Mérida, Julio Miércoles 16, 2025, 10:07 pm
El 11 de enero
de 1997 tomó posesión de la nueva diócesis de Guarenas, desprendida del
territorio de la diócesis madre Los Teques, Mons. Gustavo García Naranjo como
su primer obispo, recibiendo la ordenación episcopal ese mismo día. La fecha de
erección de la diócesis es del 30 de noviembre de 1996, pero es costumbre que
entra en vigencia el día que toma posesión el obispo designado por el Papa. Le
corresponde la parte oriental del estado Miranda y tiene como patrona a la
Virgen de Copacabana. Felicitamos a su actual prelado, el segundo en la
sucesión apostólica, Mons. Tulio Ramírez y al clero y fieles de esta populosa y
pujante región mirandina, sufragánea de la Arquidiócesis de Caracas.
Esta fecha tiene
para mí un sello muy especial. Terminada la ceremonia en la catedral de
Guarenas nos dirigimos al almuerzo preparado para los asistentes. Con una
delicadeza que admiro, el Nuncio Apostólico, Mons. Oriano Quilici me llamó
aparte para darme la noticia de la muerte de mi papá, acaecida esa madrugada en
la casa de las Hermanas Dominicas en Rubio, Edo. Táchira. Lo participó
discretamente a los obispos quienes me dieron un fraterno abrazo, y partí para
San Cristóbal, a fin de presidir las exequias y compartir con familiares y
amigos. Me confortó la numerosa presencia del clero merideño que se trasladó
para la misa exequial.
Siempre uno esta
fecha a la muerte, el 7 de febrero de 1997, de mi tío, Raúl Porras, pues ambos,
fueron entrañables hermanos, ejemplo para nosotros, sus hijos, por su parecido
físico, distante solo dos años entre uno y el otro, con la curiosa coincidencia
de que el cumpleaños de uno era el 28 de septiembre y del otro el 1 de octubre.
En medio de ambos, el 29 era el cumpleaños de Mons. Miguel Antonio Salas, y en
más de una ocasión, celebramos conjuntamente el de los tres, con alegría
compartida en celebración que presidía Mons. Salas, seguida de una sencilla
comida en la intimidad familiar.
Agradezco a mi
buen Dios, el haber crecido en el alero de una familia de tradición cristiana,
de costumbres austeras y sencillas, que heredamos de nuestros mayores y han
sido norte en la realización de nuestras vidas. Siguen, ambos, muy presentes,
como si estuvieran a mi lado, pues sus enseñanzas, más que con palabras, fueron
con el testimonio y el acertado comentario dicho siempre con afecto, aunque se
tratara de alguna corrección. Fueron verdaderos maestros de vida y de exigencia
de rectitud. Detrás de bastidores, pues preferían el protagonismo de sus hijos.
“Que no se le suban los humos, y si sucede, nosotros seremos los primeros en
recordarle sus orígenes”.
Lo que hagamos
por la consolidación de las familias como la primera y esencial escuela de la
vida, es tarea ineludible. Hoy, día de paz en el corazón, el bálsamo de la fe
se convierte en esperanza activa para bien del prójimo. La memoria de nuestros
mayores es riqueza que debemos multiplicar para que los talentos den los
intereses que nos abran las puertas del cielo.
1.- 11-1-22(3042)