Mérida, Noviembre Martes 18, 2025, 06:15 pm
El pasado martes cuatro de noviembre en el palacio de
la Gobernación del Estado se celebró un acto especial de las autoridades
civiles estadales, en homenaje a los dos ilustres venezolanos, recientemente
canonizados por el Papa León XIV, Madre María Carmen Rendiles y el Dr. José
Gregorio Hernández, inscritos en el santoral de la iglesia católica.
Además de reconocer la labor misionera de sacerdotes y
religiosas, laicos comprometidos con la salud, cultura y educación del país, el
acto sirvió para compartir el discurso de orden de nuestro Arzobispo
Metropolitano Monseñor Helizandro Terán.
En sus palabras pudimos no solo admirar a plenitud la
semblanza de dos seres al servicio de la caridad en Venezuela, sino que además
nos ofreció el paradigma de sus vidas como respuesta de fe que nos lleva al
compromiso por la patria, la sociedad y la familia que tanto amamos.
La reflexión inicial que nos hizo fue sobre el “llamado
a la santidad”, entendida como imitación de Cristo. Todo “un camino, un proceso
real y auténtico. que nos va transformando y modelando para hacernos semejantes
a Cristo…” aseveró.
Las vidas de Madre Carmen y José Gregorio Hernández son
testimonio vivo de que la santidad es posible, sabiendo responder desde la
libertad y el servicio. De la primera, recordó su consagración sacramental, ese
sentimiento de unión al Señor en todo momento, en especial en los momentos de
adversidad, sufrimiento y enfermedad. Podemos definirla como “mujer eucarística”; aquella
mujer con una humildad tan grande, y un deseo
permanente de ser de Dios. Su testimonio de fe, humildad y servicio —nacido en medio de
la adversidad— se eleva ahora como ejemplo universal. Su vida demuestra que la
santidad florece en lo cotidiano, en el trabajo sencillo, en la oración
perseverante y en el amor silencioso que se ofrece sin esperar recompensa, dijo.
Otro de los rasgos que resaltó fue su servicio a la educación,
como una de las prioridades, en especial de los más pobres. Con obras de gran
valía como la fundación de un hogar para niñas pobres en La Parroquia, hoy
Colegio “El Rosario”. Madre Carmen marcó el sistema educativo del país con ese
carisma de formar a niños y jóvenes, no sólo desde el espíritu del conocimiento
académico e intelectual; también la formación humana cristiana como fundamento
filosófico de la Congregación Siervas de Jesús.
Resaltó el Arzobispo las virtudes heroicas de Madre
Carmen, como la humildad, la obediencia, la pobreza y la valentía para negarse
a sí misma para que Dios sea presente en ella. Valentía de una mujer que parecía minusválida por la falta de un
brazo. Nació sin él, y jamás le hizo falta.
En su ideario Madre Carmen afirma: “Ya le
dimos todo al Señor para que Él disponga, nos de la vida larga o corta, salud o
enfermedad, que donde nos pongan, donde nos manden, nos sea igual, porque
estamos cumpliendo la voluntad de Dios” [1].
De la vida y obra de San José Gregorio abarcó
dimensiones fundamentales de su espiritualidad, con sus manifestaciones de
amor, de fe, de solidaridad y ayuda y atención al prójimo.
El ciclo vital de Hernández (1864-1919) abarcó
acontecimientos convulsos en una Venezuela rural, destruida por tantas guerras
internas por el poder político; caudillos que por obtener el poder no les
importaba el dolor y la miseria de la gente.
Una Iglesia de su época que apenas iniciaba su recuperación después de
haber sido reducida a su mínima expresión institucional, gracias a la política
anticlerical del general Guzmán Blanco. Una Iglesia en medio de una sociedad
influenciada por el positivismo anticlerical, y con la mano férrea de gobiernos
dictatoriales. Todo esto no menguó el
sueño de San José Gregorio de transformar a Venezuela. Al contrario, se entregó
con verdadera pasión y compromiso por hacer que el país estuviese a la altura
de otros países en lo se refiere a la salud pública, dedicando años a la vida
académica e investigación científica.
Otro aspecto fue la del hombre de Dios, para el médico
trujillano la santidad es la caridad, con la que amamos a Dios sobre todas las
cosas y al prójimo por amor a Dios. Vida marcada por un amor oblativo que sabe
descubrir en el rostro del pobre el mismo rostro de Cristo. Bien puesto tiene
el nombre que le ha dado su pueblo: “el médico de los pobres”. Su labor iba más allá de la simple consulta, fue símbolo de
esperanza, humanidad y justicia social, precisó.
Hernández también vivió la experiencia de búsqueda de la
realización interior. En 1908 cruzó el Atlántico para entrar en la Santa Orden
de San Bruno, en la Cartuja de Farnetta, Italia. Asl regresar ingresó al Seminario caraqueño.
A las tres semanas, sin embargo, abandonó también el seminario. Hasta discernir
que su verdadero sacerdocio era la medicina.
Hombre de fe profunda y sabiduría, fue un profeta que denunció la
injusticia. En tiempos de la pandemia, conocida como la “gripe española”, formó parte de la Junta de Socorro, para educar a la población,
pues cada día aparecían falsos remedios que la gente se inventaba. Su voz se
hizo presente: “Lo que está matando a tanta gente no es la
gripe propiamente dicha, sino el estado de absoluta pobreza y miseria en que
viven la mayoría de los venezolanos, mal alimentados y con escasas o ningunas
condiciones de higiene, muchos con padecimientos crónicos de paludismo y tuberculosis”[2].
El Dr. Luis Razzeti, no creyente, gran amigo y
compañero de trabajo, reconoció la grandeza de José Gregorio con estas
palabras: «Fue médico científico al estilo moderno:
investigador penetrante en el laboratorio y clínico experto a la cabecera del
enfermo; sabía manejar el microscopio y la probeta, pero también sabía dominar
la muerte y vencerla. Fue médico profesional al estilo antiguo: creía que la
medicina era un sacerdocio»[3].
Pidamos a nuestras santidades nos ayuden en nuestro
caminar de fe; que podamos ser fuertes ante las adversidades; que intercedan
por los enfermos; por los médicos y todo el personal sanitario para que sean
instrumentos de vida; por los educadores para que vivan con alegría el
apostolado en las aulas de clase. Pedimos
por los pobres para que tengan una vida digna; y que nos ayuden a construir la
auténtica fraternidad de los hijos e hijas de Dios nuestro Padre.
Mérida, 17 de noviembre de 2025