este acto de insubordinación le
costaría caro. Las autoridades de Pamplona, al enterarse de su osadía, enviaron
al capitán Juan de Maldonado con la orden de arrestarlo. Rodríguez Suárez fue
declarado traidor, y aunque logró escapar, su historia quedaría marcada por
esta valiente desobediencia.
La retrospectiva positiva: De la
rebeldía a la cumbre
Hoy, a 467 años de distancia, la
historia nos permite ver aquel 9 de octubre no como un simple acto de desacato,
sino como el nacimiento de una vocación. La decisión de Rodríguez Suárez,
aunque jurídicamente ilegal, fue históricamente visionaria.
1. La
semilla del saber y la cultura:
Si bien fue Juan de Maldonado quien, tras arrestar a los hombres de Suárez,
trasladó y refundó legalmente la ciudad en su ubicación actual en la meseta del
Tatuy, fue la visión inicial de Suárez la que identificó el potencial de la
región. Esa ciudad, nacida de un impulso, estaba destinada a ser diferente.
Siglos más tarde, se convertiría en el hogar del Seminario de San Buenaventura,
que en 1810 se transformaría en la Real Universidad de San Buenaventura de
Mérida de los Caballeros, hoy la ilustre Universidad de Los Andes (ULA).
La rebeldía inicial de su fundador pareció imbuir a la ciudad de un espíritu de
vanguardia intelectual y académica que la define hasta hoy.
2. Un
faro espiritual en los Andes:
La ciudad que Suárez imaginó se consolidó rápidamente como el centro religioso
más importante de los Andes venezolanos. La construcción de su catedral y el
establecimiento de la Diócesis (posteriormente Arquidiócesis) de Mérida la
convirtieron en un punto de referencia espiritual. Esa vocación de altura,
tanto geográfica como espiritual, se gestó en aquel primer acto fundacional.
3. La forja de la "Ciudad de los Caballeros": El apodo, cuyo origen exacto es materia de debate entre historiadores, no es casual. Refleja un carácter cívico, una cortesía y una inclinación por las artes y las letras que se cultivaron a lo largo de los siglos. Mérida no creció como un enclave militar o un centro meramente comercial; creció como una ciudad para pensar, para crear y para vivir con una cadencia particular. Este carácter es, quizás, el legado más profundo de una fundación que priorizó la visión de un hogar sobre la simple extracción de riquezas.
En conclusión, el 9 de octubre de
1558 es mucho más que una fecha en el calendario. Es el testimonio de que los
grandes proyectos, a veces, nacen de la audacia de romper las reglas. Juan
Rodríguez Suárez no solo fundó una ciudad; sin saberlo, inauguró un legado.
Plantó en el corazón de los Andes una semilla de conocimiento, cultura y
civilidad que, casi cinco siglos después, sigue floreciendo en las cumbres más
altas de Venezuela. /Redacción Frontera Digital